Tú eres el hombre que quiero

Capítulo 5

Linda 

 

Mis amigas sonríen mientras observan a mi novio, a los lejos lo veo fumar y hago una mueca. No me gusta cuando huele a tabaco, pero es algo que a él le gusta y es mejor no intervenir en eso. Él muchas veces gira a mirarme y yo sonrío con eso. Siempre me mantiene en su radar. 

—Tienes el novio que todas quisiéramos Linda, él es muy apuesto—me elevan el ego porque siempre consigo lo mejor. 

—Ten cuidado con las chicas que quieran robártelo—susurra otra de mis amigas, niego divertida y me levanto. 

—No hay de qué preocuparse, él me ama—es todo lo que digo y camino hacia él. Sus ojos se quedan en mi cuerpo antes de subir a mi rostro y mirarme, tomo asiento a su lado y él termina de fumar para luego girar mi rostro y darme un beso. 

El olor que tiene es desagradable, pero me reservo el comentario y solo lo miro sonriente. 

—Te tengo una propuesta—susurra—tenemos casi un año juntos, ¿te gustaría vivir conmigo?—cuestiona acariciando mis labios—no tendrías que preocuparte de nada, yo puedo mantenerte, podemos salir adelante juntos. Sabes que tengo un trabajo—aparto su mano de mi rostro. 

—Aun no me dices en qué trabajas—él rueda los ojos. 

—Un trabajo Linda, quiero tenerte en mi casa. Múdate conmigo—lo miro indecisa. 

—¿No crees que es muy apresurado?—susurro. 

—Pronto saldremos del colegio, podemos irnos juntos luego. Tú a la universidad y yo igual. Es un buen plan, nada cambiará—y comienza a meterme tantas ideas a la cabeza. 

Todos los días próximos a esa conversación él menciona lo mismo, tanto, tanto que me hace dudar, hasta que finalmente me convence y acepto. 

Fui una tonta, demasiado tonta. 

 

 

Pocas veces corro en las mañanas, por lo general eso sucede cuando mi mente está demasiado agitada y necesito descargarla de alguna manera, es por eso que ahora me encuentro recorriendo el parque cercano a mi casa con ropa deportiva. Aunque quizás eso se deba a que tengo enfado dentro de mí, el cual no he podido canalizar por completo desde esa conversación. 

La conversación con Caín. 

Desde hace algunos años he sabido manejar bien mis emociones, tanto que a veces creo que solo sabía sentir una sola, pero, desde ese bendito día en donde lo vi con esa mujer, es como si cada una de mis emociones estuvieran alteradas. De solo pensar en la cara de ese hombre siento tantas ganas de gritarle y aun no comprendo del todo el motivo. Si, odio los bastardos mentirosos que engañan a sus novias, pero no por eso voy por la vida lanzándoles veneno, sin embargo, cada vez que veo a Caín es como si una parte indeseable de mi apareciera. 

Es que lo detesto con todo mi ser. 

Cuando me siento más tranquila respiro hondo y decido que es hora de volver a casa, tengo que ducharme e irme al trabajo. 

Saludo algunas personas que residen en el mismo lugar que yo y cuando ingreso no pierdo tiempo en ducharme y hago una mueca cuando al salir me doy cuenta de que no me dará el tiempo para desayunarme, es por eso que simplemente me visto y trato de domar mi cabello que hoy está más desafiante que nunca. 

Cuando concluyo tomo mi bolso y salgo rápido para no llegar tarde, Celeste es paciente, pero sé que tengo un horario, además, no me gusta llegar tarde al trabajo. Soy muy responsable en mi puesto.  

Saludo al portero quien me detiene sacando una manaza, sonrío divertida y la tomo. 

—¿Está envenenada?—cuestiono divertida, él bufa. 

—Usted ganó la última apuesta—es todo lo que me responde y yo sonrío divertida. 

—Supongo que lo hice—me muerdo el labio—que tenga buen día—le guiño un ojo y termino de subir a mi puesto. 

Me gusta mi trabajo, siempre mantiene mi cabeza ocupada y es por eso que no espero órdenes y empiezo a trabajar, Celeste ya llegó antes de tiempo y por eso ya se encuentra en su oficina. Veo a mi desagradable compañera de trabajo lanzarme miradas envenenadas, yo solo sonrío con suficiencia porque sé que se ha encargado de esparcir chismes y rumores sobre mí luego de nuestra confrontación, no es como que me importa. 

Estoy cómoda y el día está tranquilo por lo que presiento que será un buen día, pero quizás lo pensé muy temprano porque todo lo bueno se va al carajo con el tipo que aparece luciendo como si fuese algún modelo de marca costosa. La camisa le queda de maravilla y ese pelo negro está perfectamente peinado, hago una mueca cuando sus ojos azules se pasean por todo el lugar hasta dar conmigo. Creo que no soy la única que siente desagrado cuando estamos en un mismo lugar. 

Menos luego de la conversación que tuvimos en donde dejó claro que soy una simple secretaria y así debe ser. Lo menos que quiero hacer es tener problemas o preocuparme porque este imbécil dañe mi ambiente laboral. 

—Buenos días—trato de ser amable, pero él me lanza una mirada despectiva que me pone tensa, me muerdo la lengua para no lanzar un comentario venenoso. 

—Pasaré a ver a mi hermana—menciona y procede a caminar como si él fuese el jefe del lugar. Me muevo de mi puesto interrumpiéndole el paso. El aroma a perfume caro me golpea al igual que su altura, frente a él ahora, me había olvidado de lo alto que es este hombre. 

Elevo la vista conectando mis ojos con esos azules que parecen más oscuros de lo que recordaba. 

—No puede pasar, tiene que esperar que le avise a la señorita Beckett——él bufa y me observa incrédulo. 

—¿Y una simple secretaria me impedirá que pase?—cuestiona con burla—quítate de mi camino—lo observo desafiante. 

—No, espere que hable con ella y si tanto le molesta que una simple secretaria le impida el paso puede largarse, tan sencillo como que el ascensor está esperando para que termine de estorbarnos con su maldita presencia—cierro los ojos lamentando lo que acabo de decir. 




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