Blake Callaghan miró el vaso con whisky a medio tomar y suspiró, seguramente aquel líquido dorado, como el color de sus ojos, era el culpable del problema en el que se encontraba.
Seguramente había estado borracho el día que había aceptado el loco pedido de su hermana, aunque, en realidad había sido el amor fraterno más que el alcohol quien lo había movido a aceptar.
Elena tenía un par de años menos que él y siempre había querido casarse y formar una familia, pero su vida amorosa había sido un desfile de fracasos, la semana anterior antes de irse de viaje en un crucero, le había pedido que se inscribiera en una agencia de citas y sondeara el lugar para ver si era un lugar serio y si ella podría conseguir un buen hombre allí.
Blake tenía cuarenta y dos años, estaba bien establecido, soltero y en lo último que pensaba era citas, le gustaba su vida tal como era, dedicarse a su trabajo y ser libre, no tenía la más mínima intención de buscar una relación. Pero tenía una debilidad : su hermana quien había rogado por su ayuda, mientras expresaba su deseo de formar una familia feliz.
Eso lo había doblegado.
Y ahora se encontraba a sí mismo puesto en el mercado de solteros.
No creía en esos lugares, casi que los detestaba, pero por un mal momento de compasión y amor, era parte de los nuevos candidatos de "Adorable Destino". Hasta el nombre le daba escozor.
Se pasó su mano por el cabello, en un gesto nervioso, ya tenía canas salpicando su cabello negro pero había caído en las redes de su hermanita.
Ahora tendría una cita con una serie de desconocidas ansiosas por pescar un marido, al tiempo que debía investigar si alguno de los inscriptos era material apropiado para cuñado.
Suspiró y rellenó su vaso, iba a emborracharse, lo necesitaba.
Katherine se había anotado en la agencia y estaba feliz, cualquiera habría pensado que su felicidad se debía a las diez citas programadas que tenía por delante, pero en realidad tenía que ver con que su espíritu aventurero se había despertado después de un tiempo. Estaba entusiasmada y se sentía como una adolescente metiéndose en problemas, había llamado a Bianche Leblanc ,quien en realidad se llamaba Margarita, y le había contado sobre la agencia, había puesto todo su histrionismo en juego al narrarle el suceso pues quería animarla.
Las dos habían reído y su amiga le había hecho muchas sugerencias, incluso sobre su vestuario.
-Me siento como un agente secreto – le confesó riendo.
-Tienes exceso de imaginación – le respondió Margarita
- Me lo han dicho otras veces, y eso suele meterme en problemas o hace que me gane el sustento.
-Mucha suerte, cariño. Ya me contarás como te va, Belladona te manda saludos- dijo haciendo referencia al pequeño caniche que tenía como mascota.
-Dale mis saludos también. Te contaré como me fue y si no logro inspiración, al menso escribiré un manual sobre cómo sobrevivir a diez citas o algo por el estilo. Cuídate – se despidió.
Después de la llamada fue a revisar su armario.
¿Qué era indicado vestir en citas falsas? Es decir, no eran falsas pero ella no pretendía conquistar a nadie, aunque debía despertar algo de interés si quería por lo menos tener una conversación interesante y tiempo suficiente para estudiar el carácter de aquellos hombres.
Ella tenía treinta y cinco años, hacía raro que había dejado la vestimenta sexy por la cómoda, pero si iba a jugar a ser James Bond del romance, pues debería vestir algo acorde.
Rescató un par de blusas, un vestido negro clásico, una falda plisada y un sweater fino de hilo. También buscó tacones a juego y que la dejaran caminar cómodamente y de la altura adecuada, es decir algo promedio. Recordó una cita de mucho tiempo atrás, en la que el hombre se había ofendido porque ella se veía más alta que él. Ridículo.
Era relajante reingresar al mundillo de las citas con hombres por puro interés profesional y no por interés amoroso, podía tomarse todo con diversión.
Actualmente no le preocupaba tanto un corazón roto como que su cuenta bancaria estuviese en rojo, o que su único talento de desperdiciara.
No se imaginaba haciendo algo distinto a escribir.
Al día siguiente tendría la primera cita ¿Qué podría salir mal?