“«Mi presencia irá contigo y te daré descanso.»..”
Éxodo: 33-14
Cristian se estacionó frente a la casa de Máximo y lo llamó por teléfono para informarle que ya estaba ahí. Unos minutos después Máximo apareció saliendo por la puerta vestido con una camisa y un pantalón de tela y tomado de la mano de Maxine en un hermoso vestido azul cielo. Al llegar al auto se sentó detrás para cuidar y controlar a su traviesa chiquilla. Maxine se inclinó hacia adelante para darle un beso en la mejilla a su tío Cris y luego regresó a las piernas de su padre.
—Wooo… ¡pero que elegante! —Cristian lo miró por el retrovisor mientras el vehículo comenzaba a avanzar —¿Y qué decir de Maxine? ¡Pareces una princesa!
—Soy una princesa —dijo Maxine sonriente.
—¿Crees que e-e-exageré? —Máximo examinó los jeans y la camiseta de Cristian debajo de una americana.
—¡No hombre! ¡Te ves muy bien! La mayoría visten así pero a mi me gusta estar cómodo —El vehículo avanzó hasta el final de la calle y después de cruzar varias cuadras se introdujeron a la avenida principal.
Maxine se movió al asiento junto a Máximo. Se arrodilló junto a él para trenzarle el cabello a su padre que le llegaba hasta la nuca. Máximo la volvió a sentar sobre sus piernas por seguridad aunque ella se resistió.
—Papi, dejame, la trenza… —se quejó la niña.
— No es se-seguro Maxine, puedes hacerlo de-después
Maxine se cruzó de brazos enojada.
Cristian notó la inquietud de Maxine, miró el llavero que decía Jesús suspendido en el espejo retrovisor que se había ganado en la reunión de jóvenes y lo descolgó —Maxine, te voy a dar un regalo pero debes portarte bien ¿De acuerdo?
A Maxine se le iluminaron los ojos y extendió las manos, Cristian puso en una de sus palmas el llavero y ella lo miró fascinada, se entretuvo colgándoselo de los dedos y del brazo.
—Nu-nu-nunca he ido a la iglesia, será mu-muy extraño… —dijo Máximo mientras observaba el llavero con el nombre Jesús en dorado brillante en las manos de su hija.
— Yo también me resistí al principio aunque había ido de niño, uno piensa que todo el mundo está observando cómo nos vemos o lo que hacemos y nos imaginamos que nos contarán los pecados de una sola mirada, sin embargo aunque sé que algunos lo hacen, en realidad hay muchos que se gozan de ver personas con deseos de conocer a Dios y buscarlo. Y lo que en realidad importa es disfrutar de la adoración y de la palabra de Dios como una oportunidad de tener un encuentro con Él —Cristian volteó por un segundo hacia Máximo —enfocate en eso —dijo y volvió a poner la atención en la carretera.
Después de entregar a Maxine al cuidado de los maestros de infantes, Cristian y Máximo se dirigieron a unas sillas vacías en medio del salón. La iglesia estaba casi llena.
Mientras Peter agotaba una parte de exhortación, sorpresivamente llamó a Cristian al frente para que entonara una canción de fondo mientras él hablaba al público. Cristian le tiró una mirada acusatoria, Peter frunció los ojos risibles mientras esperaba a que Cristian tomara el micrófono. Rápidamente rebuscó en su mente una canción que fuera acorde a la situación, optó por una adoración que hablaba de humillarse ante Dios, la cual a veces escuchaba antes de orar.
Con el ambiente correcto, Peter reinició su ministración hacia la gente. Él sabía cómo afectar positivamente a las personas para que reflexionaran acerca de Dios y el camino correcto. Mientras Cristian continuaba entonando, su mirada se dirigió a Máximo quien parecía tocado por las palabras de Peter. De repente, Máximo se puso de pie, por un momento Cristian se emocionó de pensar que daría el paso de conversión hasta que lo vio ir en dirección contraria al altar. Cuando su parte concluyó y Peter entregó al Pastor, Cristian se dirigió a la salida. Miró alrededor y logró ver a Máximo apoyado de un árbol frente a la iglesia, cerca de la acera.
—¿Todo bien? —Cristian se apoyó en el tronco junto a él.
—No-no-no lo sé —se encogió de hombros.
—¿Qué pasó ahí adentro?
—Creo que e-e-estoy aquí po-po-por las razones equivocadas. Solo quiero q-q-que Nancy cambie, no vengo pa-pa-para ser creyente.
Cristian metió las manos en los bolsillos de su chaqueta —Creo que a veces Dios nos permite situaciones difíciles para que nos acerquemos a él. ¿Recuerdas lo renuente que estaba cuando Ana Elizabeth me predicaba? Lo único que provocó que yo me humillara fue perderlo todo. Dios tuvo que quitarme todo para que me diera cuenta de que dependía de él. No podemos hacer nada sin él. Así que, aunque creas estar aquí por las razones equivocadas, ese puede ser el medio que Dios esté utilizando para que conozcas a su hijo.
—¿Qué Dios po-po-podría querer de mí? No hay mucho que-que-que pueda hacer
Cristian se incorporó y le apretó el hombro —El asunto no es lo que nosotros podamos hacer para Dios si no lo que él puede hacer de nosotros y en nosotros. Vamos, ya deben estar terminando el servicio. —Máximo asintió y regresaron adentro.