“«Caigan los impíos en sus propias redes, mientras yo paso a salvo..»..”
Salmo:141-10
Ana Elizabeth se cubrió el rostro y comenzó a llorar. Su llanto despertó a Camilo quien con un ojo abierto y el otro cerrado intentaba entender la situación.
—Oye belleza ¿Qué sucede? —preguntó con voz dormida.
Ana Elizabeth se intentó calmar y se limpió el rostro con las manos. Se quedó en silencio cabizbaja. —No… no recuerdo… lo que pasó anoche. Nosotros… —aunque no la completó, jamás imaginó que una frase así saliera de su boca.
—Si tu pregunta es si tuvimos sexo la respuesta es… sí —sonrió con satisfacción.
El rostro de Ana Elizabeth se ́ puso pálido, los ojos se le llenaron nuevamente de lágrimas. Después de embriagarse había pasado la noche con un completo desconocido. Estaba tan en shock que aunque quería gritar se había quedado inmovil. Petrificada.
Camilo se sacudió el cabello y se sentó sobre la cama con la sábana cubriéndolo hasta la cintura.
—Lo que supuse. Eres virgen ¿Cierto?
Ella lo miró de repente, confundida.
Él rió travieso. —Anoche te emborrachaste de más, no sabías decirme donde vivías, vomitaste sobre toda tu ropa y sobre la mía y simplemente te traje a un hotel y dormimos uno al lado del otro. Ni más ni menos.
—¿Lo dices enserio? No lo estás diciendo solo para calmarme ¿Cierto?
— Lo juro por mi vida —cruzó los dedos.
Al escucharlo Ana Elizabeth lloró más, esta vez de alivio. No pudo evitar agradecerle a Dios por haberla protegido. Sin embargo, agradecerle en medio de esas circunstancias le provocaba un vacío aún más grande.
Lo cierto era que los objetivos de Camilo eran otros y el plan iba bien. La había acostado en la cama y mientras la estaba desvistiendo, el teléfono de ella sonó. Le dio curiosidad y al sacarlo del sobre de mano vio la foto de Gregorio con el nombre “hermanito” en la llamada entrante. No podría haber tenido más mala suerte. Nunca se imaginó que una belleza como ella sería “Eli” la hermanita menor de Gregorio y la novia de Cristian. Aunque según lo que ella le contó al parecer habían terminado.
Ana Elizabeth tomó con ambas manos la de Camilo. —No tienes idea de cuánto te agradezco que hayas cuidado de mí sin aprovecharte. En circunstancias como estas cualquiera lo hubiera hecho. Fuiste todo un caballero
¿Un caballero? Camilo exhaló risible—Bueno, no pareces ser de las chicas con las que se pasa una noche —se excusó.
Ella le sonrió pero no podía decir lo mismo ni tampoco lo contrario. En ese momento ella no tenía ni idea de quién era. Siempre había sido “la chica cristiana” toda su vida. Había perdido completamente su identidad.
—Creo que es momento de que me vaya. —dicho esto intentó bajarse de la cama pero se había dado cuenta de que llevaba el pantalón pero no la blusa. Apretó la sábana contra su pecho —¿Crees que haya algo limpio que me pueda poner? —preguntó avergonzada.
—Si, compre unas camisetas de camino hacia acá, está en el baño —señaló luego se recostó boca arriba colocando los brazos detrás de su cuello.
—Ok… pues con tu permiso… Tomó la sábana y se enredó en ella para llegar al baño evitando dejarse ver medio desnuda por el chico en boxers sobre la cama.
Camilo la observó esconderse en la sabana y le causó gracia. Ella tenía cierto imán de ternura. El teléfono de Ana Elizabeth sonó sobre la mesa de noche junto a la cama y al ver el nombre de Cristian en pantalla no se resistió.
—Tenemos que hablar —le escuchó decir.
—Ah… lo siento. No estás hablando con tu ex
Al parecer a Cristian le tomó unos segundos identificar la voz pues se quedó un rato en silencio
—¿Camilo? ¿Qué rayos haces con el teléfono de Eli?
—Es que se está duchando. Pasamos la noche en un hotel. Espero que no te moleste, ella me dijo que ya habían terminado —Camilo esbozó una sonrisa maliciosa
Cristian no decía nada.
—¿Cris?
—¿Dónde están? —preguntó cortante.
—Te enviaré la ubicación
Cristian le colgó sin responder. Camilo colocó el teléfono en el bolso de mano de Ana Elizabeth entre risas.
Camilo siempre había guardado cierto rencor hacia su amiguito Cristian Martinez. No soportaba su egocentrismo. Creía que tenía el mundo en sus manos. Un día que salieron a beber le había contado con jocosidad como se había acostado con una chica de la escuela y resultó ser la chica que a Camilo siempre le había gustado, más bien de quién se había enamorado perdidamente y no había tenido el valor de confesarse. Camilo llevaba una vida desastrosa y ella era una de esas chicas buenas, timidas y estudiosas, nunca se sintió suficiente para confesarle su amor. Pero Cristian, como hacía con todas, se aprovechó de su inocencia y su amor. Ahora decía que era Cristiano. Jamás le creería tal mentira. Seguro era otra treta para conquistar a otro tipo de mujeres. Mujeres lindas y sumisas como Ana Elizabeth. Quizás Máximo y Gregorio le habían creído pero él no le creería.