¡tÚ Eres Mi Destino! En Edición

CAPÍTULO DOS

En la oficina del Fiscal del Distrito, había una reunión, con su asistente, para ultimar la audiencia que tenían que presentar el próximo lunes, era muy importante, ya que se trataba de una persona que no debía salir libre de todos sus crímenes y estaban organizando lo que debía tener en cuenta; Julio estaba concentrado leyendo un documento, cuando le entró un mensaje con el tono que era muy conocido, agarra el celular, lo desbloquea y mira el mensaje: “hoy se fue a México, te toca esperar seis meses, para declararte” ;) – relee el mensaje y capta de inmediato de que se trataba y sonríe; ¿Cómo se dio cuenta esta chiquilla, que ella me interesaba? Ay hermanita, definitivamente eres un caso, debiste estudiar Psicología y no Medicina, o es que ya tienes el poder de leer la mente. Decide contestarle: “no me importa, metiche; que venga cuando le dé la gana” L. – recibe otro mensaje – “¡gruñón! Te vas a quedar para vestir santos” yo quiero sobrinos hermosos con esos ojitos tan lindos que tienes” jajajajaja. – sonríe y escribe - ¡que pesada eres! Estoy trabajando, así que ve a molestar a otro. LLL - y recibe un guiño ;). Deja el celular y vuelve a los documentos, siente que lo están mirando y levanta la cabeza

- ¿qué? Dice con la frente arrugada y un tono de voz de enojo.

- lo vi sonreír – se atrevió a decir el asistente, pensando que era raro que su jefe sonriera.

- era la pesada de mi hermana, que anda de metiche – explicó él

- ¿Cuál de las dos? Vuelve a preguntar, quería saber cuál era, ya que él le gustaba mucho una de ellas.

- Fer, es más metiche y latosa que Sofi, - se tocó la barbilla con una mano reflexionando en eso – pero pensándolo bien, ambas son latosas y metiches – terminó diciendo muy enojado – sigamos trabajando, que nos falta mucho por resolver este caso.

Pasaron toda la tarde trabajando y sacando conclusiones sobre el caso, que Julio se sentía ya estresado, le dolía el cuello y la espalda, también tenía mucho dolor de cabeza. Se levantó de su silla y le dijo a su asistente, que por cierto se llama Pedro Hernández; que se marchaba.

- me voy a casa, necesito descansar y tomarme unos calmantes, porque tengo un fuerte dolor de cabeza – tomó su portafolio, lo abrió y metió todos los documentos en que estaba trabajando y le dijo – Pedro, te espero mañana en casa de mis padres, para seguir con esto.

- sí, doctor, allí estaré puntual – le contestó el joven, contento porque vería a Sofi, ¡que hermosa es”, pensó y se levantó para también recoger su portafolio y salir con Julio. Éste, fue al parqueadero buscando su coche, puso sus cosas al lado del copiloto y entró cerrando la puerta e inmediatamente lo encendió, salió a la calle y fue rumbo a la casa familiar. Hoy dormiría allá, quería relajarse con la familia, con las escandalosas de sus hermanas y las ocurrencias de sus hermanos menores. Tardó casi cuarenta y cinco minutos, porque había mucho trancón, y suspiró aliviado cuando divisó la casa, estacionó al lado del coche de su padre y salió, en esos momentos escuchó unas carreras y se imanó quienes serían, Dios, eso nunca cambia.

- ay, llegó el príncipe azul de la casa, mi hermano mayor, hermosoooo – se le lanza Sofi, que es la más escandalosa y viene seguida de Fer que como no puede lanzarse, porque tiene una férula en el brazo derecho, por un accidente que tuvo hace unos meses atrás, pero eso no le impide de colgarse en mis hombros.

- por Dios niñas, van a matarme o a dislocarme algún hueso – se queja él, ellas parecían unas zarigüeyas adheridas a mi cuerpo – traigo un dolor de cabeza y de espalda, así que necesito que me den unos masajes y me den unos analgésicos, así que andando niñas.

- ¡no somos niñas! Ya somos grandes – Fer hizo un puchero todo chistoso – además somos tus consentidas.

- ¡claro que sí, mis amores! Las adoro, pero también tengo que hacerme respetar, soy su hermano mayor – les dijo fingiendo estar enojado -  vamos, que me estoy muriendo con un dolor de cabeza.

- ¡mami! – gritó Lucía Fernanda – Julio tiene dolor de cabeza – sonrió cuando vio a su hermano cerrar los ojos y llevarse las manos a la cabeza.

- ¡por favor, Fer! No grites – se quejó, saludó a sus padres, la señora Yolanda le traía unas pastillas y un vaso con agua, se las tomó – voy a mi habitación a descansar un rato hasta que se me quite – besó a su madre y le dio las gracias, se dirigió a las escaleras y entró a su habitación.

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Han pasado ya tres meses y Ana estaba preparando las maletas para irse a New York, pero extrañaba a su familia, sus amigos, ir de fiestas, a la playa y ver a sus sobrinos, que los echaba mucho de menos. Le había ido muy bien en México y consiguió muchos amigos y admiradores, pero no olvidaba a ese chico que la volvía loca, que se había sentido muy atraída hacia él, esperaba verlo cuando vuelva a Santa Marta; por ahora tenía que enfocarse en New York, ya que con estos estudios terminaba su formación y con eso podía graduarse, ya tenía propuestas de trabajo, pero era en el extranjero y todavía no se decidía, ya que quería explorar algunas cosas que no había hecho. En ese momento, sintió el timbre de su teléfono y miró la pantalla, era su hermano Roberto.

- ¡Hola, hermano! ¿Cómo están todos por allá? ¿y los niños? – se emocionó tanto que se le aguaron los ojos, por la nostalgia

- ¡Ana! Mi hermana, estamos bien, y tú, ¿cómo estás? ¿Te siento rara, estás llorando? Roberto se preocupó cuando escuchó un sollozo.




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