Tthor no tenía idea de qué podía ser un “kraken” pero por la urgencia en la voz de Murk, supo que no había tiempo para explicaciones. Bajaron un par de escaleras, se cruzaron en el camino con marinos de diferentes rangos que iban y venían preparándose en sus puestos, quienes se frenaban torpemente a saludar con la venia al Vicealmirante, como parte del protocolo.
Entraron a la cabina de mando justo cuando el Capitán daba la orden de preparar los cañones.
Tthor miró a Darius de reojo sin atreverse a preguntar qué sucedía. No vio a su madre por ningún lado. Un par de oficiales marcaban líneas presurosas sobre un mapa extendido arriba de una mesa de madera, frente al timón, que era sostenido con visible tensión por un jovencito que, pensó Tthor, no tenía más edad que él.
El Capitán observaba hacia fuera, hacia el mar embravecido, por la pared del frente que no era más que un vidrio enorme, lleno de gotas de agua e iluminado desde afuera por dos luces potentes.
- Viraremos veinte grados a estribor, apunten cañones directamente hacia él y esperen mi orden. – dijo el Capitán- ¡Murk!
- ¡Señor!- contestó con voz firme el Vicealmirante, mirando el mapa sobre la mesa y recorriendo con sus dedos unas líneas punteadas- Rodeando por el este, pasaremos por su cola. Tendrá menos probabilidad de dar la vuelta si nos huele. Así podremos evitar los cañones para no despertar a la gente del agua…
- Pero saldremos directo al triángulo del dragón…
- Estamos preparados, Señor.
- Está bien, bajen las velas, motores encendidos en modalidad silencioso hasta que crucemos junto a él. Pero, solo por si acaso, tengamos los cañones preparados.
- ¡Sí, Capitán!- respondió Murk, haciendo la venia.
Murk salió corriendo hacia el pasillo. Tthor lo siguió en un impulso y llegó con él hasta el mascarón de proa. Las olas que golpeaban el barco provocaban una lluvia intermitente y fría que los empapó en segundos. Murk, quien no había visto a Tthor detrás suyo, comenzó a trepar con increíble destreza y velocidad el palo mayor. Dos oficiales, hicieron lo mismo, cada uno en los otros dos palos menores. En sólo un minuto llegaron hasta la parte superior y comenzaron la delicada tarea de desenganchar las velas y enrollarlas hacia abajo. Tres cadetes jóvenes, parados a los pies de cada uno de los palos jalaban de los gruesos lienzos negros y, con gran habilidad y rapidez, según le pareció a Tthor, doblaron las velas y las metieron en unos especies de huecos en el suelo y los taparon con tablas de madera.
Tan rápido como habían subido, los dos oficiales bajaron deslizándose por los palos ahora desnudos. Murk comenzó también a descender, pero cuando iba a mitad de camino, un golpe seco se oyó en un extremo del barco y una ola gigante los cubrió. Tthor quedó por un momento completamente sumergido bajo toda aquella agua. Abrió los ojos, justo a tiempo para sentir que era arrastrado con violencia. Supo que debía agarrarse de algo o acabaría en pleno mar abierto. Vio una sombra que pasó a su lado y la manoteó como pudo. La sombra resultó ser el borde de la proa. Tthor se sujetó a ella con alma y vida. Las manos se le resbalaban y algo parecía haberse prendido a su pie. La ola se enrolló en sí misma y volvió al mar. Tthor se asió con más fuerza al barandal y miró de reojo su pie para entender qué era aquello que lo jalaba hacia afuera. Sus ojos se abrieron aterrados cuando vio que una especie de tentáculo negro, grande y baboso lo tenía sujeto y estaba completamente enrollado en varias vueltas hasta la rodilla.
- ¡Auxilio!- gritó desesperado, mientras movía su pierna nervioso como queriendo despegarse de aquella cosa.
Un rostro oscuro, con barba tupida y profundos ojos azules lo miró desde arriba. El extraño lo tomó con ambas manos y lo jaló hacia su cuerpo. Otra sombra, a su lado, desenvainó una espada brillante. Levantó la espada por sobre su cabeza, con ambas manos, y la bajó sin dudar, con una fuerza y una velocidad tales que Tthor sólo atinó a cerrar los ojos y rogar para que su pierna no saliera cortada volando de su cuerpo hacia el mar. Pero el dolor que esperaba sentir no acudió. Tthor abrió los ojos, justo a tiempo para ver cómo el tentáculo que lo había agarrado, ahora era cortado por su base, largando un líquido negro, por todos lados. Tthor se sintió tironeado hacia el barco y se quedó inmóvil en el piso de madera, sin poder creer lo que veía.
Una masa negra, monstruosa, que medía más de treinta metros de altura, se retorcía en el aire, golpeaba sus extremos contra el mar iracundo y largaba líquido negro que cubrió a Tthor en pocos segundos. El jovencito no salía de su asombro al ver esa bestia frente a él, que se movía con violencia. Le pareció divisar en el extremo superior de su cuerpo amorfo un par de ojos rojos, viscosos, que le recordaron a Tthor a los ojos de una serpiente. ¡Y parecían mirarlo directamente! Tthor ahogó un grito cuando se dio cuenta de que ahora la bestia parecía moverse hacia donde él estaba tirado. Venía a golpearlo con toda su fuerza.
Justo cuando atinó a deslizarse hacia atrás, torpemente, la hoja brillante de una espada apareció frente a él y se clavó justo en el medio de la masa monstruosa que parecía buscar a Tthor, a solo unos centímetros de rozarlo. La bestia largó un chillido que casi perforó los oídos de todos . Visiblemente herida, se replegó sobre sí misma y desapareció en el mar, en pocos segundos. La calma fue casi inmediata. Las aguas se aquietaron, como por arte de magia. Sólo la respiración entrecortada de Tthor rompía la tensión que ahora rodeaba a todos.
Tthor miró su pierna y pegó un grito de terror. Un pedazo de tentáculo todavía lo sostenía, largando un líquido oscuro y apestoso.
- No te preocupes.- le dijo Murk, quitándose del rostro un mechón de pelo empapado.
Dejó su espada a un costado. Sacó un pequeño cuchillo de su cinturón y cortó varias veces el tentáculo, con determinación pero con suavidad, sobre todo cuando se acercaba peligrosamente a la piel del muchacho. Luego, miró a Tthor a los ojos y le dijo: