Tthor, todavía con una sensación de aprehensión en el cuerpo, se separó de Darius, en el camino principal y corrió hasta la casa de los Yalfom. La despedida fue bastante difícil, sobre todo para la pequeña Lily quien no paraba de llorar. Tthor la abrazó varias veces y tuvo que prometerle que le escribiría todas las semanas.
Llegó a Warghost corriendo. Luego aminoró la marcha y se puso a caminar con las manos en los bolsillos.
- ¿Dónde está Darius?- preguntó Tthor a Lee- Won.
- Es día de pago de jornales, seguro está con los Blumber.
- ¿Día de pago?- Tthor se sorprendió.
- Sí,- dijo Lee- Won sonriendo- pero no te emociones , sólo los sirvientes adultos cobran sueldo, los menores, no.
- Trabajamos por la excelente comida…
- Y no olvides las cómodas camas…- bromeó Lee- Won, mientras veía a Noel acercarse por un pasillo- ¿Me escribirás?
- Claro que sí, ¿Y tú? ¿Tienes dinero para los canopus?- dijo Tthor preocupado.
- No te preocupes, mi madre ha compartido algo de su sueldo conmigo.- susurró Lee- Won.- Aquí tengo unas monedas.
Y al verlas, el semblante se le transformó y salió disparado hasta las caballerizas, seguido por Lee- Won y Noel.
Sin meditarlo demasiado, Tthor corrió por el pasillo desierto hasta los dormitorios atrás de las caballerizas. Allí encontró al herrero, doblando una manta y colocándola en un viejo bolso de cuero gastado.
- ¿Se va?
- Sí,- dijo Rize Fen- me iré de Meaghdose. Nunca seré bienvenido en este lugar.
Tthor estiró luego su mano, ofreciéndole la bolsa con las treinta monedas de plata.
-Esto le servirá para iniciar una vida nueva. No pregunte nada. Sólo tómelo y váyase. Ah, y llévese esto también.- le dijo Tthor, hurgando debajo de su colchón roto y sacando la espada que había encontrado en los niveles subterráneos de Warghost.
El herrero abrió grandes los ojos, frente a semejante revelación.
- ¡Es la espada flamígera!
- Necesito que la repare, si es que se puede. Tendré que prepararme. La próxima vez, Ördel Domtrov no me lo hará tan fácil, quizá ya sepa quién soy…
Lee-Won, Darius y Noel acompañaron a Tthor y a su madre hasta la estación de trenes de Meaghdose, al caer la tarde. El joven les hizo prometer que cuidarían de la huerta y de Asmodeus hasta su vuelta y que se mantendrían comunicados por carta lo más asiduamente que pudieran. Se dieron un abrazo grupal. Noel le regaló una caja grande de choco-telarañas, para el viaje y Lee- Won , en un impulso, le dio otro abrazo.
- No te olvides de mí…- le imploró en un susurro.
- Ni en mil vidas.- le dijo Tthor, mirándolo fijamente a los ojos.
Y se trepó al tren de carga, que solo tenía un par de vagones adaptados para pasajeros. Todavía sentía la dulzura de las palabras de Lee- Won. Se sentó en el asiento de enfrente a su madre, la que ya se había instalado y había abierto un libro, en clara señal de que no tenía intenciones de hablar durante el camino.
Tthor observó, por la ventanilla sellada, todo el amplio paisaje que se abría frente a él. El tren se movió primero con letargo para luego adquirir un velocidad constante. Comenzó a serpentear colina abajo, dejando atrás, en la estación verde y roja a sus nuevos amigos que todavía saludaban con sus manos desde el andén, hasta que se perdieron en una curva marcada. Justo cuando la curva parecía acabar, Tthor vio la figura de un perro negro, parado en el medio de un camino y parecía tener sus ojos rojos clavados en el muchacho. El tren se bamboleó un poco y tomó un camino recto. El niño volvió a mirar pero el perro ya no estaba.
Tthor respiró profundo y se dejó caer en su asiento, sintiendo en su cuerpo delgado toda la acumulación del cansancio de los últimos meses. Por lo que le bastó con cerrar los ojos para quedarse profundamente dormido.
El viaje fue rápido y sin inconvenientes. Por alguna razón, Tthor nunca se descomponía en los viajes en tren. Aunque no le gustaban demasiado, pues el movimiento y la forma de los vagones que, según Tthor, se asemejaban a una serpiente, lo ponía bastante aprehensivo.
Ya había caído la noche cuando llegaron a Viper Tive Rd. Tthor caminó nervioso los pocos metros que faltaban hacia la puerta principal, justo cuando Wilgenyna aparecía, cojeando con dificultad, y algo tímida por la puerta entreabierta. Tthor soltó su baúl y corrió hacia ella. Con fuerzas renovadas, la levantó con ambos brazos por la cintura, la hizo girar en el aire y se fundió, luego, con ella en un abrazo interminable.
- Tthor, ¿me extrañaste?- preguntó Wilgenyna, rendida completamente al calor del abrazo del muchacho.
- Siempre te extraño…- le respondió él con voz dulce y varonil.
Y una brisa suave los envolvió, cómplice de un reencuentro largamente esperado.
De repente, la imagen de ambos se turbó para luego desaparecer. La banshee revolvió con su larga uña negra el cuenco en el que estaba viendo la escena. Se acomodó sobre un tronco seco y respiró con serenidad. Levantó la vista y vio con ojos fijos la abadía de Warghost que brillaba en la cima de la colina, con sus atalayas encendidas, frente a un cielo carmesí que comenzaba a salpicarse de estrellas. Un sonido a ramas rotas, se escuchó a sus espaldas pero la banshee no se sobresaltó.
- Te estaba esperando…-dijo sin quitar su vista de la abadía.
Un gran perro negro se acercó a ella y se sentó a su lado dando un par de ladridos como saludo.
- La próxima vez, no será tan fácil para Tthor Prayer.- dijo la banshee.
- No, no lo será.- aseguró el profesor Evans, mientras se le transfiguraba aún una parte del rostro y las orejas se le cambiaban de can a humano.- Pero esta vez, estará mejor preparado.
- Los tres grandes del Cielo ya no están alineados.- declaró Bean, mientras miraba el firmamento en todas direcciones.
- Eso significa que tendremos un período de calma.
- Sí, pero luego de la calma siempre viene la tormenta. Ördel Domtrov está más fuerte. Puedo sentirlo.