Tú eres la próxima

CAPITULO XVIII

"...Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio"

2 Timoteo 1:7

 

 

Luego de que las clases terminaran, como siempre, Cristian se dirigió al club. El número de la membrecía había aumentado considerablemente, en tres meses ya asistían aproximadamente sesenta estudiantes.

Los resultados habían sido lo suficientemente favorables como para permitirles a los miembros tener la posibilidad de ingresar a la universidad. El rumor acerca de las cosas que pasaban en el club se había esparcido por toda la secundaria, más aún después de la conversión de al que todos le conocían como el ateo y mujeriego, Cristian Martínez.

Cuándo las clases de música terminaron, Daniel, Gregorio y Cristian se quedaron en el salón para ayudar a Ana Elizabeth con los instrumentos y equipos.

—Daniel, amigo ¿Me ayudas a llevar esas cosas al auto? —le solicitó Gregorio, señalando unos cables y micrófonos en una caja

—Vamos, te ayudo —se ofrecio Ana Elizabeth dirigiendose a Daniel—, Greg, las llaves —solicitó a su hermano.

—Ahí van —dijo Gregorio antes de lanzarle el llavero a la castaña, quien en un reflejo las atrapó en el aire —¡Buena atrapada cariño! —expresó orgulloso.

Elizabeth y Daniel rieron y salieron del aula.

La mirada de Cristian se perdió detrás de la silueta de Ana Elizabeth que se alejaba con su amigo.

—¿Qué dijo el Doctor ayer? —Gregorio preguntó a Cristian llamando su atención.

—Ah... Que... que haber empezado la terapia, inmediatamente me quitaran el yeso fue una buena idea, que pronto dejaré de cojear.

—Eso es bueno —se Alegró Gregorio

—Sí... —Asintió Cristian.

Unos segundos después, el aula quedo en un silenció escalofriante que anunciaba a Cristian, se enfrentaría a algo que no sabía si estaba preparado para escuchar.

—Te gusta mi hermana ¿Verdad? —le interceptó su amigo mientras desmontaba el piano y éste se cayó de sus manos por la repentina y directa pregunta.

—¿A qué te refieres? —preguntó Cristian fingiéndose el desentendido.

—Cris ¿Qué otro significado puede tener "te gusta mi hermana"? ¿Eh? ¿Qué parte de esa frase no entendiste? Dime, te gusta ¿Verdad? —Volvió a interrogar adoptando un tono un poco mas serio.

Cristian quedó en silencio unos segundos mientras levantaba el piano del suelo, y luego de expulsar un hondo suspiro, contestó.

—No me gusta, Greg... La amo... —confesó.

Gregorio detuvo sus movimientos, podía verse en su rostro los musculos tensados.

—Cristian...

—Lo sé Greg, lo sé...no tienes que recordármelo, no soy el indicado para ella y eso me mata, ella es sencillamente... Perfecta y eso me vuelve loco, no estoy planeando confesarle mis sentimientos ni nada por el estilo. No la merezco... Así que no tienes que preocuparte.

Gregorio se acercó a Cristian, tomó una parte de su pelo ondulado sintiendose frustrado y volvió a soltarlo después de acomodarlo.

—Cristian, te quiero como a un hermano, lo sabes, pero he visto demasiado de ti y te conozco muy bien. Reconozco que has cambiado... Pero... No es suficiente para mí. No creo poder aprobar esto ¿Entiendes?

Cristian puso su mano en el hombro de Gregorio —Como te dije, no estoy pensando confesarselo. No te preocupes.

—Lo lamento...Cris

—No hay cuidado, yo haría lo mismo en tu lugar.

Mientras salían de la escuela, Ana Elizabeth se le acercó a Cristian quien se encontraba ya frente a su motocicleta listo para partir.

—Hey —ella le saludó con su acostumbrada gracia.

—Hey... —respondió él mientras rodeaba la moto con su pierna, abrazando el casco entre sus manos.

—¿Ya puedes usar la moto? —Cuestionó al observarlo sobre la ducati.

—Pues... el Doctor dijo que estaba bien, además no me molesta.

Ana Elizabeth quitó los lentes oscuros del rostro de Cristian al persivir que no le miraba al hablar.

—Así está mejor, me gusta ver esos ojos —le entrego los lentes—, Estás muy callado últimamente ¿Pasa algo? —dijo al ver su actitud distante —sabes que puedes contar conmigo si necesitas con quien hablar

—Lo sé, todo esta bien Eli.

—Osea que no hay nada que quieras decirme —articuló entrecerrando sus ojos con duda.

—No, yo no... —titubeó.

—¡Jah! ¿Crees que no lo sé? Lo sé todo —dijo con mirada picara, interrumpiéndolo.

—¿De qué...hablas? —<< ¿Greg se lo habrá contado? >>se dijo nervioso.

—Tu madre me lo dijo, que aplicaste para la universidad ¡Es grandioso!—expresó emocionada.

—Ah, eso... —se mordió el labio mientras apretaba su cien con uno de sus nudillos—, si, la respuesta me llega en unas semanas

—¡Estoy tan orgullosa! —ella trató de tocar su mano amistosamente pero éste la evadió.




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