El tamaño del buque lo impresionó tanto a Tthor que, inconscientemente, dio un par de pasos hacia atrás, tropezó con una piedra en punta y cayó al suelo, sentado.
-¡Arriba!- le dijo Darius jalando de su remera y levantándolo con una sola mano.-Te ves un poco pálido. ¿Estás bien, Tthor?
El joven tenía la boca tan seca que no pudo responder.
- Toma, esto te hará sentir mejor.- le dijo el hombrecito y le entregó un pedazo de chocolate, envuelto en un papel dorado que decía: choco- telarañas.
-¿¡Choco-telarañas!?- leyó Tthor, incrédulo.
-Sí, verás, está relleno de una especie de mouse y cuando más la masticas, más crecen las hebras de mouse, simulando ser telarañas que se te enredan por toda la boca…Es divertido comerlo y tiene un sabor único. Y además, aleja el temor…Pruébalo.
- ¿Sólo ese pedazo tiene, Señor Darius?- preguntó Ellysa.
-¿Por qué? ¿Usted también necesita?- dijo Darius preocupado, hurgando en sus bolsillos.- Creo que por aquí tengo más.
- No, no es para mí, es para él. Es el niño más miedoso que hay en el mundo.
Tthor se sintió muy avergonzado y se guardó, sin probar, el pedazo de choco-telaraña en un bolsillo de su pantalón.
Darius miró de reojo, primero a Tthor y luego a su madre, con una expresión de disgusto en su único ojo pero no dijo nada.
Pese a la oscuridad nocturna y el cálido aire de verano que soplaba suave y que comenzaba a envolverlos, el tamaño del buque le provocó a Tthor un sudor frío que le recorrió la espalda y le empapó la camiseta. Él podía ver cada detalle aunque hubiera muy poca luz, sólo la de unas farolas que se erguían a unos veinte metros. Tthor no sabía nada de barcos, nunca había podido distinguir la proa de la popa pero, por alguna razón, le parecía familiar el escudo pintado en las tres banderas que flameaban en los palos: un león dorado erguido en sus patas traseras en el centro de un pabellón azul celeste. Y el mascaron de lo que pensaba acertadamente era la proa lo terminó de embelezar: un corpulento cuerpo masculino unido a una cabeza de carnero con cuernos largos y afilados, barba tupida y un extraño símbolo broncíneo en su frente, el cual Tthor no supo reconocer.
Según Darius, el buque estaba provisto de unos cincuenta cañones y el mismo número de bancos de remeros, con un número de cinco de estos remeros por banco.
Tthor sintió que las piernas le temblaban y que todavía no podía articular palabra. Subió al barco por una robusta escalera detrás de Darius. En un impulso, se aferró al brazo de éste con ambas manos. Darius le sonrió, mostrando abiertamente todos sus dientes deformes y sucios. El ojo sano lo miraba fijamente pero con mucha dulzura. Tthor pareció recuperarse un poco.
-¡Bienvenido a bordo, Tthor Prayer!
El jovencito se sorprendió al escuchar su nombre. Miró hacia delante y vio a cinco personas paradas en formación, saludándole con la venia. Todos vestían capas largas de pieles y debajo se veían pantalones color rojo sangre y pesadas botas con hebillas doradas. Uno de ellos dio un paso adelante y le estrechó la mano:
-Mi nombre es Almirante Gull Inbursti y éste es mi Vicealmirante Murk. Por aquí, por favor.
Quien hacía esa invitación era un hombre alto de avanzada edad con cabellera cana y profundos ojos azules. Mientras que Murk no aparentaba más de veinte años, con cabello marrón y largo atado en una prolija cola de caballo, ojos oscuros pero cálidos, fornido y de sonrisa agradable. Cuando Tthor lo miró, éste le guiñó un ojo y ambos sonrieron, cómplices. Lo que hizo calmar un poco al muchacho.
Diez minutos después, Tthor, su madre y Darius estaban sentados a la mesa en el camarote del Almirante, envueltos en el aroma exquisito de la comida que les habían traído en una fuente de plata labrada.
Mientras todos se servían pescado, papas y vegetales en sus platos, Tthor observaba a su alrededor. Estaban en un lugar no muy amplio, de forma circular, con ventanas redondas semi-tapeadas, techo bajo y piso gastado de madera. Los bancos en los que estaban sentados parecían estar atornillados al suelo, al igual que la mesa rectangular.
-¿No vas a comer, Tthor?- le preguntó al muchacho el joven Murk-¿Prefieres otra cosa? Puedo mandar a que te preparen lo que te apetezca.
- Nnn…no, gra…gracias. –Tthor sintió que se sonrojaba- Es que nn…no me si…siento bien.
- Los viajes lo descomponen, el sol le quema la piel, no ve a la luz del día, es sonámbulo y, como se habrán dado cuenta, tartamudea cuando se pone nervioso.- la madre de Tthor pronunció estás palabras con un tono bastante irónico, lo que puso algo de tensión en el ambiente. Pero ella pareció no darse cuenta porque se sirvió doble ración de papas.
El Almirante Gull clavó sus ojos en su Vicealmirante y éste, como recibiendo una orden silenciosa, se levantó de la mesa y le hizo señas a Tthor para que lo siguiera. El jovencito miró de reojo a Darius y, ante un gesto afirmativo de éste, se levantó y salió junto con Murk del comedor.
Recorrieron un estrecho pasillo en el que apenas podían avanzar uno detrás del otro y con la cabeza levemente inclinada. Doblaron por un corredor hacia la izquierda, bajaron un tramo de escaleras y entraron en un camarote.
Murk lo invitó a sentarse en su propia litera y le ofreció una cajita redonda con tapa de madera. Tthor la abrió y se encontró con una veintena de chocolates en forma de arañas de distintos tamaños.
- Come, te harán sentir mejor. Son mis golosinas favoritas.
-Choco-telarañas…
-Ah, ya las conoces…
Murk se sentó a su lado y se puso a hojear un libro de hojas amarillentas. Tthor tomó uno de los chocolates y lo mordió. Un denso licor transparente comenzó a chorrear desde el interior, formando finos hilos semejantes a telarañas plateadas. Y en el momento en el que estas telarañas tocaron los labios de Tthor, pareció encenderse un pequeño calor reconfortante que se extendió a toda su boca primero y luego al resto del cuerpo. E , inconscientemente, se metió todo el resto de choco-telaraña en la boca.