El Profesor Evans tardó unos minutos en entender lo que Rémona, Darius, Lee- Won y Tthor le decían, todos hablando al mismo tiempo, con complicados ademanes y onomatopeyas incluidas.
Cuando los cuatro parecieron parar, para tomar aire, Persseus Evans levantó las manos para pedir calma. Todos enmudecieron, expectantes y miraron a Evans, quien pareció tomarse todo el tiempo del mundo para acomodarse la cinta negra que sujetaba su cabello largo y lacio en una prolija cola de caballo.
Luego miró al grupo, levantó su ceja izquierda y dijo, señalando a cada uno, a medida que decía:
- ¡Afuera! ¡Afuera! ¡Afuera!
Rémona arrugó la nariz, ofendida. Dio media vuelta y se marchó sin decir palabra. Darius acató la orden de bastante mala gana, pero evitó mostrarse indolente. Lee- Won clavó sus ojos en Tthor y no se movió hasta que éste le devolvió la mirada y asintió sutilmente. Entonces se encaminó al pasillo, donde los otros dos lo esperaban ansiosos.
- Cierren la puerta pero no se alejen demasiado. Tengo que revisarlos a los tres.- ordenó el Profesor Evans.
Y así fue como, mientras le aplicaba las curaciones necesarias a cada uno o simplemente los revisaba, los fue interrogando sobre lo sucedido. Para cuando llegó la hora del almuerzo, tenía tantas versiones distintas de la misma historia que ni los Blumber ni él llegaron a saber a ciencia cierta qué era lo que realmente había sucedido.
Pero lo más importante, en lo que todos concordaban, era la recuperación casi milagrosa del joven Tthor. Y tal era la felicidad de todo Warghost que, en tiempo récord, se hicieron todos los preparativos para, al día siguiente, practicar “la más noble de todas las tradiciones”, originada por supuesto, en los tiempos de Orffelios y de las que sólo podían participar los Asís, con sus séquitos de sirvientes, claro está.
- ¡Tiro al pichón!- anunció Darius.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!- preguntó Tthor bastante confundido aquella tarde, mientras se probaba la ropa especial que Darius le daba, destinada a la práctica de esa tradición.
- Tiro al pichón, la más noble de todas…
-…las tradiciones…Sí, sí, ya me lo han dicho.- lo interrumpió Tthor, probándose una camisa blanca con volados en el cuello y en las mangas, la cual era por lo menos tres tallas más grande que su cuerpo delgado.- ¿Significa que tendré que dispararle con arco y flecha a un pichón?
Darius negó con la cabeza, mientras le pasaba otra camisa igual de grande que la primera pero con más volados.
- No con arco y flecha. Con fusil…
Tthor lo miró sorprendido y preguntó con bastante aprehensión:
- ¿A un pichón de qué tendré que dispararle?
- A un pichón de Roc. – contestó Darius.
- ¡¿Por qué?!- se indignó Tthor- ¿Por qué tengo que matar a un ave que no me ha hecho nada?
- Porque…es una tradición.- balbuceó Darius como si eso zanjara la cuestión.
- ¿Y después se lo comen?
-¡¡¡Claro que no!!!
- No puedo dispararle a un ave y mucho menos si esa ave es recién nacida.- afirmó Tthor, categóricamente.
Darius lo miró incrédulo.
- ¿Y a qué preferirías dispararle?
- A nada…A nadie…- respondió Tthor, arrollando la última camisa a un costado sin siquiera probársela.
Darius lo interrogó con la mirada. Tthor no pudo soportar al único ojo del hombrecito clavado en él así que se encogió de hombros y dijo:
- Si tuviera que dispararle a algo sería sólo por defensa personal, a por ejemplo… un lobo fenrir.
Lee- Won, quien acababa de entrar en ese momento, estuvo de acuerdo con las palabras de Tthor y asintió con energía.
- ¡¿Un lobo fenrir?! No hay un solo lobo fenrir en todo Meaghdose, ni en sus alrededores, desde hace por lo menos setenta años.
Tthor y Lee- Won se miraron con complicidad. Tthor sonrió con disimulo mientras Lee- Won se puso a silbar.
Esa noche, nadie en Warghost durmió demasiado. Cada uno padeciendo insomnio por causas diversas.
Rémona, por ejemplo, daba vueltas en la cama, molesta con sí misma, con Murk y con el mundo entero. Durante las horas diurnas se había mostrado entera, inmutable, despreocupada. Pero en la noche, en la soledad de sus aposentos, un dolor muy fuerte en el pecho, la invadió haciéndole difícil hasta respirar. Nadie conocía demasiado bien su historia con Murk. Pero ella sí. Y al verlo, se le removieron en su interior tantos sentimientos contradictorios que no sabía cómo manejar.
Los Blumber, por su parte, no lograban conciliar el sueño. Por lo que Ellysa y Darius tampoco pudieron descansar, yendo y viniendo, cumpliendo con sus trabajos, sin mostrar la menor objeción.
Lee- Won estuvo toda la noche pensando en ir al cuarto de Tthor para cerciorarse de que estuviera bien y no necesitara nada. Pero cada vez que amagaba con levantarse, cambiaba de opinión y se volvía a tapar hasta la cabeza con la única manta agujereada, color marrón, que había heredado de sus hermanos mayores.
Tthor estaba tan desvelado que ni siquiera se había tomado el trabajo de ponerse el camisón con encajes- que era una tradición- y acostarse. Se había ubicado en el alféizar de la ventana, con los ojos circundando el paisaje nocturno. Varias veces le pareció ver sombras que se movían por aquí y por allá pero cuando fijaba bien la vista, no eran otra cosa que estatuas, que no recordaba haber visto antes en aquellos lugares. En más de una ocasión, pensó en abrigarse un poco e ir a buscar a Lee- Won pero cambiaba de opinión cuando recordaba que las tareas de su joven amigo eran variadas y para nada sencillas, así que prefería dejarlo descansar.
El único que parecía dormir de a ratos era el Profesor Evans. Pero cada vez que lograba conciliar el sueño, caía siempre en un torbellino de imágenes desordenadas y oscuras para terminar reviviendo la noche en la que quien había sabido ser su mejor amigo, Samej, terminaba asesinado en manos de un enemigo cruel e impiadoso. Se despertaba sudando y temblando y se quedaba allí, hundido en el colchón de plumas, inmóvil hasta que el sueño volvía a vencerlo.