“«Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.»..”
Santiago 1:12
Cristian condujo pensativo todo el camino de regreso a casa, su mente estaba aquí y allá, entre una cosa y la otra. ¿Por qué había ido a esa discoteca? Siempre le había dicho a Jack que no podía, que ya no lo hacía, y precisamente tenía que volver a reencontrarse después de tantos años a Camilo ahí, se sentía tan deprimido y triste que había olvidado su compromiso de vivir una vida diferente. Y a eso se le sumaba ahora la culpabilidad ¿Por qué estaba siendo tan estupido?
Es tu adversario…
Había escuchado esa palabra claramente en su mente. Su madre había dicho que su lucha no era humana sino espiritual, pero… ¿Qué tan real era eso de lo espiritual? ¿Por qué de todas las personas en el mundo “El diablo” se pondría en su contra para provocar todo esto. ¡Ni que fuera tan importante!
El sonido de su teléfono desvaneció sus pensamientos. Era Peter, lo había estado evitando todo este tiempo. Desde la primera semana que había faltado a la reunión juvenil lo estaba persiguiendo con llamadas, probablemente de seguimiento, supuso que como ya no tenía a su asistente debía hacer las llamadas rutinarias él mismo.
—Hola Peter —contestó desganado.
—¡Pero Cristian! ¿Cómo me haces esto, eh? ¿Acaso no somos amigos? — ¿Lo eran? Cristian nunca se había formulado la idea de ser amigo de su líder juvenil— ¡Estaba preocupadisimo!
—No exageres, solo fueron un… par de semanas de ausencia, no creo que la asistencia de la comunidad sufra por ello.
—No se trata de eso, quiero saber cómo estás. Supe lo de Ana Elizabeth.
Rodó los ojos—Cómo corren los chismes…
—No son chismes si me lo dice la misma Ana Elizabeth
Cristian sintió una punzada de dolor en el pecho. ¿Le habrá dicho a él el por qué? Sería injusto que él, claramente, no lo supiera y su líder juvenil sí.
—Cómo te va con Vanem ¿Ya le pediste una cita? —Cambió drásticamente el tema
—De acuerdo… no quieres hablar de ello. Bien. No voy a presionarte. Pero puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿De acuerdo? Lo que sea, un consejo… un abrazo
Cristian rió — No estoy en ese nivel crítico de desesperación
—Me alegra saberlo, que no has tocado fondo. Cuando se ama muy intensamente es difícil no hundirse
Cristian no podía estar más de acuerdo.
— Sin embargo tú también estás evadiendo un tema. Vanem.
— Vanem y yo solo hemos hablado Cristian. Todo a su tiempo.
—Será que en eso de las citas estas oxidado
—Que dices ¡No estoy exidado! Es solo que…
Cristian escuchó un doble tono que indicaba que tenía una llamada entrante. Miró la pantalla, era su jefe.
—Tengo que dejarte, tengo una llamada importante que atender —le interrumpió.
—Eso me dolió Martinez ¿Eh? Pero no te preocupes. Pronto me convertiré en una llamada importante. Y lo del abrazo sigue en pie ¿De acuerdo?
Cristian rió y después de colgarle tomó la llamada de Axel. Hacía semanas que no iba a trabajar, apenas salía de su habitación, no había tenido el tiempo ni siquiera de excusarse, debía estar dispuesto a cualquier reducción de sueldo y hacer todas las horas extras que le pidiera para reponer todo el tiempo que se ausentó. Se colocó el audífono inalámbrico en el oído para conducir más cómodo y contestó.
—Hey Axel
—Cristian, pero ¿Qué pasó? tengo semanas llamándote.
—Cuanto lo siento Axel, he sido muy irresponsable pero ha sido por una situación justificable, no estaba en condiciones de trabajar, aún así debí avisarte, disculpame. Pero no te preocupes, haré todas las horas extras que me pidas a partir de mañana…
—Cristian, de eso quiero hablarte —Axel guardó silencio unos largos segundos y suspiró —, lamentablemente no podrás seguir trabajando en el estudio. Me entró un proyecto grande y necesitaba personal, como no daba contigo tuve que buscar a alguien más así que ya tengo otro asistente, lo lamento.
—Ah… entiendo… —Las manos de cristian aflojaron el tacto en el volante.
—Tienes mucho talento, tu trabajo no tuvo desperdicio. Sé que pronto encontrarás algo bueno, en fin. Cuidate.
Rechistó. Las cosas no podían ir peor.
Cristian llegó a la casa con los ánimos por el suelo, mientras caminaba hacia las escaleras arrastrando los pies escuchó el eco de una conversación que su madre sostenía por teléfono.
—...Lo lamento, es que mi hijo ha tenido unos días difíciles pero ya pronto estaremos haciendo el pago. Si, disculpe, se que la fecha límite pasó pero… de acuerdo, entiendo. Si, así lo haremos…
Cuando la llamada terminó Cristian se aproximó a la cocina.
—¿Quién era?
La Señora Martinez se impresionó. —¡Cristian! Pensé que llegarías tarde.