"...A los que aman a Dios todas las cosas obra para bien"
Romano: 8 -28
-Cristian ¡Cristian!
-Mmm...mmm...
Cristian entreabrió los ojos. Aunque los rayos de sol que entraban por la ventana eran ligeros, Cristian tuvo que cerrarlos nuevamente para evitar el contacto con cualquier destello de luz; tenía un intenso dolor de cabeza.
-Cristian, amigo ¿Estás bien?
-¿Dónde estoy? -preguntó con los ojos cerrados y como escondiéndose debajo de la sabanas a lo que parecía ser la voz de su amigo Gregorio.
Gregorió rio.
-It's the heaven brother, aunque... en tu caso, si hubieras caído muerto, estarías lejos de ir hacia arriba.
Volvió a reír.
-¡Cállate! -ordenó, tomando una almohada que sentía a su lado, lanzándola en dirección a la voz de Gregorio. Su impulsiva reacción aumentó levemente su migraña, haciéndole fruncir el ceño.
-Voy a salir por un momento, quede de hacer algo con Patty, siéntete como en casa, Eli está abajo, puedes desayunar antes de irte. Ella está muy preocupada por ti.
-¿Qué pasó anoche?
-¿No recuerdas amigo? Te desmayaste; supuse que había sido por la sobredosis de medicina para el resfriado, a parte que Máximo me confesó que tenías una lata de cerveza antes de entrar. No quise preocupar a tu madre, así que la llamé y le dije que te quedarías a dormir aquí, también pensé que...me matarías si le decía.
-Lo hiciste bien amigo...
-Hablamos luego -se despidió.
Después que Gregorio abandonara el cuarto de invitados donde Cristian solía alojarse en tiempos de antaño, forzando un poco su mente, trató de organizar las cosas y los sucesos que habían pasado la noche anterior.
Sus ojos se abrieron como platos al recordar, como una ráfaga, los últimos minutos antes de que se desmayara, Eli, ósea Elizabeth De la Cruz, la hermana de Gregorio y su ex mejor amiga, era también Ana, la misma chica que lo estaba enloqueciendo, y con la que desde hacía unos días había estado coqueteando, era la misma que se había convertido en su todo y luego cruelmente le había dejado y cortado todo contacto con el...
-¡Soy un idiota! ¡Un estúpido idiota!
Lo último que recordaba fue el afectuoso saludo que Ana Elizabeth le dio al verlo, dejándolo sin palabras, luego como si alguien lo empujara comenzó a caminar torpemente hacia atrás, sintiéndose algo aturdido, hasta caer al suelo.
Cristian trató de incorporarse, todavía estaba algo mareado. Entró al baño y se aseó como pudo, al mirarse en el espejo, le dieron deseos de escaparse por la ventana y no tener que enfrentar con tan terrible aspecto a la hermosa chica que le esperaba en el primer piso.
<<Qué más da...>>, dijo dentro de sí.
Cristian bajó las escaleras silenciosamente con la intención de salir de escapada, si era posible, por la puerta principal, aunque él pocas veces se sentía inseguro de sí mismo, las ojeras que le hacían ver como un zombi en Halloween, el cabello despeinado, y su camisa sucia que le daba la impresión de que había sido arrastrado hasta la habitación, y bueno, básicamente eso, le restaba puntos a su seguridad.
Cristian abrió la puerta de la habitación lentamente tratando de hacer el menor ruido posible, casi en puntillas comenzó a cruzar el pasillo y a bajar las escaleras que conducían al primer piso; ya frente a su objetivo se aproximó a la puerta lo más silenciosamente posible, y cuando ya había tomado el manubrio, la puerta a la que había anhelado llegar, se abrió desde el otro lado.
El hermoso rostro de Ana Elizabeth, resplandecía del otro lado del dintel. Cristian se movió hacia a atrás.
-Buenos días Cris
-Buen-os días...
-¿Ya te vas?
-Si....estaba en eso.
-No te vayas tan pronto, acabo de comprar algo de jugo para que acompañes los Hotcakes, también te hice un remedio para la resaca. Solo será un minuto.
Elizabeth entró a la casa cerrando la puerta tras ella y se dirigió a la cocina, aunque Cristian aún no había decidido seguirla, sin saberlo, sus pasos se fueron tras ella como un autómata sin control.
Cristian se tumbó en una silla del comedor, y se apretó ligeramente el tabique con el dedo índice y el pulgar tratando de aminorar el punzante dolor que le afligía.
-Tomaste antes de venir a la fiesta ¿No es así?
-Sí, un poco... -dijo levantando un poco la mirada hacia ella.
-Um, pues, mala idea para alguien que sin considerar los riesgos se dio una sobredosis de medicina, Greg me lo contó todo.
-Siempre un bocon... -masculló
El rico aroma femenino de aquella chica paseándose en la cocina, le embriagaba aún más que aquellas latas de cerveza que terminaron noqueándole la noche anterior.
Ana se acercó a él después de sacar un vaso del refrigerador con un líquido verde no identificado dentro del él.
-Talvez no te agrade el sabor, pero es muy bueno para el resfriado y otras cosas -le explicó.