Han pasado algunos años en el pueblo de Malal-Hue, el invierno estaba a pleno, las hojas de los árboles ya no los vestían, se veía un paisaje gris y blanco… Muy frío por la nieve que cae casi a diario en el lugar. Por encima de cada casa desde el exterior, podía verse el humo escapándose por sus techos, a causa de la leña quemada en el interior para calefaccionar cada rincón del hogar…
-¡Qué rápido creciste, mi niña… Pareces una rosa florecida, hermosa! Ese vestido que te hizo la costurera te queda precioso… ¡Pareces una princesa!
-¡Gracias, mamita!, respondió Alma.
-¡Vamos, pequeña, ya llegaron los invitados!
-¡Sí, papito… Estoy lista!
Alma baja, uno a uno, los peldaños de la hermosa escalera del salón que alquilaron sus padres para celebrar su cumpleaños número 15. Alma era la adolescente más hermosa que nunca había existido, era como ver una aparición angelical. Su vestido aprincesado, de color marfil, la hacía parecer un ángel del cielo, literalmente. Con maquillaje y peinado muy sutil, hacía el complemento perfecto del vestido de princesa que Alma vestía para tan linda ocasión.
Para la celebración, fueron invitados todos los familiares de sus padres y amigos cercanos, tanto de ellos, como de la homenajeada. Todos los invitados habían esperado con ansias esa fiesta, pues, sabían que sus anfitriones no iban a escatimar en dinero y esfuerzo para celebrarle el cumpleaños a su única y adorada hija. Aunque sus padres no eran adinerados, ellos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para mantener feliz a su pequeña, y a pesar de no contar con el dinero como el que tendría un empresario para organizar de manera elegante el cumpleaños de su hijita, se las ingeniaron para que todo saliera a la perfección. Cabe destacar, que muy poco le importaba a Alma si sus padres no le celebraban sus 15 años, pues, es una niña muy sencilla y sabía que sus progenitores trabajaban muy duro para darle todo cuanto ella necesitara a diario…
Cuando Alma termina de pisar el último escalón, hace un paneo de todo el lugar. Ve a toda su gente querida y apreciada, y…Por supuesto, vuelve a ver los ojos castaños de su primo Mateo, quien ya contaba con 21 años, y era todo un caballero jovial.
La celebración fue a todo dar. La cena fue exquisita, la música… Mejor imposible, cada uno de los invitados se sentía satisfecho con lo que sus anfitriones les ofrecieron para compartir esa noche tan especial con su pequeña.
Aun cuando Alma no dejaba de bailar toda la noche con sus amigos, algo le inquietaba…Su primo Mateo. Él se la pasó sentado toda la noche, tomando champaña, mirándola de una manera que ella misma no sabía cómo interpretar. No se había acercado a ella en ningún momento de la fiesta para felicitarla, ni para bailar. Eso, de algún modo, la entristecía y ella no sabía el porqué.
Ya muy cercano al momento de cortar el pastel, Alma ve cómo Mateo recorre el pasillo central del salón, para acercarse a ella. De repente, sintió cómo sus manos expelían sudor sin control, y, su corazón…
-¡Hola, hermosa! – Mateo saluda a Alma. Este llevaba un traje de diseñador, muy fino que le daba un porte y garbó de hombre muy distinguido y de sociedad. Estaba hecho todo un churro, por la edad en la que ya estaba… Guapísimo, y, vistiendo en ese traje de etiqueta parecía un príncipe de cuentos.
-¡Mateo! ¿Cómo estás?, -contestó Alma.
-Ahora mejor, pues te tengo cara a cara.
-¿Por qué no me habías saludado antes esta noche?, ¿Te pasa algo?
-¡No! Solo que no me sentí bien al llegar acá esta noche.
-¡Ah, sí! ¿Y eso por qué será?
-¡Supongo que quedé abrumado con tu belleza! ¡Aún no puedo creer lo hermosa que te has puesto!
-¡Bueno, tampoco es para tanto… Soy una chica con una belleza normal!
-¡Pues, no! ¡Eres más bella de lo que crees y sé que en algún momento, si es que no ha llegado ya, vas a conocer a alguien que quiera conquistarte y se llevará de ti lo más hermoso que tienes, tu dulzura y candidez!
-¿Pero…Qué dices, Mateo? ¡No, no he conocido a nadie que me interese como hombre!
-¡Ya llegará, mi hermosa florecilla!
-¡Bueno, pero si llega no quiero tener nada con ese!
-¡Y… ¿Por qué, si se puede saber?! -Preguntó, Mateo con especial atención.
-¡Por nada… Son cosas mías, Mateo! ¡No seas curioso!