Julio, se sentía cansado y mal humorado, por el exceso de trabajo, menos mal que habían terminado con el caso del narcotraficante, ganando con mucho éxito, habían pedido la máxima pena, pero debía cumplir otras en Estados Unidos. Se sentía satisfecho con el trabajo, pero era estresante y agotador. En estos tres meses con ese caso, trabajó de lunes a domingo, junto con Pedro, su asistente y le pedía consejos a su padre, en este momento deseaba tomarse unos días de descanso, se iría a una finca de sus tíos que estaba cerca de Taganga, un pueblito pesquero del departamento del Magdalena, que tiene unas playas increíbles, ya que está entrando la época de vacaciones de Semana Santa y está llegando los turistas, para visitar sus playas y las islas cercanas, tenía que llamar a su primo Alberto, para programar sus salidas a bucear, se imaginó con su equipo de buceo y explorando los arrecifes de coral donde habitaban diversidades de fauna y flora marina. Tomó el celular y buscó el número de Alberto, esperó que contestara.
- ¿aló? ¿Alberto?
- ¡hola, Julio!, primo y ¿ese milagro? – le contestó el hombre
- hola, jajaja, milagro que hacen los santos, como decimos. ¿cómo estás? Y ¿mis tíos?
- yo bien gracias a Dios, y los viejos, también, - hizo una pausa – el viejo es el que ha estado un poco enfermo, ya sabes, la edad.
- claro, espero que no sea nada grave, primo, te estoy llamando para informarte que tengo un viajecito para allá.
- ah, vale, ¿para cuándo? Sería genial que vengas pronto, porque tenemos un pequeño viaje para la Isla Aguja, tu sabes que es la mejor para bucear – escucha una carajada
- jajajaja, si me consta, la última vez fuimos allá, ¿Cuándo tienes planeado ir?
- el sábado, así que te quedan tres días para llegar a casa – le informa
- saldré el viernes al medio día, así que guárdame la mejor comida del pueblo, jajajaja, ah, me saludas a mis tíos y a tu chica. Corta la llamada y llama a su hermano Andrés, que debe estar en la obra, él es un buen arquitecto y en este momento está con unos amigos realizando un proyecto de remodelación de una casa antigua en el centro, lo va a convidar, porque él tiene su camioneta todoterreno y así llegar rápido al pueblo.
- hola, señor Fiscal, ¿Cómo has estado? – le dice de broma
- cansado y estresado – fue lo que contestó – voy para Taganga el viernes, ¿te apetece ir?, pero no le digas a las intensas – y sonríe imaginándose a sus hermanas cuando se enteren que nos fuimos a la playa sin ellas. Su hermano se carcajeó pensando en lo mismo.
- me imagino que nos harán la vida imposible y nos dejarán de hablar por una semana, jajajaja, esas niñas, tiene un genio de mil demonios – Andrés también sabía cómo eran sus hermanas y había sufrido sus “castigos”, y ellas los amaban, pero cuando les hacían algo, aténganse, porque se vengaban bien feo – claro hermano, me gustaría también despejarme, he tenido una semana de mucho estrés, ¿vamos de buceo con Alberto? Preguntó
- sí, ya lo llamé y tienen pensado ir el sábado a la Isla Aguja – contestó julio, lanzó un largo suspiro, ya se estaba arrepintiendo de haber decidido no incluir a sus hermanas en el paseo, con lo que se divertirían en la playa y en la excursión – oye, Andrés, me da pena no llevar a las chicas, tú crees que…
- ni lo pienses – exclamó su hermano – nos estresaríamos más con ellas, tendríamos que cuidarlas y regresaríamos peor de allá – hizo una pausa – además con lo hermosas que están, estaríamos espantando todos los hombres que se les acercaran.
- anda, cierto, no, no, no, tienes razón – respondió de inmediato Julio – mejor que nos dejen de hablar por una semana que estar tras ellas cuidándolas jajajaja, es mejor – entonces saldremos el viernes al medio día para Taganga – le gritó antes que colgara – ah, Andrés; ven a recogerme en tu coche, el mío no es adecuado para esa carretera y el camino que va a la finca de los tíos.
- sabía yo que la invitación era por mi coche – escuchó la carcajada de su hermano – está bien, señor Fiscal, te recogeré a la una de tarde. – cortó la comunicación.
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El tiempo pasa volando, cuando uno está ocupado realizando lo que más le gusta, eso siempre lo pensaba Ana Montemayor, cuando estaba regresando de New York, se sentía satisfecha por haber terminado su semestre de investigación internacional, para culminar sus estudios universitarios y pensar en realizarse profesionalmente, recorrió la vista por todo la sala del aeropuerto para ver si estaba Roberto esperándola, se detuvo cuando lo vio con los niños esperándola en la puerta que da al pasillo donde se reclama el equipaje, corrió y se abrazó a él y luego le tocó el turno a sus sobrinos.
- ¡Dios mío! Que grande están, niños, y tu hermano qué guapo te has puesto, ja ja ja ja ja, ¡qué alegría de estar de vuelta en mi ciudad natal - ¿Cómo han estados, niños?
- muy bien tía, y ahora felices porque llegaste – le respondió Daniel mientras Angie daba saltitos de alegría, porque su tía había llegado – tenemos que contarme muchas cosas tía Ana – le decía Angie y Roberto la mira advirtiéndole que se debía callar.
- y tú, Roberto, ¿cómo has estado? – miró a su hermano – cuéntame ¿Qué ha pasado por acá?
- mucho trabajo – respondió muy serio – he estado muy ocupado tanto en la clínica como en la universidad, que me siento agotado.