-¡Mateo, por favor… No te vayas!
-¡Déjame en paz, Raquel…Ya lo nuestro no puede ser! ¡Me juraste que siempre ibas a amarme y ya ves lo que hiciste! – Contestó Mateo a su pareja del momento.
-¡Yo no lo hice con intención de dañarte, mi amor… Perdóname, anda!
-¡Cállate! ¡No lo digas, por favor! Yo no soy lo que piensas. –Alegó Raquel.
Y con un portazo Mateo dejó a su pareja detrás, no entendía qué pudo haber hecho mal para que ella le pagara así. No era justo que él, quien tanto dedicó a su hogar, a hacerlos feliz tanto a Raquel como a su pequeño Sebastián, fruto de esa última unión, sería objeto de la traición que ella le hacía, y menos de ese modo… Con su jefe de área en el hospital donde trabajaba desde hacía siete años.
Mateo subió al único tren que lo llevaría a su pueblo natal, Malal-Hue, y donde sabe que está la única mujer que jamás podría hacerle semejante jugada.
En las largas horas que demoró el tren en llegar a Malal-Hue, Mateo pudo serenarse y pensar en frío lo que haría desde ese día en adelante. Recordaba con mucho amor a su Alma, la mujer que era la verdadera dueña de su corazón y a la que había dejado por temor a la reacción de la familia que ambos compartían y a la sociedad misma de su pueblo. Pero lo que más lo llevó a no querer ni a escribirle a su Alma, fue lo último que ella misma le dijo en su encuentro final hace 9 años, en la despedida… En la única y última vez que los dos se amaron en cuerpo y alma.
Mateo se sonríe al recordar esa hermosa tarde de otoño y en ese instante, se asoma una lágrima por lo que piensa sin cesar, diciéndolo mentalmente para que su vecino de asiento no se diera cuenta de lo que estaba a punto de gritar con todas sus fuerzas… ¡MI VIDA ES UN DESASTRE!