A la mitad de la tercera semana de Enero, el agua nieve, reemplazando definitivamente a la lluvia, había empezado a ocupar los techos, el patio y los caminos. Todo era escarcha, hielo y viento frío.
La aventura de los dos jóvenes había quedado sellada entre ellos como un secreto. Y habían tenido suerte, pues regresaron justo al amanecer, antes de que cualquiera pudiera “extrañarlos”. Lee- Won inventó que había estado todo el día en el pueblo, haciendo los “encargos” que le habían mandado. Y que se había acostado temprano porque le dolía la cabeza. Era una suerte que el lugar detrás de los establos, donde dormía el joven, sólo era ocupado por otro trabajador de Warghost a quien se lo conocía por su fama de borracho; y cuando lo interrogaron, para no tener que reconocer que estaba casi inconsciente , aseguró a quien quisiera oírlo que el joven estaba durmiendo “pacíficamente” en su cama cuando él volvió por la noche, del “Tréboles a Secas”.
Mientras tanto, el entrenamiento de Tthor siguió su curso. Había estado practicando con el arco y la flecha aunque sin tener demasiados avances. Iba cada tarde al campo de tiro, la mayoría de las veces sólo; pues Lee-Won estaba atareado con los encargos de Warghost y el profesor Evans había estado recluido en su habitación, recuperándose de un fuerte estado gripal, según le había dicho Darius, desde hacía casi quince días.
Después de unas prácticas de tiro de infructuosa labor, Rémona se había hecho cargo del discípulo. La primera tarea asignada fue, en las propias palabras de la joven, “concentración”.Lo ubicó a Tthor cerca de la chimenea de un salón olvidado, lleno de polvo y con algunos muebles cubiertos por sábanas blancas. Lo hizo sentarse con la espalda erguida, apoyada en una pared, con las piernas cruzadas. Le dio un espejo cuadrado de mano y le pidió, con un tono más dulce que el del profesor Evans, que lo observara y le dijera lo que veía.
- ¿Qué s…se supone que de…debo ver?
- Tú dímelo…- le contestó la joven mientras se marchaba- Volveré en media hora, a ver qué has logrado.
Lo que menos hizo Tthor fue concentrarse. Al principio se miró al espejo y como no se sentía cómodo con su imagen, lo dejó a un lado y comenzó a divagar con sus pensamientos: el profesor Evans y su disgusto hacia él, la carta de Wilgenyna que había llegado esa misma mañana – lo que le causó a Tthor más nostalgia que alegría- Murk, aquel nuevo amigo que tenía y quien también le había escrito. Y ,sin poder evitarlo, se le volvió a colar en sus pensamientos la mirada de desprecio del profesor Evans. De repente, un sonido que parecía provenir de una pequeña puerta lateral lo puso de pie, casi de un salto. Dos voces bajas, una de ellas familiarmente gutural, lo mantuvieron en alerta. Caminó hacia la puerta y trató de oír la conversación que provenía del otro lado.
- No me hagas repetirlo. Sabes que pierdo la paciencia con rapidez.- dijo la voz conocida.
A Tthor no le quedó dudas de quién hablaba: era el profesor Evans.
La otra voz respondió casi en un susurro:
- Sí, mi Señor, como usted diga.
- Consigue lo que te pedí. Y deja de perder tiempo con el muchacho. Ya te he dicho que él no es el heredero. Cuando consigas lo que te pedí, el Señor de la Oscuridad te recompensará.
Contrario a su voluntad de quedarse y seguir escuchando, Tthor tomó la decisión de irse o correría el riesgo de ser descubierto. Así que se escabulló por una escalera lateral y subió cada peldaño, tratando de hacer el menor ruido posible.
Miró hacia abajo y vio sombras que se alejaban en silencio. Pudo confirmar que uno de ellos, el más alto, era Persseus Evans. Trató de aguzar la vista para descubrir la otra identidad. Y por primera vez agradeció tener vista infalible en la oscuridad. Vio con toda claridad un rostro arrugado, poroso, rodeado de una cabellera larga, revuelta y unos ojos apenas entre-abiertos, negros, profundos y fríos; un frío que le heló la sangre a Tthor. Aún con todos los detalles vistos, no lo supo reconocer. Sabía que lo había visto antes, pero no recordaba dónde. Sintió el impulso de seguirlo. Esperó a que el profesor Evans se alejara por un pasillo lateral y avanzó a paso sigiloso.
Tthor nunca había estado en aquella parte de la abadía. Lo único que sabía era que por allí se accedía a las catacumbas y la mayoría de las cámaras y pasillos estaban inundados. Dudó un poco ante esa perspectiva pero terminó por avanzar con decisión al ver que aquel hombre ya se perdía de su vista. No sabía porqué pero sentía el impulso de seguirlo. Bajó una escalera caracol y siguió por un recoveco angosto. Podía sentir el agua a la altura de sus rodillas. Se tapó instintivamente la nariz por el olor putrefacto que lo invadía todo.
Mientras avanzaba, arrastrando los pies, se preguntaba qué estaría buscando ese hombre allí abajo. Un par de pasos más y sintió que el pie se le enredaba con algo. Tiró de él pero no logró zafarse. Levantó la vista y vio que el extraño había desparecido en una bifurcación. Se mordió nervioso el labio mientras hacía fuerza para destrabar su pie. Con cada movimiento parecía atascarse más.
De repente, un ruido detrás suyo lo hizo sobresaltar. Un miedo visceral lo convenció de que el profesor Evans tal vez lo había estado siguiendo. Se dio vuelta de golpe preparado con su puño cerrado para pegarle lo más fuerte que pudiera. Vio un bulto que se le acercaba y le lanzó un puñetazo que, afortunadamente, salió sin fuerza.
- ¡¡¡Tranquilo, Tthor!!! ¡Soy yo!
La cara de Lee-Won surgía de la oscuridad con los ojos negros desorbitados y la nariz arrugada por el olor fétido que los rodeaba.
- ¡¡¡Lee-Won!!!- suspiró Tthor aliviado- ¿Qué ha…haces acá a…a…abajo?
- Buscando un redondel cuadrado.
Tthor rió divertido.
- Mi pie se atoró.
- Ése no es nuestro único problema.- dijo el joven mientras se agachaba y sumergía las manos con expresión de profundo asco- ¿Te diste cuenta de que el nivel está subiendo?