Tú eres la única

IX

“¡Qué hermosa eres, amada mía! No hay defecto en ti…”

Cantares:4-7





 

                            Gregorio,  Daniel y Máximo esperaban a Cristian impacientes en el Ableize más cercano, el que estaba próximo a la universidad. Ya se había tardado una hora. Después de la oración de su madre había dormido como un bebé, tan profundamente que su madre tuvo que venir a despertarle porque el sonido de las llamadas entrantes de Gregorio se escuchaban por todo el segundo piso y se mantenían persistentes. Habían quedado en reunirse este domingo para pasar el rato, almorzar  y discutir lo de la propuesta. Aunque con todas las cosas que habían pasado y la falta de tiempo solo había podido ensayar la noche anterior. La canción no estaba lista. Cristian llegó sudando.

—Amigos, lo siento. —tomó la soda de Gregorio en cuanto se sentó  y le dió un trago—, ¿Qué han hablado en mi ausencia?

—Estamos pensando organizar una noche de hombres en mi casa —Daniel tomó un sobre de ketchup y lo abrió por una esquina con la boca—, veríamos una película de acción y  pediríamos pizza, ¿qué te parece? ¿Te apuntas? —exprimió el ketchup dentro de la hamburguesa de carne frente a él.

—No sé… no tengo mucho tiempo, estoy en los exámenes finales, y hay una propuesta en proceso. ¿Cuándo sería eso? —Cristian tomó uno de los  menús colocados en el centro de la mesa.

—La propuesta es e-e-este viernes ¿no? po-po-podríamos reunirnos el próximo domingo en la noche— Máximo tomó un puñado de papas fritas de su plato y se las metió en la boca.

— Solo falta una semana de pruebas semestrales, para esa fecha ya estarías libre de toda preocupación —dijo Daniel y luego levantó la hamburguesa hacia su boca para darle una mordida.

Gregorio le arrebató de regreso la soda a Cristian— Miralo como mi despedida,  regresaremos a la universidad en cuanto mis abuelos vengan a conocer a Patricia —tomó de la soda y se secó la comisura de los labios con el dorso de la mano.

—Si, por favor. Yo también necesito e-e-esto. Hace años que no me divierto. Vamos Cristian —rogó Máximo con la boca recargada de papas fritas. 

—Bueno, eso dependerá de la respuesta de Ana Elizabeth. —Cristian se encogió de hombros sin quitar la vista del menú. Eran tantas las peleas, las advertencias y los malos augurios que ya su mente comenzaba a dudar.

—¿k-k-Crees que dirá que no? —Máximo se alejó tan repentinamente el refresco cuando lo bebió que algunas gotas cayeron en su camiseta.

—No lo sé…

Gregorio colocó la botella vacía sobre la mesa —¿Cómo vas con la canción?

—¿Y ustedes? —se dirigió a Daniel y Maximo, evadiendo a su cuñado—, pudieron conseguir las cosas?

Daniel se recostó del asiento— La canción no está lista —concluyó.

—E-e-e-hey, no presionen tanto a este po-po-pobre hombre, tiene su-su-sus razones para temer, el matrimonio es ¡a-a-aterrador!

Cristian bajó el menú que cubría su rostro y se sintió apesadumbrado— Pero no estoy aterr…

—¿Te aterra casarte con mi preciosa hermanita? Dime Cristian, ¿te aterra? —Gregorio lo interrogó quitándole el menú de las manos.

— ¿Aterrado? Cris parece a punto de-de-desmayarse y eso que aún faltan unos di-di.días —se rió Maximo.

Cristian se removió incómodo en su asiento. Se estaba sintiendo agobiado.

Gregorió insistió—¿Por qué estás tan nervioso? ¿No estás seguro? ¿Lo estas dudando ahora después de tantos años?

— ¡Déjenme en paz! —Cristian gritó, ellos se impresionaron— Eli se merece lo mejor, me aterra no darle uno de los mejores momentos de su vida en esta propuesta, me aterra no hacer lo suficiente por ella, me aterra no casarme con ella, ¿entienden? ¡Si ustedes no dejan de presionarme voy a enloquecer!

Cristian apoyó los codos de la mesa e inclinando la cabeza  se sujetó los cabellos.

Los chicos se quedaron en silencio por un momento incómodos de haber provocado su perturbación.

—No seas idiota…

Cristian levantó la vista de la mesa cuando Daniel habló.

—Ana Elizabeth es sencilla y te ama. Lo que sea que hagas si lo haces tú será lo suficientemente bueno para ella, será perfecto. Asi que deja de actuar como un idiota y termina la canción— Daniel se levantó, tomo su bolsa de papel con lo que quedaba de la amburguesa  y se fue.

Cristian  bajó los brazos de la mesa y descansó el cuerpo viendo la espalda del rubio alejándose. Su franqueza era cortante.

Gregorio sacó una caja pequeña de color rojo y la puso frente a Cristian.

—Esto es un regalito de parte nuestra —señaló la caja.

Cristian alejó la espalda del asiento, su mirada se iluminó. —¿Es… lo que creo que es?

Gregorio abrió la caja frente a él —Es sencillo pero creo que será del gusto de Eli y lo suficientemente bueno para ella.

—Su-su-supe lo que pasó en la villa y ta-ta-también quise colaborar y Daniel…

—Ató los cabos cuando le dije que se te había perdido el anillo, concluyó que lo que realmente había pasado había sido su culpa —Gregorio explicó.




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