Tú eres la próxima

CAPITULO XIV

"Antes de volver a nacer, tienes que morir"

(Anónimo)

***

Era viernes en la noche. Cristian acababa de llegar del Club. Ese día habían impartido tutoría para reforzar las calificaciones de los miembros. Patricia y Gregorio quienes eran los estudiantes con calificaciones sobresalientes, habían prestado sus servicios para ese asunto.

Cristian no puso atención a ninguno de los temas explicados, Ana Elizabeth se había paseado hermosamente por la sala mientras ayudaba a su hermano y su cuñada con las clases. Notó que el pelo de ella había crecido unos centímetros después del incendio.

Sus pómulos estaban colorados por el calor de la tarde y sus labios estaban ligeramente rojos, ella no había perdido el hábito de morderse los labios luego de reírse y esos hoyuelos, no podía dejar de mirar esos adorables hoyuelos que se le formaban con tan solo dibujar una pequeña sonrisa en sus labios.

Mientras Cristian se desabotonaba la camisa para darse una ducha, un mensaje en su celular le hizo acercarse a su escritorio.

Ana dice: Te espero en el árbol a las 8pm

Cristian miró el reloj, eran las 7:50pm. Rápidamente volvió a abotonarse la camisa, se puso su chaqueta y corrió hacia el parque. No sabía porque estaba actuando de esa manera, usualmente él era quien emocionaba a las chicas con sus jugadas, pero esta vez, estaba sintiendo una molestia estomacal, que no era en su estómago, una sensación extraña y no sabía cuál era el significado, luego, al llegar al pie del árbol, recordó que la última vez que sintió esa sensación, estaba saliendo con Nancy y eso lo aterró.

Él miró hacia arriba antes de subir, se sentía nervioso y vulnerable. No quería volver a ser herido, pero ya estaba seguro, estaba enamorándose de esa chica. Pero también debía recordar su realidad y quien era; el chico ateo que indirectamente había asesinado a una inocente chica. No tenía oportunidad con la perfecta Ana Elizabeth.

Cristian rodó los ojos y decidió dejar de pensar estupideces y comenzar a trepar el árbol.

—Hola —Cristian saludó a Ana Elizabeth al asomar su rostro sobre las ramas antes de aproximarse lo suficiente.

—Pensé que no vendrías —dijo ella.

—Pues aquí estoy —respondió él.

Cristian se acercó hacia donde Ana Elizabeth estaba sentada, pero no lo suficiente como para incomodarla.

—¿Cómo estás? —preguntó Ana Elizabeth prestandole atención al terrible y cansado aspecto de Cristián

—Estoy —respondió así sin más.

— Cris, mírame —Ana Elizabeth le solicitó.

Cristian levantó el rostro que divagaba entre las ramas y la miró.

—¿Por qué te fuiste el miércoles? Cuando concluimos la oración ya no estabas. Hubiera sido lindo que te unieras.

—Como sabes, yo no suelo orar, asi qué...

—Mmm... Entiendo.

—Me toca a mí preguntar —dijo aprovechando la situación.

—¿Qué quieres saber? —preguntó Ana Elizabeth con incógnita.

—¿Qué pasó contigo? Me refiero a que... ¿Cuándo paso eso del...Mutismo no sé qué?

—Aaaah... Eso...fue hace mucho, no te preocupes por eso.

—Disculpa, no debería descaradamente pedirte que confíes en mí. —dijo dejando caer su mirada.

—No es eso... solo que... te lo diré después ¿Sí? No quiero hablar de eso ahora. Vine a escucharte a ti. Eso fue hace mucho tiempo, y lo que te está pasando es algo que actualmente debe estarte haciendo añicos el alma ¿no quieres hablar de ello?

Cristian se quedó en silenció.

—Vamos, Cris, ¿Um? —dijo dándole un ligero codazo en su brazo.

Cristian la miró, no podía negar que moría por sacar de su mente todas las cosas que pensaba y sentía y al ver sus ojos puros y sinceros, no se resistió.

—Creo que soy una basura humana, me he convertido en algo inservible, en un insensible total, siento odio, rencor, desprecio y fui tan egoísta que quise hacerle sentir a los demás lo que yo sentía.

>>Jugué con los sentimientos de todas aquellas que quisieron acercarse a mí por un poco de amor, pero vinieron a la persona equivocada porque yo no sé qué es eso. Tengo dos años que no hablo con mi madre y ocho años que comencé a irrespetarla, porque no he querido perdonarla. A ti... te odié tanto...

Una lágrima repentina caminó por su rostro.

Ana Elizabeth iba a poner su mano sobre el hombro de él pero éste lo evitó.

—No te ensucies con esta basura Eli —dijo tomando delicadamente su muñeca.

—No digas eso Cris, has cometido muchos errores pero también mereces el perdón de Dios si estás dispuesto a recibirlo. Y si fueras un insensible no sentirías este torbellino en el corazón —dijo tocando con su dedo índice el pecho de Cristian.

—Solo dime que tú me perdonas. Qué Dios me defraudara no fue tu culpa, qué mi padre me abandonara no fue tu culpa, qué mi madre destruyera a nuestra familia no fue tu culpa, qué Nancy me engañara no fue tu culpa, y todo lo demás que ha sucedido ha sido culpa mía.




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