“Muchas son las aflicciones del justo,Pero de todas ellas le librará Jehová”.
Salmos 34:19
Ana Elizabeth vio a Cristian irse de repente del salón con una expresión extremadamente enojada, se sentía muy confundida, él era el chico que le había pedido esperarlo, el mismo a quien vio besar a su ex novia y quien tambien le confesó había decidido retomar su antigua relación; sin embargo no podía pensar en ello en ese momento, ya que Daniel se encontraba de rodillas frente a ella con un ramo de rosas para que lo tomara. Ella miro a su hermano y a su cuñada quienes sorprendidos presenciaban la escena y luego regresó la mirada a su amigo y pretendiente.
— Anelis, creo que eres la chica más maravillosa que he conocido. ¿Quieres ser mi novia? —le propuso Daniel.
Ana Elizabeth tomó las rosas cuidadosamente, eran rosas rosadas, sus favoritas. Miró a su alrededor buscando en algún lugar la respuesta de qué debia hacer pero la unica respuesta estaba en ser justa y ser honesta.
— Greg, Patty ¿nos dejan a solas por unos minutos por favor?—solicitó a los presentes.
Gregorio y Patricia salieron de la habitación obedeciendo a la petición de la encargada del club. Daniel luego de levantarse siguió a Ana Elizabeth y tomaron asiento.
— Sé que dijiste que me darías una respuesta luego, pero quise hacerte algo especial — explicó Daniel.
— Gracias Daniel, ha sido muy dulce de tu parte —dijo con una sonrisa pero su mirada delataba un sentimiento en contra.
— ¿He hecho algo mal?
— No, nada Daniel, las rosas son hermosas y me halaga que me consideres de esa manera, sé que cualquier chica se sentiría afortunada de que le pretendieras.
— ¿Pero?
Ana Elizabeth le miro apenada y suspiró.
— Pero no siento lo mismo por tí. Lo siento. Eres un buen amigo.
— ¿Es por Cristian verdad? Creo que te estás haciendo daño, el ahora tiene pareja.
— Aún así, no voy a ser hipócrita y jugar con tus sentimientos, te amo Dan, pero como amigo, ha sido maravilloso conocerte, pero lo que quieres de mí no puedo dártelo. En cuanto a Cristian, sé que tengo que ordenar mis sentimientos, no pensé que me enamoraría, al principio fue un primer amor inocente de niños, pero algo en el me hizo ver su bondad y sin darme cuenta lo quería.
— Entiendo —dijo levantándose algo irritado—, adiós Anelis.
Ella se levantó de repente y lo detuvo. Se acercó a él y le abrazó. El aceptó el abrazó y abandonó el lugar.
***
Ana Elizabeth se levantó de su escritorio al escuchar el sonido de unos dedos que tocaron repetidamente su puerta. Gregorio estaba del otro lado con dos tarros de helado
— ¿Puedo entrar?— dijo alzando los tarros al nivel de su rostro.
— Claro —contestó sonriendo con voz apagada, se dirigió al extremo izquierdo de la cama y se sentó en el borde. Gregorio la siguió ocupando un lugar cerca de ella y le entregó su helado favorito de chocolate y macadamia.
— ¿Cómo estas nena?
— Estoy bien – dijo encogiéndose de hombros y tomando un poco de helado del tarro con la pequeña cucharita dentro de él.
— Eli, no me engañas, siempre quieres hacerte la fuerte frente a todos, pero con mi vista de rayos X de hermano mayor, puedo ver a través de ese caparazón tuyo. ¿Es por el beso que Nancy le dio a Cris?
— Es solo... — dijo mirando al suelo y luego levantando la mirada de repente. —no lo entiendo, a veces siento que me quiere y otras veces que no puede dejar de ser quien era.
—Aveces suceden cosas que no podemos evitar nena, aunque siendote honesto no creo que sea el indicado para tí—opinó Gregorio.
— Admiras a papá ¿No? Lo amas y crees que es el mejor hombre del mundo, pero eso es porque lo conociste después que Dios lo transformó, cuando estaba fuera del país con mamá, ella me contó que papá era un estafador, incluso estuvo en prisión varias veces.
—¿Qué? —exclamo su hermano sorprendido. —¿Por qué no lo sé?
—Por que ellos quieren mostrarnos lo mejor de ellos para que nuestro respeto y admiración no cambie. Pero cuando conocemos a Dios, sabemos que esos cambios, esos milagros en las personas son posibles. Y yo creo que Cristian a cambiado, solo que no comprendo su decisión en volver con su ex.
— ¿Y entonces qué? ¿Le dijiste que sí a Daniel?
— ¿Cómo podría? No puedo negar mis verdaderos sentimientos, y no puedo utilizar a Daniel.
— Pero... ¿y si no hay manera de que Cristian y tú estén juntos? ¿no le darías una oportunidad a Daniel?
— Talvez si, después de un tiempo, cuando resuelva mis sentimientos, pero no lo sé... no estoy segura
— Nena... — Gregorio colocó el tarro en el suelo y tomó la mano derecha de Ana Elizabeth, acariciándola con ternura —debo ser sincero contigo, realmente no estoy de acuerdo que haya una relación entre ustedes, y aún lo estuviera ya las cosas para ustedes serán imposibles, necesito que decidas olvidarte de él.