Tú eres la única

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“Podemos hacer nuestros propios planes, pero la respuesta correcta viene del Señor.”

Proverbios: 16-1







 

                            La señora Martinez se sentía un poco incómoda entre tantos jovencitos. Pero cuándo Ana Elizabeth le dijo que la única chance que tenía para hablar entre semana era el viernes en su hora de almuerzo de la universidad no dudó en sacrificarse. Esperaba que sea lo que sea que estuviera sucediendo Dios pusiera palabras en su boca y detuvieran la tormenta que se avecinaba. Ella tenía un presentimiento y debía intervenir.

Ana Elizabeth la vio bajo el árbol  de flores fuera de su facultad que le había indicado y caminó de prisa con una sonrisa en su rostro en dirección a ella. La abrazó en cuanto llegó.

—¿Cómo está mi hermosa niña? —La madre de Cristian la estrechó cálidamente en sus brazos.

—Muy bien gracias a Dios —la besó en la mejilla—¿Y usted?

—Todo bajo el control de Dios. Ni más ni menos.

Ana Elizabeth tomó su mano —No puedo creer el tiempo que tenemos sin hablar, la última vez que la vi ¡fue hace meses!

—Bueno, los domingos siempre te veo de lejos en el servicio de la iglesia. El domingo pasado precisamente me deleité con aquella canción tan hermosa que cantaste.

—Por gracia de Dios…

—Así es mi niña, la gracia de Dios siempre te ha acompañado. Sin importar las situaciones, siempre has sido una niña fuerte —Le apretó ligeramente la mano—, a veces le pido a Dios que Cristian aprenda a ser tan fuerte como tú.

—No me considero fuerte, solo le he pedido a Dios que me ayude a soportar las dificultades y siempre ha estado ahí, también le pido a Dios que ayude a Cristian a conocerlo más. Él todavía tiene esas inseguridades  y se deja atormentar por su pasado. No sé si le dijo que le propusimos actuar en una película donde mostraría su historia y como Dios lo ha cambiado.

La señora Martinez se sorprendió— ¿Una película? —negó— No me mencionó nada. ¿Y qué dijo? —preguntó aunque supuso la respuesta.

Ana Elizabeth frunció el labio y agitó la cabeza en gesto de negación —Se molestó mucho con Daniel y conmigo más que nada. Piensa que solo queremos dar a conocer a Cristo antes que proteger sus heridas.

—Pobre niño…

—Yo creo que si él enfrenta su pasado y lo exhibe como motivo de gloria a Dios ya no tendrá de qué avergonzarse. Sí es cierto que pensé primeramente en exaltar a Jesús pero también pensé en él.

— ¿Se lo dijiste?

—Ni siquiera he podido sacar el tema, en estos días hemos… discutido bastante.

—Eso es normal, ustedes son jóvenes y están aprendiendo a entenderse y sobrellevarse. Solo no deben dejar que esas discusiones caben profundo en su relación si no que más bien cimente una base firme para el futuro.

—Nos entendemos, siempre lo resolvemos —sonrió— Pero no hablemos solo de nosotros, cuénteme cómo le ha ido después de dejar de trabajar. ¿No se aburre?

—¡Para nada! Al principio cuando Cristian insistió en que no trabajara me opuse mucho porque no quiero ponerle esa carga, pero fue tan persistente que me convenció ¡Ahora se queja porque casi nunca estoy en casa! —ambas rieron —es que cuando le servimos a Dios hay tanto que hacer. Tanta gente que necesita ayuda, tanta gente que debe conocer a Dios… 

—Cristian me comentó que se unió a las centinelas ¡Que envidia!

—No te preocupes, tu tiempo llegará. Todo tiene su tiempo debajo del sol.

Ana Elizabeth asintió. —Espero poder ser como usted algún día.

—No digas eso mi niña, he cometido muchos errores en mi vida, aún los cometo… A Veces me preguntó si estoy haciendo lo correcto pero siempre le pido dirección a Dios y escucho lo que él pone en mi corazón. Intento no dejarme frenar por el temor.

Una chica que pasó cerca de ellas saludó a Ana Elizabeth y le hizo una pregunta.

En cuanto la chica se fue la señora Martínez no vaciló en cuanto vio la oportunidad precisa para sacar el tema.

—¿Todavía tienes pesadillas con… él?

Ana Elizabeth se puso seria. El cambio drástico de emociones la sacudió por dentro —Solo a veces… —asintió avergonzada,

—En estos casos lo mejor es perdonar —aconsejó la señora de escasas canas.

Ana Elizabeth retiró suavemente la mano de la de la madre de Cristian —Yo… creo que lo perdoné. Eso es parte del pasado ahora. —No entendía por qué y cómo el tema había salido.

—Cuando retenemos las cosas en el corazón, sigue siendo parte de nuestro presente mi niña…

—Eso  no es parte de mi vida, mi corazón está bien, Dios está en control —insistió ansiosa.

La madre de Cristian le tocó el rostro—Hay mi niña… A veces nos engañamos y hacemos creer que estamos bien, pero no es así. No quiero que vivas una mentira que haga un pozo en tu interior que aloje tinieblas sin que te des cuenta. El hombre que intentó violarte sigue siendo el padre del hombre que amas y si no enfrentas eso y dejas que Dios lo arranque de raíz de tu alma, echará espinas…




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