Tu amiga, la fea [ella era fea 5]

Capítulo 14

Daysi pasó la página del libro y apoyó un codo en la mesa de cristal. Se encontraba en la biblioteca para su reunión con el grupo de lectura.

Por alguna razón que no sabía, todo el grupo estaba demorando en llegar. La sala de investigaciones estaba desierta, pero a ella le gustaba aquel silencio, el libro que estaba leyendo la tenía sumergida en un mundo medieval de un amor imposible entre dos príncipes de dos reinos enemigos.

Era tanta su concentración que no escuchó que alguien había entrado en la sala.

—Daysi —escuchó a sus espaldas.

La joven alzó la mirada del libro y acomodó con su dedo índice derecho sus lentes negros. Se sorprendió al ver el rostro de Thiago muy cerca de ella. Instintivamente echó un poco su cabeza hacia atrás para así tener más espacio personal.

Thiago desplegó una sonrisa y sus ojos se achicaron con este acto, algo que le pareció sumamente hermoso a Daysi.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el joven.

—¿Co-cómo que qué hago aquí? —inquirió Daysi—, vengo a la reunión.

Thiago se sentó al lado de la chica y puso dos libros sobre la mesa, uno encima del otro.

—Es un gran problema el que no tengas celular —le dijo mirándola fijamente—, ¿cuánto tendrás uno?

—No lo sé —respondió la chica y dejó salir un suspiro—. El día en que mis padres se dignen a darme uno.

—¿Por qué no te lo han dado?

—Es un tema del que no quiero hablar.

El joven observaba a Daysi con intensidad. Estaba vestida con un jean alto, una camisa campesina de color rosado que le sentaba muy bien, y esos rizos, esos hermosos rizos que sabían adornar tan bien su rostro tierno y pulido por los ángeles.

—¿Por qué nadie ha llegado? —preguntó Daysi.

—Porque hoy no hay reunión —respondió Thiago—, el profesor lo informó por el grupo de WhatsApp. La aplazó para mañana, así que tenemos clase mañana y pasado.

Daysi entreabrió sus labios y después apretó con fuerza su mandíbula. Cerró el libro y lo tomó para después levantarse. Se sentía avergonzada y el que Thiago se estuviera riendo empeoraba las cosas.

—¿Enden no te avisó? —preguntó.

—No, no lo hizo —soltó la joven un poco enojada.

Thiago se levantó y acompañó a la joven a la salida de la biblioteca. Ella se dio cuenta que era la primera vez que estaba a solas con aquel chico y eso la hacía sentir un poco tímida, bueno, mucho más de lo que solía ser por naturaleza.

—¿Y qué vas a hacer? —preguntó Thiago al estar afuera de la biblioteca.

Daysi volvió a suspirar al recordar que su transporte llegaría dentro de dos horas, así que debería esperar bastante.

—El chofer vendrá a recogerme en dos horas —respondió.

—Wow —soltó Thiago—, qué problema debe ser para ti el no tener celular.

—Sí… —Daysi tornó su rostro bastante aburrido.

—Vamos —sugirió el joven—, caminemos un rato. No pongas esa cara, no es un día tan malo.

—Eso lo dices porque no te ha ido de la mierda hoy —gruñó Daysi, pero hizo silencio al ver que soltó su naturaleza frente a su amor platónico.

Thiago alzó las cejas al sorprenderse por lo que había dicho Daysi, pero después soltó una pequeña carcajada mientras caminaba a su lado.

Había un gran atardecer escondiéndose en la bahía, las personas iban y venían, tomándose fotos en las estatuas de los indígenas o sentándose en la arena de la playa para contemplar la vista. Algunas gaviotas sobrevolaban por encima del agua y los ojos de Daysi iban de un lado a otro mientras observaba aquella panorámica.

—Cuando era pequeño —comenzó a decir Thiago—, la playa era mucho más grande, la arena llegaba mucho más allá y no estaba construido estos muelles. Con mis amigos veníamos a bañarnos aquí, ahora es imposible con tantas cosas que se han construido aquí.

—Yo recuerdo algo de eso, cuando era niña, con mi mamá solía venir aquí —contó Daysi—, a ella le gustaba sentarse allí —señaló una palmera—, se sentaba por horas a pensar. Yo comenzaba a correr por toda la playa, sin saber que ella estaba triste. A veces creo recordar que lloraba, pero yo era tan pequeña que no lo entendía. Después, mi mamá me dijo que estuvo un tiempo a punto de separarse de mi papá, creo que fue para esa época.

—¿Y ahora están mejor?

—Sí. Realmente, no recuerdo haber visto a mis padres discutir, bueno, no gritándose. Imagino que siempre lo han hecho cuando yo no estoy presente.

—Es mejor así. A mí sí me tocó ver a mis padres discutir, gritarse todo tipo de cosas —la mirada de Thiago por un momento se vio distante—. Recuerdo que, cuando estaba pequeño, mi madre tomó una tapa de caldero y se la aventó a mi papá cuando él estaba saliendo de la cocina.

—¡Dios mío!

—Sí, mis papás se agarraban feo… —Thiago soltó una carcajada—, daban miedo. Ahora que ya se están poniendo viejos no se tratan así, no sé si ya se cansaron o se arreglaron. Yo cuido mucho a Marilyn desde pequeña porque no quería que ella viera a mis padres agredirse de esa forma. Es feo, Daysi, yo no sabía si correr a cargar a Marilyn cuando estaba pequeña o acercarme a ellos para separarlos. —Dejó salir un suspiro— Cuando Marilyn aprendió a caminar la sacaba a pasear hasta que mis padres se calmaran y le compraba helados, desde ese tiempo tomé la costumbre de estar cerca de ella, cuidarla.




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