Tú eres el hombre que quiero

Prólogo

Caín 

 

Los ojos de Celeste brillan con intensidad y no puedo evitar sonreír antes de besar su frente. Si hay una persona que amo con toda mi alma en este mundo es a mi pequeña hermana. Con apenas quince años ya roba corazones y no es de menos, yo mismo admito que mi hermana impone con solo su presencia.  

—Gracias por ayudar a que me dieran el permiso, prometo que haré caso a tus consejos—asegura emocionada. Una de sus compañeras del colegio a invitó a su fiesta de cumpleaños. Mi hermana no es la más sociable, por eso me siento alegre de que quiera ir a una fiesta. 

—Recuerda bien lo que dije, nada de chicos, nada de tomar bebida que no has visto preparar o de extraños y nada de drogas, ¿bien?—ella asiente y suspiro—ve con cuidado—Celeste me observa con curiosidad. 

—¿Como conseguiste que papá me diera permiso? Él parecía molesto conmigo—se estremece y yo simplemente le doy una sonrisa de boca cerrada. 

—Soy el favorito—bromeo y ella rueda los ojos. 

—Gracias Caín, te amo—con esas palabras me da una última mirada y la veo alejarse hasta que la puerta de la casa principal es cerrada. Espero unos minutos asegurándome de que ella se aleja, cuando sé que no volverá entonces todo mi cuerpo entra en tensión y miro hacia el segundo piso con el pánico asentado en mi vientre. 

Mamá camina teniendo una de sus mascarillas puestas, observa hacia dónde va mi mirada, yo espero en silencio que por una vez ella sea capaz de comportarse como una verdadera madre, pero solo aprieta los labios y gira el rostro en otra dirección, como siempre que pasa sucede. Siempre es mejor fingir que no ocurre lo que está sucediendo en esta casa, siempre es mejor hacerse de la vista gorda que aceptar los errores que se están cometiendo. 

Trago en seco y despacio comienzo a caminar subiendo las escaleras con lentitud, cada paso se siente como si dejara una parte de mí en las escaleras, como si de a poco lo que soy fuese desapareciendo y trato de comenzar a suprimir cualquier signo de dolor, pero mi espalda parece arder con los recuerdos. 

La puerta del despacho de mi padre se encuentra abierta, es por eso que entro en silencio mirando como se encuentra frente al escritorio esperándome. Respiro hondo cuando él da pasos hacia mí y en silencio pasa por mi lado hasta cerrar la puerta. Todo mi cuerpo se tensiona aún más con el sonido de la cerradura. 

En silencio quito mi camisa y la coloco en mi boca, para luego arrodillarme en silencio, como hago desde hace años, desde la primera vez que mi padre se atrevió a golpearme.  

—Sabes por qué hago esto, ¿no hijo?—me quedo en silencio y siento el látigo acariciar mi piel—debo recordarte que debes respetar a tu padre, además, asumiste el dolor por tu hermana, recuerda que cuando ella o tú fallan, la carga siempre será tuya Caín. No engendré un hijo inútil, tú debes servirme bien—no digo nada, solo espero en silencio que llegue el primer golpe. 

Y cuando lo hace, grito contra la tela en mi boca. En mi mente me imagino la peor forma en la que pueda terminar mi padre, el día en que por fin pueda liberarme de sus cadenas. Y soñar con ese momento, aunque parezca lejano, es lo que me da fuerzas para seguir soportando todo esto. 

Mis ganas de verlo hundido y mi hermana son la única razón por la cual aún sigo aquí, sigo aguantando dolor. 

Pero sé que algún día me desharé de él, aunque sea lo último que haga en este puto mundo. 




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