Tú eres la única

XXX

 

 

“«Pero si hay otros daños, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie,  quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe»..”







 

                      —Camilo Fraanco te toca realizar la práctica con… Maggie Alvarez

 

Camilo inclinó la cabeza frustrado mientras sus amigos se burlaban y reían. —¿Quieren callarse? —dijo molestó y en voz alta.

Miró al asiento de Maggie y rechistó. 

Agh… ¿Por qué con la nerd?

Era una pelirroja de melena indomable, pálida y delgada chica, con el rostro lleno de pecas.

—Esta práctica es la mitad de sus calificaciones de todo el año, esfuércense —dijo el maestro y se retiró.

Maggie se levantó de su asiento y se acercó a Camilo, de inmediato sus amigos empezaron a hacer sonidos de entusiasmo.

—Hola. Soy tu pareja —dijo Maggie seria.

—No soy tu pareja y jamás lo sería —se burló Camilo  intercambiando miradas con sus amigos

—Me refiero a que eres mi compañero para esta práctica, ya escuchaste al maestro, es la mitad de nuestras calificaciones, necesito que me digas cuando podemos reunirnos

—¿Me estás pidiendo una cita? —le habló muy de cerca con fingida mirada seductora.

—Te estoy pidiendo una reunión para hacer la práctica

Camilo la miró fijamente con el ceño fruncido, no entendía por qué no se enojaba. Por qué no se iba o lo maldecía. Maggie permanecía de pie esperando su respuesta con notable paciencia.

—Niña, escucha. No estoy ni estaré interesado en hacer esa estúpida tarea contigo, así que puedes hacerla por ti misma ¿De acuerdo?

—De acuerdo —contestó y se marchó.

Camilo la observó irse estupefacto. Esa chica era una rareza. ¿Y Para qué haría la práctica? Él tan solo asistía a la escuela por la mesada que su padre le daba con la condición de estudiar y por sus amigos.

Llegó el día de anunciar las notas de la práctica. Habían pasado quince días de ello ya que la práctica era complicada y extensa. Camilo estaba musitando atrevimientos con sus amigos mientras su maestro anunciaba las calificaciones. 

—Camilo y Maggie… —dijo el maestro 

La atención de Camilo fue captada por su nombre.

—Cien puntos,  La mejor nota del curso. Felicidades. —El curso aplaudió y sus amigos le pitaron y palmearon la espalda risibles al conocer la situación que se había dado.

Camilo giró el rostro hacia Maggie, ella seguía como si nada escribiendo en su cuaderno de matemáticas. Soltó un bufido de incomodidad. Cuando las clases terminaron él la esperó en la puerta, ella atravesó el umbral y al verlo lo saludó  y siguió su camino. Ese comportamiento frustraba a Camilo,  él la tomó del brazo y la acorraló en la pared, las clases ya habían terminado y los pasillos estaban casi vacíos.

—¿Se puede saber que estás haciendo?

Maggie no se resistió, se mantuvo quieta, mirándolo — ¿A qué te refieres? —contestó.

—¿Por qué me incluiste en la práctica si tú la hiciste sola?

—Porque la asignación era para los dos

—Pero… ¿Eres estúpida o qué? YO NO TE AYUDÉ —dijo alzando la voz

Ella no se inmutó y solo contestó —Lo sé

Camilo gruñó de enfado y la soltó. Ella se acomodó la bolsa escolar.

—Adios —se fue caminando

—¡No me saludes ni te despidas! ¡No somos amigos! —gritó  frustrado.

 

Pero después de ese suceso Camilo no podía quitarle la vista de encima a Maggie. Nadie había actuado con él con tanto desinterés como ella lo había hecho, tampoco había conocido a una chica tan templada e inteligente. La curiosidad lo estaba atrayendo, tanto que un día la siguió hasta su casa.

Maggie se espantó cuando mientras ella sacaba la basura lo vió afuera en su patio  fumando —A mi padre no le gusta que fumen cerca de las flores, las plantó mi madre antes de morir.

Camilo soltó el cigarro y lo pisó con la punta de los tenis. —Ya lo veo. Tu padre es muy autoritario. Te tiene las horas contadas y las reglas bien establecidas, ¿Por eso eres tan estirada?

Maggie se encogió de hombros —supongo.

Camilo se le acercó y se detuvo a dos pies de distancia —Iré al grano. Me molesta lo que hiciste, no me gusta deberle nada a nadie, así que dime como te devuelvo el favor. —Él había deducido que por ello no se la sacaba de la cabeza. Tenían una deuda pendiente.

—No es necesario —dijo ella.

Camilo asintió y le tomó la muñeca —Sí lo és. Así qué dime qué quieres.

—¡Maggi! ¿Por qué te tardas tanto! —La voz ronca y dura de su padre se escuchó demandante desde adentro.

—Lo hablamos mañana, ¿Ok? —dijo y miró su mano para que la soltara. Él la soltó y ella entró.




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