En menos de dos meses dejaste de ser capaz de ver al pizarrón a pesar de sentarte hasta el frente. Y no sé por qué tú no entendías por qué.
Para mí, siempre serás la niña pretenciosa que clava puñales por la espalda. Pero ni siquiera tú merecías pasar por algo así sola.
—¿No crees que necesitas lentes?
—Nah, sólo necesito dormir más. Mañana veré bien.
—No se va a quitar de un día para otro.
—Si tanto te molesta decirme qué está escrito en el pizarrón, sólo no me lo digas.
Te enojabas conmigo por decirte lo obvio.
Josué tampoco pudo ver bien una gran parte de su infancia, sufría por estar en la escuela.
Las burlas, las reprobadas, las regañinas. Dejar de tener confianza en sí mismo.
Eras fea, caías mal y desesperabas la mayor parte del tiempo. Pero no merecías pasar por eso.
No por más tiempo.
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Editado: 02.09.2019