Tthor había caída en un sueño profundo, por lo que no se despertó aún cuando era arrastrado por la hierba amarillenta, ni notó cómo su ropa se rompía en jirones con las piedras puntiagudas que sobresalían en la ladera.
Quien lo llevaba se vio superado por el peso del muchacho. Decidió parar y tratar de despertarlo. Un par de zarandeos, acompañados de súplicas, lo hicieron volver en sí. Vio un rostro pálido que lo miraba asustado.
- ¿No…Noel? ¿Qué pa…pasó?- preguntó con media voz, mientras trataba de incorporarse.
Notó en seguida un fuerte dolor de cabeza y se vio manchado de su propia sangre en varias partes del cuerpo.
- ¡Tenemos que irnos!- ordenó Noel, ayudándolo a ponerse de pie.
Tthor le hizo caso instintivamente. Pero cuando ya casi estaba incorporado, sintió un garrotazo en la espalda que lo golpeó duramente y lo derribó de bruces contra el suelo duro. Noel gritó desesperada y se tiró a su lado, impidiendo que levantara la cabeza. Algo pasó a vuelo rasante sobre ellos y se alejó provocando un viento fuerte que cargó el aire de polvareda.
Cuando Noel creyó que aquello que los había atacado ya estaba lo suficientemente lejos, se incorporó con cierta dificultad y se echó a correr. Le gritó a Tthor, quien estaba tratando de entender lo que había sucedido. Cuando el muchacho levantó la cabeza, vio que algo oscuro y enorme, con alas inmensas venía hacia ellos. Nunca supo cómo juntó fuerzas pese al fuerte dolor de espalda y la vista nublada, para pararse y seguir a Noel, con paso tambaleante, a campo traviesa. Luego de avanzar unos cincuenta metros, ambos se tiraron al suelo, mecánicamente, para evitar que las garras de aquella bestia los lastimara.
Con un grito desgarrado, al ver que sus presas se les había escapado, el híbrido, mitad águila, mitad león, con ojos profundos y rojos batió sus alas de murciélago con vehemencia y se alejó hacia la costa.
- ¡Ahora! – gritó Tthor al ver que tenían un momento de calma antes de que aquello monstruoso regresara.
Corrieron con energía renovada unos cien metros más. Luego desaceleraron el paso al llegar a un camino de abetos. A lo tumbos y bastante agitados, salieron a la ladera rocosa del monte Ri, uno de los cuatro picos que rodeaba Meaghdose.
- Entremos a una de estas cuevas, aquí no podrá encontrarnos.
Tthor la miró como pidiéndole explicaciones por lo sucedido.
- Ahora hablamos, -dijo Noel, haciendo un esfuerzo por meter su cuerpo regordete en la entrada pequeña de la gruta.- Primero pongámonos a salvo, ¿Sí?
Tthor creyó que el escondite era pequeño, solo un hueco irregular en la cara de la montaña pero al entrar y seguir a Noel se dio cuenta de que estaba en un error. Unos cuantos metros hacia el interior, la cueva se abría cuesta abajo en un túnel cavado en la roca en el que podrían haber caminado dos elefantes juntos, como pensó Tthor mientras descendía.
Unos metros más de camino y la luz que penetraba ya no llegaba. La oscuridad se apoderaba de cada rincón, rápidamente. Justo cuando el muchacho iba a comentar algo, Noel sacó un objeto de su bolsillo y encendió una lámpara que colgaba de la pared rocosa. Ahora que el lugar se iluminaba, Tthor se dio cuenta de que no era una simple caverna, sino un red de túneles conectadas a diferentes espacios abiertos, de distintas alturas, cavados hábilmente en la dura piedra.
Tthor contó siete arcos que daban a igual número de cámaras de dos metros y medio de altura. El color de la roca era ocre, con algunos tintes dorados que, pensó Tthor, eran el resultado del frecuente uso de los ahora tres candiles que Noel había encendido.
El muchacho se dejó caer exhausto en un rincón de la sala circular en la que se encontraban y se limpió la sangre de la cara. Miró a su alrededor, en silencio. Notó que algunas partes de las paredes estaban cubiertas de imágenes pintadas: figuras humanas, animales y seres con formas extrañas que Tthor no supo reconocer. Cuando Noel se sentó a su lado, dando un profundo respiro, Tthor la interrogó con la mirada.
Noel entonces le dijo:
- Eso que no atacó era un grifo, o algo parecido…
- ¿Los grifos vuelan?- preguntó Tthor con algo de rudeza.
-¡…O algo parecido…!- volvió a repetir Noel, desafiante.
Tthor se sonrojó.
- Lo lamento. Me salvaste la vida. Y te lo agradezco.
Noel sonrió.
- Lo único que sé de él,- dijo la jovencita con una voz más suave- es lo que el mito dice, que es el guardián de Edeso.
-No me pareció que fuera un mito; me pareció bastante real…- ironizó Tthor- y…¿Qué es Edeso?
Noel se encogió de hombros.
- Sólo sé que es un lugar, un reino especular, parecido a éste pero diferente, donde se dice que todo comenzó una vez…
Tthor ya había oído esas palabras antes , pero no recordaba dónde. Le dolía demasiado la cabeza y estaba muy confundido por lo que no tuvo energía para averiguar más sobre ese reino especular.
- Hacía tanto que no se sabía nada sobre el guardián que pensábamos que era solo un invento de nuestros antepasados. Pero lo he visto dibujado en algunos libros y no tengo dudas de que es él.
- ¿Qué haremos ahora? Y…¿Por qué nos persigue?
- Yo creo- dijo Noel, pensativa- que lo mejor será atravesar el monte Ri por dentro y volver a Warghost. Es la ruta más segura. Y en cuanto a tu segunda pregunta…no tengo idea.- respondió Noel, mientras se incorporaba y recorría con una lámpara los diferentes arcos de piedra.
- ¿Qué hacías allí? ¿Cómo me encontraste?
- ¿Siempre haces preguntas en par?- lo interrogó Noel sonriente.
Tthor se sintió confundido y un poco molesto. Dadas las circunstancias, el muchacho pensaba que no era buen momento para tomarse las cosas tan a la ligera.
Noel pareció decidirse y señaló el arco más alejado.
- ¡Por aquí!- ordenó y avanzó a paso firme.
Tthor se incorporó lo más rápido que el dolor de su espalda se lo permitió y la siguió. Iba a hacer más preguntas pero reprimió su impulso. El cerebro parecía retorcérsele adentro de la cabeza. No lograba entender qué estaba sucediendo ni cómo había llegado allí. Lo último que recordaba era que estaba acostado en su cama, hojeando el libro que Murk le había dado. Y mientras daba otro paso y entraba a la siguiente cámara rocosa, lo comprendió.