Tú eres la próxima

CAPITULO XI

"Eres libre de tus actos, pero no de tus consecuencias"

(Anónimo)



 

Cristian,

Te amé como no te imaginas, te amé como talvez ninguna chica te ha amado antes, ni te amara después...

Sé que después de hacer esto, me catalogarán como la chica obsesionada, la chica patética, la chica despreciada, la chica suicida...pero aunque otros piensen en mí de esa manera, quedaré
impregnada en tu mente toda la vida.

Perdí mucho al tratar de tenerte y aunque duró poco, disfruté cada segundo; decepcioné a mi padre quien esperaba tanto de mí, de muchas maneras al estar contigo; y al dejarme, me convertiste en nada más que otra del montón. Mi vida se convirtió en una vergüenza, cuando dejé de ser quien era para estar contigo, al final solo me quedabas tú y también me dejaste.

Yo no te importaba. Viví muchos días de soledad y tristeza esperándote, pero solo fui para ti un artefacto de entretenimiento, como si no tuviese sentimientos; Quería que aunque talvez no cambiaras de parecer, por lo menos pensaras en mí de vez en cuando, como si alguna vez me amaste como me profesabas, como si te hacía falta. Pensé en cómo hacerte extrañarme, en cómo hacerte amarme de vez en cuando y no encontré la forma hasta hoy, que decidí deshacerme de este dolor. Intenté volver a ser quien era, pero dejaste una cicatriz imborrable en mi ser y no me dejaste otra alternativa.

Me voy, dejándote atrás, me encontraras en aquel lugar donde por primera vez me regalaste una sonrisa mientras me descubrías mirándote a escondidas.

 

Las manos de Cristian temblaban haciendo agitar ligeramente aquel papel escrito, su mente se aturdió. Sin pensarlo otro instante, corrió con todas sus fuerzas dejando en su casillero aquella carta que encontró, para dirigirse hacia el salón de Química.

Mientras corría recordó el sueño que había tenido con ella esa noche y no le pareció coincidencia, al principio parecía no más que un sueño erótico e indefenso, mientras dormía sintió las manos de ella deslizándose desde su estómago hasta su pecho, se deslizaban rozándole la piel con sensualidad hasta llegar a su cuello, entonces, en ese instante, más que seguir siendo un sueño erótico se transformó en una pesadilla atroz, sus manos le ahorcaban con fuerza, sus uñas crecieron de repente clavándose en su piel, aunque él sabía que era más fuerte que ella, aun no podía zafarse de sus manos, con angustia trato de empujarla y al lograrlo desapareció.

Al despertar de esa pesadilla tenebrosa se preguntaba como un sueño podía sentirse tan real, en su corazón había quedado la penumbra de un presentimiento.

El pasillo estaba lleno de personas fuera del salón, algunos tiraban fotos, otros y en su mayoría chicas lloraban desesperadas, Cristian se detuvo de golpe al llegar, lo pensó por unos minutos si debía entrar o no, luego de reponerse, decidió abrirse paso como pudo entre la multitud de estudiantes, al llegar a la puerta, ahí, colgada de la lámpara estaba Maggie, la chica con la que había estado hacía unos meses.

Como una película de horror, su cuerpo helando y pálido, yacía suspendido en el aire. Cristian se hecho hacia atrás a pasos lentos, estaba petrificado.

Unos minutos después la policía llegó al lugar, la secundaria se había convertido en una casa de espanto esa mañana, era un caos, la cinta policial amarilla rodeaban todo el lugar, y como pólvora se había regado la noticia, que la chica pecosa y pelirroja que todos conocían como la última víctima de Cristian se había suicidado por su causa.

Cristian fue llevado a la comisaria para ser interrogado. Unas horas después la madre de Cristian apareció en el departamento policial, donde tenían a Cristian toda la mañana.

Después de unas horas de interrogatorio Cristian fue enviado a Casa. La madre de Cristian no había dejado de llorar desde el primer momento que piso la estación de policía, y de camino a casa, su madre condujo sollozante sin decir una palabra.

Al llegar a la casa, Cristian entró en su cuarto y se encerró en él.

—Este... este... no es problema mío...fue su decisión. —decía entre dientes, caminando de un lado a otro en la habitación mientras se mordía los nudillos como nervioso—. Yo no tengo nada que ver con esto. No me importa, no me importa en lo absoluto....

Cristian se tiró en el suelo frío de su habitación repitiendo una y otra vez, que no era su culpa, que él no tenía nada que ver con el asunto, pero su conciencia estaba siendo golpeada una y otra vez; varias veces golpeó su cabeza con la intención de detener su mente de pesar en lo que sus ojos habían visto.

Y esa se convirtió en la primera noche en que su insomnio inició.

Después de lo sucedido Cristian no fue a la preparatoria por dos semanas, pero luego de varias llamadas del director, resignado a tener que regresar, decidió no ausentarse más. Al llegar a la escuela a cada paso que daba sentía como todos a su alrededor le miraban, él siempre estuvo acostumbrado a captar la atención de todos, pero esta vez esos ojos, esas miradas, no le admiraban, si no que más bien, le acusaban.




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