Los martes para Daysi comenzaron a tener un ligero matiz rosa. De hecho, el reloj se volvía sumamente hermoso cuando las manecillas se acercaban al número cuatro.
Se despertó más temprano de lo normal, una hora antes de las seis para poder arreglar su desmarañada melena.
La noche anterior pidió que plancharan su uniforme y organizó sus maquillajes en el tocador para que a la hora de arreglarse antes de ir a clases pudiera hacerlo sin problema alguno.
Los primeros rayos de sol se asomaron por su balcón y una empleada de servicio tocó a la puerta dos veces, eso le avisaba que era momento de bajar a desayunar.
—¡Voy! —gritó.
Con eso era suficiente para que la empleada estuviera enterada que ya estaba despierta y lista para bajar a desayunar.
Daysi comenzó a recoger el maquillaje y lo guardó en un estuche plateado, se observó por última vez en el espejo y dejó salir una risita un poco tonta.
Thiago y Marilyn acordaron con ella ir a buscarla después de clases para ir juntos al grupo de lectura. Esa era su razón para esmerarse tanto en arreglarse antes de ir a clases.
Era la primera vez que las cejas de su padre de alzaban al verla. Era la primera vez que el hombre veía a su hija tan bien cambiada para ir a clases.
Daysi se sentó en su puesto alrededor de la mesa de comedor mientras daba los buenos días. La señora Eliana observaba a su hija con un aire de felicidad y tranquilidad. Su hija estaba creciendo y se convertía en una hermosa jovencita.
—¿Hoy hay algún evento especial en el colegio? —preguntó su padre.
—No —respondió Daysi.
—Te vez hermosa, hija —elogió su madre.
Daysi ladeó una sonrisa mientras veía a su mamá.
La joven intentó pasar desapercibida en el colegio, justamente como lo hacía en esos días. Pero las miradas de algunos estudiantes curiosos se clavaron en ella, sonreían, reían y murmuraban algo a sus amigos.
Daysi hizo un gesto de fastidio y acomodó su bolso en su espalda, observó por un momento la entrada del instituto y comenzó a caminar hacia los adentros del gigante que era su peor tormento.
Daysi se escurrió hasta el salón correspondiente a esa primera hora de la mañana y se sentó en los últimos puestos. Esperó a que la clase comenzara mientras leía un libro que tomó al azar en la biblioteca de su padre.
Para su sorpresa, aquel libro lo había escrito su padre, se titulaba “Epifanía”. Leyó la sinopsis; se trataba de una joven que podía ver en sueños lo que parecía ser su muerte, que se producía en un accidente automovilístico en el cual también moría su esposo. Pero lo extraño de todo estaba en que, para el momento en que la joven tuvo los sueños, ella era un adolescente que recién se graduaba de bachiller y no tenía novio.
A Daysi le llamó mucho la atención, comenzó a leer el primer párrafo de la novela y sintió que su piel se erizó. Era una historia sumamente atrapante.
Pasaron algunos minutos y pronto el salón de clases se llenó de estudiantes. Después se escuchó la voz de la profesora y Daysi tuvo que hacer volver su mente a la realidad.
A la salida de clases, Daysi salió apresuradamente a la siguiente para tomar lugar y no ser interrumpida por alguien. Se dio cuenta que los libros la refugiaban de las personas, la hacían vivir sumergida en una droga bien vista por la sociedad.
En el descanso, entró al coliseo y se sentó en las gradas pintadas de color verde. Sacó de su morral el libro y lo abrió comenzando a buscar la página donde había quedado.
Pasó saliva cuando en la historia había un desamor. La protagonista había sido rechazada por aquel joven. No lo entendía, se suponía que él era el amor de su vida y ella debía salvarle la vida en un futuro. Se suponía que se iban a casar.
Sintió que no estaba sola en el coliseo. Subió su mirada del libro y volteó a ver hacia su izquierda, era Den, tomaba un refresco de fresa. Se veía con una mirada triste y bastante distante.
Den tenía un buen perfil, era un chico bastante guapo, además, con su personalidad seria y algo madura para su edad, tenía un aire que atraería a cualquier mujer. Pero Daysi sólo podía ver a Thiago, para ella, no había mejor hombre que Thiago.
—¿Qué lees? —preguntó Den.
La joven se sorprendió al escuchar aquella pregunta, Den nunca hablaba con ella.
—Un libro de papá, se llama Epifanía —respondió Daysi bajando la mirada al libro.
Den rodó sus ojos hasta ella. A lo lejos no la había reconocido, hoy estaba diferente, hoy se veía como una chica normal.
Dejó sus ojos posados en ella, buscando eso que la hacía ver como cualquier chica. Claro, resaltaba a simple vista; se había arreglado para ir a clases. Los rizos de Daysi estaban definidos, su rostro maquillado con tonos naturales y ahora que leía aquel libro, se veía… hermosa.
Den bajó la mirada hasta la botella de refresco, trataba de quitar esa extraña sensación que había cubierto su cuerpo.
Volvió a alzar la mirada hasta Daysi y esta vez contempló sus lentes, la manera delicada en que su cuerpo estaba acomodado en la grada y cómo sus ojos verdes leían ágilmente las palabras del libro.
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Editado: 08.01.2025