Eran casi las seis de la mañana cuando Tthor, su madre y Darius salieron de la zona portuaria y tomaron el camino principal que conducía al pueblo de Meaghdose.
Había rastros de una tormenta reciente. Los montículos de hojas secas se apilaban al costado del sendero, llegando a casi medio metro de altura. Aún así, parecía que alguien había acabado de limpiar el camino empedrado. Éste estaba húmedo y algunos hojas nuevas se estaban adhiriendo a él con rapidez. El cielo aún se mostraba oscuro y el viento se sentía cada vez más frío.
-Mejor darnos prisa.-dijo Darius encabezando la marcha- Esperemos llegar antes de la tormenta.- Te dije, Tthor, que era buena idea que trajeras ropa de abrigo.
El niño se aferró a la campera desgastada que llevaba puesta pero no contestó. Sus pensamientos aún estaban con Murk en el barco. Por primera vez, desde que habían partido de Viper Tive Rd. sentía una cálida sensación en el pecho. Miró a su alrededor y le gustó lo que veía: un extenso camino rural se abría por un valle circundado por picos montañosos de cumbres nevadas, humildes viviendas de paredes de argamasa y arcilla, con techos de junco entretejido, salpicadas por aquí y por allá, árboles de troncos retorcidos, con ramas desnudas y gruesas, sonidos ululantes y un atrapante aroma a suave laurel que escapaba de las chimeneas de las casas que pasaban lentamente.
A medida que avanzaban, las viviendas se multiplicaban en un número llamativo, las cercas bajas parecían más trabajadas y las luces en sus ventanas se hacían más potentes.
Darius se retrazó un poco hasta caminar a la par de Tthor.
-¿Y bien? ¿Qué opinas del pueblo?
Tthor sonrió.
-Me gusta. Realmente, me gusta.- dijo mirando todo alrededor.
-Es un pueblo pequeño pero con mucha historia y muy hermoso. Esos picos de allí son los más altos de la región. Están llenos de cuevas y precipicios, la mayoría inexplorados.
-¿Todo el pueblo está rodeado de montañas?
-Sí, aquella es Kaf, la que tiene forma circular, luego le sigue el pico del monte Ri, Horacum y Kaab. Se los conoce como las cuatro grandes alturas de Meaghdose.
Tthor contempló la cima del Ri por varios minutos, mientras avanzaba. De pronto, un fuerte sonido metálico lo sacó de su ensimismamiento, sobresaltándolo.
-No te preocupes. Es el herrero del pueblo. Siempre está trabajando…
El niño miró la casa a la que Darius señalaba. Era bastante pequeña y estaba retirada de las otras. Vio una luz titilando en una habitación del costado.
-No le gusta mucho ir al pueblo…
-¿Por qué no?- quiso saber Tthor.
-Porque es un herrero. Los herreros manejan el metal. Aquí se lo considera más magia que oficio así que algunos le tienen miedo y por eso vive alejado.
-¡Tonterías! No le llenes la cabeza de esas supersticiones a mi hijo. Bastante miedoso ya es como para que crea en esas cosas.
La voz glacial de su madre le hizo sentir a Tthor más frío del que hacía y se cerró hasta arriba la campera. Darius esperó a que ella se alejara unos metros y susurró:
-Es cierto que algunas supersticiones son sólo eso: supersticiones, pero, por las dudas Tthor, nunca mires a los ojos a un herrero, dicen que si lo miras a los ojos te puede matar.
Tthor no dijo ni una palabra pero miró de reojo la cabaña por unos segundos. Una especie de espantapájaros se levantaba cerca de la puerta. O al menos lo que quedaba de él. Pues parecía haber sido quemado. Sólo quedaban intactos una pierna y medio rostro hecho de tela y pintado toscamente.
- Algunos en el pueblo, le tienen más que miedo…- agregó Darius , mirando lo que quedaba del muñeco.- Y ,a veces, se lo demuestran de formas francamente detestables…
Tthor no pudo evitar sentir pena por el herrero porque sabía muy bien lo que era ser tratado como un paria. Y avanzó los minutos siguientes en completo silencio.
Diez minutos más de caminata y llegaron a una calle lateral que parecía ascender hasta un rellano. A los costados se alzaban casas de piedra, unas pegadas a otras, todas con dos ó tres pisos y amplios ventanales con pintorescos alféizares de madera colorida.
El camino era angosto, así que avanzaban en fila, primero Darius, seguido por Tthor y cerrando con una Ellysa muy callada y aprehensiva. Tthor sintió, de repente, que una de las ventanas de un segundo piso se abría de golpe. Miró hacia arriba y escuchó una voz femenina que gritó con fuerza: ¡¡¡Gardilú!!! Y arrojó hacia abajo todo el contenido de un balde. Darius se volvió unos pasos cuando sintió el grito y trató de jalar a Tthor hacia él. Pero no fue lo bastante rápido y todo el contenido del balde cayó directamente sobre la cabeza del joven. Sin entender demasiado, volvió a mirar hacia arriba justo cuando la ventana se cerraba de un golpe.
-Lo siento, Tthor, debí haberte avisado…- dijo Darius con un hilo de voz, mientras trataba de limpiarle la cara con un pañuelo algo sucio.
-¿Qué es esto?- preguntó Tthor, llevándose los dedos hacia su nariz. El fuerte olor lo hizo vomitar otra vez.
- Es que…es un pueblo viejo y…no tenemos cloacas…
-No sé en qué estaba pensando cuando acepté venir aquí.- dijo Ellysa enojada- Y ya deja de vomitar, ¿quieres? ¿Por qué siempre tienes que vomitar en mis zapatos? ¿Lo haces a propósito?
Tthor se limpió la boca con la manga de su campera sucia lo cual, pensó después, fue un error porque sentía ahora un gusto espantoso en los labios. Darius parecía muy nervioso y no sabía si tratar de limpiar al niño un poco más o seguir camino. De repente, otra voz femenina, estaba vez un poco más jovial, lo hizo pegarse instintivamente a la pared.
-¡Aquí están!- dijo la jovencita con una sonrisa- ¡Por Orffelios, Darius! ¿Por qué tardaron tanto? Y a ti, ¿qué te pasó?
Tthor abrió la boca para responder pero lo único que logró fue agacharse a tiempo para vomitar otra vez.
La joven miró a Darius con una expresión de enfado: