¡tÚ Eres Mi Destino! En Edición

CAPÍTULO 20

Ana y su primo Carlos, llegaron a Palomino a las once de la mañana, se sentía muy cansada y con muchas náuseas y mareos, la recibe su tía Graciela, ella cuando la ve, se sorprende al verla con vendas en la frente y en el brazo derecho.

- ¡Ana, cariño! ¿Qué fue lo que te pasó, hija? – la abraza con mucho cuidado para no lastimarla – pero, ¿Qué es esto? ¿estás embarazada?

- ¡Hola, tía!, no es nada, no te preocupes, solo fue unos rasguños y sí, estoy embarazada – Ana la saluda con un beso en la mejilla, se siente contenta de ver a su tía.

- parece que tienes muchas cosas que contarme, jovencita – le hablo seria – y tú, Carlos Eduardo, deja de mirarla de ese modo, ya sabes lo que pienso sobre ese asunto – regaña a su hijo y él la ve con enojo.

- ¡ay mamá! No es lo que estás pensando – le respondió el joven – solo la traje para acá, ya que de todos modos venía – se defendió – además… - hizo una pausa – todos saben mis sentimientos hacía ella, así que… se levantó de su silla para ir hacia la salida – a pesar de todo, no he perdido la esperanza – les sonrió y levantó la mano para despedirse de ellas. La señora Graciela solo movió la cabeza.

- ¿Qué voy hacer con ese muchacho? – dijo mirando a su sobrina

- Tía, no se preocupe por Carlos, él sabe que no puedo corresponderle – le toma una mano y le dice – yo lo quiero mucho, pero como mi primo que es, además… no puedo corresponderle porque… - la señora la interrumpe

- estás enamorada del padre de tu bebé – ella la mira con cariño, siempre ha querido mucho a sus sobrinos, en especial los de su hermana Helena, su compañera, su gemela, que extrañaba mucho, la había perdido hace más de diez años junto con su otro hijo. Ana al ver a su tía triste, le da un abrazo

- tía, no te preocupes por nada, sabes lo que siento por Carlos, lo quiero mucho, como si fuera mi hermano, además; sabes que mi mamá no lo hubiera permitido -  ella sonrió

- cierto. No lo hubiera permitido ni yo tampoco, bueno… se levantó para llevarla a la cabaña que tenía destinada para ella, que estaba ubicada junto del hotel, ya que necesitaban estar cerca de las oficinas de administración cuando ya instalaran el programa – vamos para que te instales y descanses un poco antes del almuerzo, ¿sí?

- claro tía, me siento muy cansada y este pequeñín, no me deja comer mucho – le dice Ana poniéndose de pie también e ir con ella. Ella entra y repara todo a su alrededor, respira profundo y siente un sentimiento de paz y de relajación, entra a la habitación y se tumba sobre la cama, se acomoda de medio lado mirando hacia la ventana, para mirar a lo lejos el cielo azul y ver volar a las aves. Siente que se le van cerrando los ojos, lanza un largo suspiro y se duerme.

Más tarde siente como si alguien le estuviera tocando el vientre muy suavemente. “Ana, mi amor, sé que percibes mi presencia. Que puedes sentir mi energía, mi calor” Ana escucha la voz de Julio y se asusta, se sienta en la cama con el corazón acelerado.

- ¿Qué fue eso? No me explico, ¿Por qué es que escucho la voz de Julio? – dice Ana con una mano puesta en su pecho, como haciendo las maneras de calmar los latidos de su corazón - ¡sé que me escuchas! Ana, soy yo. – vuelve a decir Julio - pero… ¿cómo es esto posible? – pregunta – es por nuestro vínculo, cariño y por el lazo que tenemos con nuestros bebés. Continuó diciendo él - ¿nuestros bebés? ¿Todavía crees que son gemelos? – tienes que creer en mí, mi amor. O al menos cree en Fer que ya me enteré que ella te lo dijo. – Sé que ella me dijo, pero fue en un sueño; no lo tomé en serio – es en serio, Ana, vamos a tener gemelos y varones, así que ve haciéndote a la idea que tendremos mucho trabajo con ellos – él sonríe y Ana lo escucha claramente. Siente que está diciendo la verdad.

Al día siguiente, Ana se levanta sin ningún malestar, nada de nada, así que va al baño y se da una ducha refrescante, se pone su ropa interior, un short de mezclilla y una camiseta de tiras y unas sandalias, toma su carpeta donde tiene todos lo relacionado con el programa que van a montar en el hotel de su tía Graciela. Los chicos deben estar llegando, porque habían dicho que salían de Santa Marta a las cuatro de la mañana y ya eran las seis y media, así que deben estar cerca. Abre la puerta de la habitación y sale en búsqueda de su tía y de Carlos, para desayunar con ellos.

A las ocho de la mañana, llegaron los chicos, cansados y de mal humor, ya que el auto se les varó en el camino y les tocó pedir ayuda, ya que ninguno de los dos sabía mecánica, Ernesto llegó con toda la cara llena de aceite negro y de tierra, Ariel con la camisa rasgada y sucia; Ana al verlos soltó una carcajada.

- Niña, no te burles de nosotros – dijo Ernesto con mala cara – tenemos hambre, sed y estamos cansados.

- qué pena chicos, pero es que se ven tan chistosos, jajajaja, ustedes tan… jajaja, tan pulcros que son y mírense jejejeje – siguió riéndose de los dos, se secó las lágrimas que le salían de tanto reírse – ya, está bien, no voy a reírme – dijo de verle las caras de enojados – vengan para que se den una ducha y se cambien, porque estamos atrasados por su tardanza – fue hacia la cabaña con ellos detrás – bueno… ya inicié la ejecución del programa, así que les toca hacer lo suyo, porque de eso no sé nada, ¿vale?

- está bien, cariño – le contestó Ernesto – dame unos minutos y estaré como nuevo – se dirigió al baño, Ariel se quedó sacando las cosas que iban a utilizar y a acomodar la ropa en el closet, dejando lo que se iban a poner.




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