Tú eres mi inspiración

Capítulo 3

El día era ideal, primaveral casi, así que al decidir su vestuario se inclinó por la falda plisada y el sweater de hilo, el vestido negro parecía demasiado para un primer paso. Se maquilló ligeramente, algo de color pero sin exagerar, recordó casi con gracia, casi, pues también le daba un poco de acidez, los múltiples comentarios que había recibido a lo largo de su vida amorosa sobre el maquillaje. "Demasiado rubor, no eres una adolescente" "Pareces un panda con tanta sobra" "Tanto labial me molesta al besarte" "Deberías maquillarte más, preocuparte por tu apariencia" "La cara lavada es para las chicas de veinte", había escuchado de todo, y era extraño que hombres que se espantaban de los nuevos especímenes metrosexuales se preocuparan tanto por cómo se maquillaba ella.

A veces se había maquillado exagerada sólo para desquiciarlos y poder decirles que siguieran felices sus vidas, sin ella. Otras, aquellas palabras la habían herido de verdad.

Era un alivio que eso no fuera relevante ahora, sólo debía estar cómoda y presentable para sus propios estándares, se aplicó un poco de BB cream, un labial rosa claro y se delineo los ojos además de la máscara de pestañas.

-¡Voilá! – exclamó con orgullo al mirarse en el espejo.

Tomó un taxi hasta el restaurante, aunque tenía auto no era fanática de manejarlo y prefirió no conducir en caso de necesitar un par de copas de vino para la ansiedad.

Llegó temprano, la guiaron a su mesa y se acomodó a esperar mientras observaba el lugar y la gente. Era un lugar agradable, elegante aunque no lujoso.

Esperó tranquila, aunque si fuera una cita real eso la hubiera enojado, la impuntualidad y que la hicieran esperar, sobre todo si era una primera cita.

Tras unos veinte minutos, el hombre llegó. Era absolutamente promedio, edad mediana, unos cuarenta y tantos, cabello castaño, ni muy alto ni muy bajo, ojos oscuros, vestido con un traje gris. No había nada atrayente pero tampoco nada que le produjera rechazo. Se acercó a ella y se presentó, luego se sentó en su lugar y le preguntó si le gustaría ordenar. Eligieron pasta y ensalada, él prefirió una bebida sin alcohol y eso le agradó, que fuera responsable; aunque prefería ver cómo era un hombre una vez que consumía alcohol, si una era observador, eso podría ahorrar problemas en el futuro.

Charlaron sobre cosas cotidianas, y Katherine tuvo que tomar unos tragos de vino cuando su cita le preguntó en que trabajaba y ella con toda la normalidad del mundo respondió que en una editorial. No era algo falso, aunque tampoco verdadero, pero para una persona cuya materia de trabajo era la ficción, los límites siempre eran difusos, en cierta forma sí trabajaba para una editorial.

Él era contador, eso la hizo suspirar internamente, no se le ocurría que un contador pudiera ser un buen protagonista para una novela, sonaba demasiado prosaico, aunque probablemente el que ella no fuera una fan de los números la predisponía desfavorablemente.

Aún así lo escuchó atentamente, era buena en eso, y además había ido a buscar historias.

Cuando terminaron la comida, pidieron café y continuaron charlando. Su cita, Martin, comenzó a hablar sobre su familia, estaba particularmente orgulloso de sus sobrinos, eso la enterneció. El hombre manifestó que le gustaría tener hijos y eso la hizo extrañar tener una copa de vino a mano, el tema maternidad siempre la ponía un poco incomoda. Para distraerlo le preguntó si tenía fotos de sus sobrinos y el asintió encantado.

Sacó su celular y se le acercó para mostrarle las fotografías, desfilaban distintas fotos cotidianas y aburridas, pero siguiendo los buenos modales hizo comentarios al azar sobre lo lindos que eran los niños retratados.

De pronto, se equivocó al pasar las imágenes de la galería y Katherine se sorprendió

-¡Por los dioses del Olimpo! Eso es más de lo que quería ver – exclamó al encontrarse viendo las fotos de las partes privadas de su cita.

-No es...lo siento...lo siento – tartamudeó avergonzado y nervioso, tratando de apagar el teléfono.

-También yo – le respondió ella y se levantó para retirarse.

-No soy un mal hombre, no es lo que cree...- se excusó.

-Probablemente, pero definitivamente no es a quien busco - le respondió y tras saludarlo se marchó.

Caminó una cuadra mientras pensaba en lo sucedido y de pronto se echó a reír. Su suerte con los hombres era mala hasta para las citas falsas. Y aún le quedaban nueve más.

 




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