Tú eres mi inspiración

Capítulo 4

Había hablado con Margarita sobre lo sucedido y también se habían reído de la situación juntas.

-Creo que estoy algo anticuada para las citas en época de los smartphones – comentó Katherine.

-No digas eso, al menos resultó bien. Es mejor saber que no hacerlo.

-¿Y qué hago con el próximo le pido que me muestre su teléfono o ni lo menciono?

-Depende – respondió Margarita.

-¿De qué?

-Si te interesa el candidato o no.

-Es una investigación, ya te lo he dicho.

-Aún así, si encuentras algo decente, no lo dejes ir – aconsejó la mujer.

Katherine negó con la cabeza, claro que no buscaba un enamorado, sólo inspiración para su historia, material para crear un héroe literario decente.

Por empezar, acordó como lugar de encuentro una cafetería, sonaba más inocente que una cena en un restaurante, quizás así se evitara las fotos de desnudos.

Esta vez optó por unos pantalones color crema con una blusa floreada, era algo intermedio, se preguntó si no era un look demasiado juvenil, pero luego se dio cuenta que estaba cayendo en los mismos vicios que las citas reales, no necesitaba preocuparse tanto. Ni juzgarse. Era una oportunidad de aprender a ser ella misma sin pensar en expectativas ajenas, por más contradictorio que sonase, pues estaba fingiendo ser un miembro de la agencia.

Cuando llegó, el hombre ya estaba allí, era agradable que no la hicieran esperar. Y lo más sorpresivo fue que era calvo, no es que tuviera nada contra los calvos pero se quedó divagando mentalmente sobre si existía algún héroe de novela romántica sin cabello, no recordaba ninguno, y pensó que quizás era un cambio refrescante, aunque debería eliminar escenas donde la mujer enredaba los dedos en la cabellera masculina durante los besos. Debió quedarse un momento largo perdida en sus pensamientos, pues el hombre la llamó hasta que captó su atención.

-Perdón, me distraje - se disculpó y se presentaron.

Luego ordenaron café, un americano para él y un capuccino para ella y un par de porciones de pastel.

-¿Tiene sobrinos? – preguntó Katherine.

-No, soy hijo único- respondió él y ella sonrió encantada. El hombre era un poco introvertido, pero agradable.

El hombre, Albert, trabajaba en un banco y Kat se preguntó si todos los candidatos de aquella agencia tenían ocupaciones relacionadas a los números o si la mayoría de aquellos hombres estaban solteros porque sus trabajos sonaban muy aburridos. Aunque también era cierto que esa relación con el dinero podría resultar atractiva para alguien, ella solía pasarla mal cada vez que debía hacer un trámite. Y su imaginación salvaje asociaba bancos a historias de robos a lo Bonnie y Clyde.

-La gente cree que los bancos sólo sirven para guardar dinero, pero los bancos permiten invertir el dinero...-decía él mientras ella asentía fingiendo estar interesada. Quizás debiera prestar atención, no era demasiado buena manejando dinero, apenas lograba mantener el balance adecuado entre lo que ganaba y lo que gastaba. De hecho si no escribía y publicaba pronto, podría llegar a estar en rojo.

-¿Qué recomendarías como inversión para alguien que no sabe nada de eso? – preguntó súbitamente interesada y él procedió a explicarle sobre los plazos fijos.

Fue una reunión amena, le pareció un buen hombre aunque incapaz de despertar grandes pasiones, y por lo visto él había pensado lo mismo de ella. Katherine sospechó que su exceso de imaginación era casi un aura palpable que actuaba como repelente ante un hombre tan práctico y prosaico.

No tendría material para su héroe, pero al menos había conseguido una tarjeta de negocios por si necesitaba asesoría bancaria.

Al irse a su casa, se fue haciendo apuestas sobre la profesión de su próxima cita, ya había conocido un contador y un bancario, ¿qué sería el siguiente?

 




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