Tthor llegó casi sin aliento al rellano del tercer piso. Aún tosía bastante y le costaba respirar. Había tragado mucho humo y sentía la boca caliente. Pero se sintió peor al ver la puerta del desván abierta de par en par.
- ¡Asmodeus!- gritó Tthor mientras entraba atropelladamente.
La sala pequeña estaba vacía. El viejo demonio no estaba ni tampoco sus cosas ni mucho menos el pequeño plato verde jade en el que solía comer.
- ¿Por qué no lo tomé cuando me lo ofreció tantas veces?- se preguntó a sí mismo Tthor mientras observaba la línea borrada de sal en el piso.
- ¡¡¡Tthor!!! ¡Estás aquí!
La voz de Noel lo sobresaltó.
- ¿Has visto a Asmodeus? Él se…ha ido.
- Tenemos otro problema, Tthor.- dijo la niña con lágrimas en los ojos- ¡Se llevaron a Lee-Won!
-¡¿Qué?! ¿Quién?
- No sé quién, - dijo Noel temblando de pies a cabeza- pero sí sé a donde…
Mientras subían a tropezones una escalera caracol, Noel le fue contando a Tthor, de manera algo atropellada, lo que había pasado:
- Estábamos en los establos, buscándote, cuando alguien…apareció. Tenía la cara tapada…y llevaba una antorcha encendida. Preguntó por ti y al decirle que no sabíamos dónde estabas…comenzó a reír. Lo tomó a Lee-Won del brazo y lo arrastró hasta el patio, mientras me repetía que te dijera que te estaría esperando…Yo no sabía qué hacer y me puse a gritar, a pedir ayuda.
Noel se estremeció al recordar todo aquello. Respiró profundo y continuó:
- Lee-Won trató de golpearlo con una caja que tenía en la mano. Pero el extraño se la arrebató y se llevó a ambos…
- ¿Una caja?
- Sí, Tthor, ¡tu caja de “tesoros”! Los seguí hasta aquí pero para cuando logré subir las escaleras ya no estaban. Este pasillo sólo tiene una salida pero no volvieron sobre sus pasos, no sé cómo pero desaparecieron…
A estas alturas la niña no pudo controlarse más y comenzó a llorar desesperadamente. Tthor la tomó de las manos, las que estaban frías y temblorosas, y la obligó a mirarlo.
- Te prometo que no le va a pasar nada. Tienes que calmarte. ¿Confías en mí?
- Sí…- susurró la niña con voz débil.
Tthor miró entonces el pasillo que se extendía frente a él. Lo conocía muy bien. Muchas noches de sonambulismo lo habían llevado hasta aquel lugar, inexplicablemente. Al despertarse, al amanecer, se encontraba siempre parado frente a los tres cuadros, tarareando los versos favoritos de Wilgenyna y sin saber cómo o porqué había llegado allí.
Pero ahora, por alguna extraña razón, Tthor sabía lo que tenía que hacer. Debía de haber una puerta secreta u oculta por algún lado. El niño miró los cuadros fijamente y sin saber porqué, comenzó a tararear aquella vieja canción que su prima le cantaba en las tardes lluviosas o en las noches tempestuosas o cuando la piel le ardía tanto por el sol que el dolor no lo dejaba respirar:
“Ni los desiertos más profundos,
Ni las tormentas más aterradoras,
Ni mil azotes de vientos fuertes,
Harán que me aleje de ti.”
- Aquí está el desierto…y en ése está la tormenta.- dijo Noel sorprendida y extasiada por la dulce voz de Tthor- Y en este cuadro están los vientos fuertes…
Tthor rozó con sus dedos los marcos trabajados de las pinturas y continuó la canción:
“Y tomaré tu mano
Y te llevaré a ese lugar
Donde todo comenzó una vez
Y donde nuestras quimeras
Podrán renacer.”
- ¿Qué es una quimera?- se preguntó Tthor.
- Es…¿un deseo imposible?
Tthor miró otra vez las pinturas y se detuvo en los animales allí representados y entonces lo supo. En un arrebato nervioso, descolgó los marcos y los bajó con cuidado.
- Una quimera, según Wilgenyna, tiene cabeza de león- dijo Tthor mientras colgaba el cuadro que antes estaba en el medio, ahora en el extremo izquierdo- cuerpo de cabra…- añadió poniendo el cuadro en el clavo del medio- y…cola de dragón…- y acabó colgando la tercera pintura en el extrema derecho.
Dio un paso hacia atrás para observar el nuevo orden. No tuvo tiempo de contemplar demasiado pues un fuerte sonido proveniente de una pequeña puerta que había a un costado los sobresaltó. Los dos se acercaron con recelo para ver que lo que antes era sólo un agujero en la pared ahora era una entrada que crecía hacia los costados y hacia arriba, con una especie de humo negro que parecía devorarse los ladrillos en silencio.
Tthor miró a Noel y sonrió. Sin perder tiempo se metió por una entrada de más de dos metros pero se frenó en seco.
- ¡Tú quédate! Y busca ayuda. Diles dónde estoy…
- ¡No! ¡No iré a ninguna parte!- Noel se cruzó de brazos y lo miró tercamente.
Tthor sintió que solo perdería un tiempo valioso si trataba de convencerla así que accedió de mala gana.
Se metieron a través del denso humo, que para sorpresa de Tthor, no tenía olor alguno. Noel miró hacia el pasillo por última vez justo cuando vio que los cuadros se habían cambiado a sus lugares originales. Sintió un nudo en el estómago al pensar que detrás suyo la entrada se estaba cerrando. Pero respiró varias veces y siguió a Tthor por lo que ahora era un pasillo cada vez más angosto. La oscuridad era paralizante.
- Adelante hay otra puerta y está abierta…- le dijo Tthor.
- ¿Cómo lo sabes?- susurró Noel.
- Puedo ver en la oscuridad.- contó Tthor orgulloso de sí mismo.
Luego de varios metros de avanzar en la oscuridad, llegaron a la puerta que Tthor había visto. Al traspasarla, se encontraron en una habitación circular con tres puertas altas y negras.
Siguiendo su instinto, Tthor abrió la de la izquierda y vio, con asombro, una escalera de piedra iluminada con antorchas a cada lado, que bajaba sin poder verse a dónde conducían. Tthor le pidió a Noel que se quedara allí, pero la niña se sujetó a su brazo con ambas manos, como toda respuesta y comenzaron el descenso.