Tú eres la próxima

CAPITULO IX

"Y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve". 1 Corintios: 13-3

***

—¿A dónde vas? ¡Espera! —le gritó.
Cristian siguió a Ana Elizabeth quien luchaba contra la multitud para dirigirse hacia donde todos huían. Cuando Cristian pudo alcanzarla, la tomó del brazo—. Dime, ¿Estás loca? ¿Por qué rayos vas ahí? ¿Quieres morirte?

— Hay alguien más ahí, y mientras todos huyen un estudiante podría morir. Los bomberos no han llegado, tampoco veo maestros, quiero confirmar si en verdad hay alguien que necesita ayuda, no me puedo quedar de brazos cruzados, mientras todos lo ignoran.

—¿Y si no lo hay? ¿Vas a arriesgarte por nada?

—Pero si lo hay, no será por nada. No te preocupes, seré cuidadosa.

—No estoy pre-o-cupado

Cristian la dejo ir, aunque insistiera no la iba a poder detener, él la conocía, no tenía otra alternativa, asi qué fue en busca de Gregorio.

Gregorio venía hacia él desde un grupo, en el primer piso.

—Cris, que bueno que te veo ¿Has visto a...

—Amigo, tu hermana va hacia el incendio.

Gregorio no preguntó por qué, solo corrió con todas sus fuerzas hacia donde había iniciado el incendio. Aunque Cristian había decidido no regresarse, sus pasos siguieron a los de Gregorio hasta la tercera planta automáticamente.

—¡Uck! ¡Uck! ¿Hay alguien aquí? ¡Uck! ¡Uck!

Ana Elizabeth no podía ver nada, aún no había llegado a la sala de informática, pero el pasillo desolado de estudiantes y repleto de humo le habían impedido divisar donde se encontraba. De lejos podía ver la llama de fuego propagándose lentamente. Luego escucho de lejos la voz de una estudiante llamando por auxilio, unos segundos después no lo escuchó más.

Ana Elizabeth se aproximó al lugar, había una estudiante en medio de una llamarada, ella cubrió su boca con sus manos, impidiendo al humo llegar a sus pulmones y miró a todos lados para buscar la forma de entrar.

Sin pensarlo dos veces Ana Elizabeth arrancó las gruesas cortinas de los ventanales del aula que todavía no habían sido alcanzadas por el fuego y se envolvió en ellas.

—Dios, aunque ande en sombra de muerte estarás conmigo —exclamó mientras corría entre las llamas hasta acercarse a donde estaba la chica.

Un ligero ardor en su espalda le advirtió que una de las cortinas que había tomado estaba en llamas, asustada las retiró de si y las lanzó al suelo tratando de apagarla con sus pies, luego se acercó a la chica que parecía inconsciente en el suelo.

—¡Despierta! —dijo mientras sostenía sus hombros.

La chica reaccionó, entreabrió los ojos, tosiendo.

—¿Cómo te llamas?

—So...fía —respondió débilmente.

—No te preocupes, todo saldrá bien, Dios nos ayudará —dijo envolviéndola entre algunas de las cortinas.

Ana Elizabeth tomó lo que quedaba de aquellas cortinas quemadas y nuevamente se las colocó encima para salir, pero antes de que pudieran hacerlo, parte del techo cayó frente a ellas impidiéndoles el paso, estaban atrapadas.

—Oh no... no vamos a... poder salir —expresó Sofía con angustia y debilidad.

La chica, cayó arrodillada al suelo desfalleciendo. —Aguanta, Sofía. Ya deben estar por llegar —Ana comenzó a sentirse también mareada, luego escucho la voz de Gregorio llamándola a lo lejos y de otras personas que las buscaban.

—Esta...mos aquí...uck, uck, aquí estamos —grito sin fuerzas.

Varios bomberos y maestros llegaron al lugar con extinguidores en las manos y comenzaron a esparcir toda esa sustancia por el lugar, llegando hasta las estudiantes.

Gregorio y Cristian quienes se encontraban entre ellos corrieron hacia ellas inmediatamente se lo permitieron y cargaron a las chicas hasta afuera.

Al salir del lugar fueron trasladadas al hospital.

Gregorio se paseaba de un lado a otro en el pasillo mientras Cristian estaba sentado en los asientos de espera. Una enfermera salió de la sala donde atendían a su hermana.

—Pueden pasar —les indicó.

Gregorio entró de inmediato. Ana Elizabeth estaba sentada en la cama con un suero en la muñeca y una mascarilla de oxígeno, al ver a los chicos entrar, se retiró la máscara del rostro, dejándolo expandida en su cuello, mostrando una hermosa sonrisa.

Gregorio se abalanzó sobre ella dándole un abrazo. Luego se alejó.

—Dime Eli, ¡Estás loca! ¡Cómo puedes hacerme esto!

—Hermano...estoy bien —trató de calmarle.

—¿Y si no lo hubieras estado? Dime, ¡dime! ¿Qué hubiera pasado si no lo hubieras estado? Te amo nena, lo sabes ¿verdad? —regresó hacia ella y volvió a abrazarla mientras dejaba caer algunas lágrimas.

—¿Cómo esta Sofía? —preguntó Ana Elizabeth mientras estrechaba a su compungido hermano; en eso, Cristian entró a la sala.




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