Tú eres la única

II

“Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor”                                                

Jeremías: 17-5





 

         Todos los presentes miraron a Cristian tomar a Ana Elizabeth tan de repente que quedaron confundidos. Algunos ni se habían dado cuenta de que se había levantado de su asiento.

—Lo siento cuñada —Cristian se refirió a Patricia.—, ya te  he prestado por demasiado tiempo a mi novia. Y sin decir más le hizo un gesto de cejas a Ana Elizabeth para que se levantara por su propia cuenta. Daniel, Gregorio y Maximo se intercambiaron miradas extrañados, aunque la impulsividad de Cristian no era nada nuevo.

—¡Eres un egoísta, Cris! —gritó Patricia enojada mientras Cristian se alejaba rápidamente aún con la mano aferrada a la muñeca de Ana Elizabeth.

Ya lejos de los demás Cristian  la liberó. Escogió detenerse cerca de los asientos de playa colocados  frente  a la piscina.

—¿Qué fue eso, Cris? —le interrogó Ana Elizabeth risible  —A veces le parecía adorable cuando Cristian se portaba como un niño desesperante y malcriado.

Cristian la miró y suspiró—Entiendo completamente que te ofrecieras a hacer todo lo de la boda por la exigente beca que Gregorio y Patricia tienen que mantener en el extranjero, pero cielo, no me parece justo que después de tres largos meses de verte escasamente por la preparación de la boda, ¡ahora Patricia también te quiera para ella en su luna de miel!

Ana Elizabeth le sonrió y le sostuvo el rostro con las dos manos—Estoy completamente de acuerdo contigo, no es justo, lo lamento amor. A veces no sé cómo detenerla.

Al sentir las manos tibias de Ana Elizabeth en su rostro todas sus defensas se derrumbaron, Cristian se preguntaba cómo podría dudar de una chica tan pura y sincera.

 Cristian le mostró una manzana que escondía detrás de su espalda. —Aquí está tu desayuno. Vi que no llegaste a comer nada. —Ana Elizabeth tomó la manzana con mucho entusiasmo, cerró los ojos por un segundo para dar gracias y le dio una gran mordida. 

Al contemplarla en esos segundos que Ana Elizabeth oró, recordó cómo cuando sin saber que era su ex mejor amiga de la infancia, la persiguió como un objetivo para  sus juegos de mujeriego. Quedó tan atraido por ella que lo hizo subir hasta un árbol en el que ella había trepado para estar a solas con Dios, en ese momento le pareció una rareza, ahora le parecía admirable, una vez más Cristian se preguntó cuándo tendría una relación así con su creador.  Aún con años de convertido todavía le costaba hacer algunas cosas. 

—Sentémonos un rato, necesito preguntarte algo —dijo Cristian señalando los asientos de playa.

Ana Elizabeth asintió y se sentó en el borde de una de las sillas que combinaban con las sombrillas ralladas sobre ellos. Cristian se sentó frente a ella mirándose las manos sobre sus rodillas, con vacilación. No quería que pensará que dudaba de ella. Pero sentía que se volvería loco si se lo seguía guardando.Unos largos segundos corrieron en silencio.

—Esta mañana vi a Daniel salir de tu cuarto —dijo al fin.

Ana Elizabeth abrió los ojos como platos, algunos pedazos de manzana se atoraron en su garganta, lo que le provocó un ligero ataque de tos.

Cristian se levantó de inmediato y se sentó junto a ella. Le dio palmadas suaves en su espalda hasta que la tos se detuvo. Su reacción lo atemorizó.

—¿Necesitas agua? —Cristian se puso de pie.

Ana Elizabeth también se levantó  y después de tragar  tomó a Cristian del brazo—¿Hablaste con él? ¿Qué te dijo?

Cristian frunció el ceño y se cruzó de brazos —No quiero que Daniel me diga nada. Solo quiero, sea lo que sea, escucharlo de ti.

Ana Elizabeth tardó unos segundos en contestar —Cristian… no estamos listos para hablarte sobre esto. Necesito que esperes un poco.

Cristian se sacudió el cabello incómodo. —Eli, se que estoy pensando estupideces, se que alguna explicación lógica existe para que Daniel saliera tan temprano en la mañana de una habitación a la que ni me he atrevido a poner un pie, pero no creo poder esperar a escuchar esa explicación luego. Necesito saberlo ahora, o de lo contrario se me va a fundir el cerebro ¿entiendes?

—Pues que se te funda el cerebro —contestó Ana Elizabeth encogiéndose de hombros y frunciendo los labios con indiferencia, luego mordió la manzana una vez más. Cristian se sorprendió ante su respuesta, se preguntaba a que Ana Elizabeth estaría jugando ahora.

— ¿O es que no confías en mí? —le preguntó la chica mirándole fijamente a los ojos.

—No dije eso, es solo que… —Cristian titubeó

—O es que piensas que voy a hacer algo como… acostarme con Daniel —Ana Elizbeth dio un paso adelante y en consecuencia Cristian retrocedió.

Los ojos de Cristian se abrieron como platos —¡No! Mi ángel… ¡Jamás pensaría eso! Es simplemente que…

Cristian seguía dando pasos hacia atrás mientras Ana Elizabeth se acercaba a él con esa lluvia de preguntas directas que lo tenían desprevenido y agobiado. 

—Entonces ¿Qué? —Ana Elizabeth se cruzó de brazos.




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