Tu amiga, la fea [ella era fea 5]

Capitulo 8

—Bueno, yo sólo troto en el colegio, he estado en algunas competencias en los intercursos —dijo Daysi—. Pero no troto por fuera.

—Nosotros vamos al Ziruma, pero por veces tomamos la ruta vía a Minka —explicó Thiago—. Si quieres, la próxima vez nos acompañas. Yo te voy a buscar.

—¿Para dejarme como hoy? —inquirió Daysi con tono aburrido.

—Ay, lo de hoy fue culpa de la tonta que tienes al lado —aclaró Thiago—. Comenzó a dar vueltas en la casa y se nos hizo tarde.

—Bueno, de todos modos, ella debía traer a Enden —dijo Marilyn.

Den tornó rostro de confusión y volvió a plantar su mirada en Daysi, quien le sonrió de manera nerviosa.

El grupo entró al ascensor y mientras bajaban, Daysi conversaba abiertamente con los hermanos y creaban planes para esos días. Bueno, era Marilyn la que creaba planes donde incluía a su hermano, así que Daysi aceptaba impulsivamente.

Se dirigieron a la salida de la biblioteca. En la bahía caía el sol, dejando escapar los últimos rayos salmones que pintaban el lienzo azul encima de ellos.

A Den le pareció que ya era suficiente patrañas de Daysi, se estaba hundiendo con tantas mentiras. Rodeó su cintura con un brazo.

—Vamos, nos están esperando —le informó a la joven con una voz seria, pero bastante calmada.

Thiago se sorprendió al ver cómo Den tomó a Daysi, pero trató de disimularlo.

Los jóvenes se despidieron de los hermanos y se acercaron a una camioneta de color blanco que estaba parqueada a una orilla de la carretera. El chofer les abrió la puerta de los asientos traseros a los jóvenes.

Marilyn quedó con la boca entreabierta mientras contemplaba aquel auto lujoso.

—¿Cuál es la marca de esa camioneta? —le preguntó a su hermano.

—Ford Explorer de último modelo —respondió Thiago.

—Esa es la que vio mi papá y habló toda la semana de ella, ¿verdad?

—Sí, pero la que él quería era gris.

—Ellos están forrados en dinero…

—Parece que sí.

Daysi mordió su labio inferior al estar dentro de la camioneta, llevaban alrededor de diez minutos en silencio y Den no había dicho ni una sola palabra.

—Enden… —llamó— por favor, no le digas a nadie sobre lo que viste hoy, ¿sí?

—¿Por qué intentas ser otra cuando estás con ellos?

—Tú no lo entiendes…

—Para nada, parecías otra —confesó—, no puedo entender el por qué lo haces.

—Les agrado.

—¿Es en serio, Daysi? —Den respingó las cejas—, ¿lo haces para agradarles?, ¿desde cuándo a ti te importa ese tipo de cosas?

—Por favor, en el colegio soy la loca subnormal que nadie quiere tener cerca, en mi casa soy la sobreprotegida de mis padres y el único espacio que tengo es este, aquí puedo ser yo.

—¿Te parece que esa eres tú? —Den negó con la cabeza—, ¿desde cuándo te gusta trotar?, ¿en qué momento estuviste en una competencia de los intercursos?, ¿cuándo tus padres te dejarían ir a una fiesta y quedarte allí toda la noche?, ¡por favor, es una farsa!, esa no eres tú.

—Tú no me conoces.

—Te conozco lo suficiente para saber que esas son puras patrañas, joder.

—Por favor, dime que no le vas a decir a nadie.

—No te preocupes, ellos se darán cuenta cuando no puedas ir a la fiesta y no seas capaz de correr un metro en el Ziruma. Terminarás yéndote en vómito cuando intentes ejercitarte con ellos. No, de hecho, cuando te pongas la ropa deportiva que habrás comprado notarán que no tienes cuerpo de atleta.

Daysi tragó en seco y respiró hondo.

—No tenías necesidad de decir eso, Enden —dijo con tono triste.

—Intento hacerte entrar en razón, Emy.

—Ya lo tengo muy claro.

—Entonces, ¿por qué lo haces?

—Porque son los únicos amigos que tengo.

Las palabras de Daysi quedaron grabadas en la mente de Enden, toda la tarde meditó sobre cuánta soledad debía tener una persona para querer cambiar su esencia y encajar en una sociedad.

Sintió una ligera necesidad de hablar con Daysi, pero no tenía alguna excusa para hablar con ella. Se sentó en la orilla de su cama, observando frente a él un viejo libro que nunca había logrado terminar de leer reposando en el escritorio del computador de mesa. Extendió su brazo izquierdo y lo tomó, comenzó a hojearlo. Siempre le pareció sumamente aburrido, bueno, al menos esa era la primera impresión que tuvo.

De repente, una hoja de papel se deslizó del libro y cayó en el piso. Enden la reparó por unos segundos y la tomó.

“Una historia donde no haya amor pasional” decía en el papel. Enden frunció el ceño mientras trataba de recordar el por qué había escrito aquello.

Daysi no sabía el por qué Enden estaba de pie en aquella sala, observándola sin saber sus intenciones, sosteniendo aquel libro de cubierta oscura. ¿Eran amigos?, ¿debía seguir tratándolo con amabilidad?




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