Katherine iba abrazada al pequeño caniche y mirando por la ventanilla del auto, se sentía cansada aún para hablar pero necesitaba desprenderse de aquella angustia un rato.
-¿Qué tal fue tu cita? – le preguntó a Blake que iba muy concentrado.
-Aún amaba a su ex, o al menos se pasó hablando de él todo el tiempo.
-Mi ex va a casarse con otra – mencionó ella al azar.
-¿Y eso te hace feliz o no?
-Mmm creo que estoy en la etapa de aceptación, pasé por todas las etapas, es que no era mi ex aún cuando se conocieron, ahora creo que incluso voy a comprarles un regalo.
-Creo que eso es buena señal.
-Lo es, extraño ver las estrellas – comentó distraída
-¿Qué?
-Las estrellas, he intentado verlas, pero en la ciudad es imposible, me refiero a estrellas de verdad cuando casi puedes ver la vía láctea , cuando son tantas en el cielo que sientes que tu alma es parte de universo – comentó melancólica. Estaba anocheciendo y ella se sentía extraña, aquel día parecía haber durado una eternidad y ni siquiera era muy consciente de lo que decía.
-Por ahora te llevaré a casa, otro día te llevaré a ver las estrellas –le dijo Blake como si hablara con una niña pequeña.
-¿Lo prometes?
-Sí.
-Mi cita de hoy estuvo bien, deportista y rockero, ¿crees que a tu hermana le guste salir a correr a las 6 de la mañana?
-Lo dudo, le gusta despertarse tarde y desayunar tranquila, no la imagino corriendo a esa hora.
-Es una pena, parecía buena gente.
-¿Es aquí? – preguntó él estacionando frente a su edificio.
-Sí.
-¿Estarás bien?
-Sí, le daré de comer a Belladona, espero que le guste el bistec hasta que consiga su alimento, y luego descansaré.
-De acuerdo, si necesitas algo llámame.
-Gracias, Blake, gracias por todo.- dijo y fue hacia su casa.
Al entrar dejó a Belladona en el suelo, la perrita parecía entender lo sucedido, al principio había estado aullando junto a su dueña, luego se había quedado silenciosa y temblando.
-Voy a hacerte algo de comer, puedes descansar en el sofá o si quieres ir a mi cama – le dijo y pensó que cualquiera que la viera pensaría que había enloquecido, pero estaba convencida de que la caniche la entendía.
Buscó la carne del refrigerador y le cocinó un poco, el animalito la siguió como si no quisiera quedarse sola. Cuando estuvo lista se lo sirvió en una bandeja.
-Come, ella va a estar bien, ya verás – le dijo nuevamente. La perrita se acercó y comió algunos bocados. Ella no tenía hambre, así que se preparó una taza de té y tomó algunas galletas de chocolate que había comprado el día anterior, por primera vez en mucho tiempo, el silencio de su propia casa el pesó, así que puso música, buscó uno de sus libros favoritos y se acurrucó a leer en el sofá hasta que se quedó dormida
Al día siguiente se despertó con los lengüetazos de Belladona, era temprano aún, así que aprovechó para sacar a la perrita dar un paseo y comprarle alimento. Luego se preparó un suculento desayuno para ganar fuerzas. Revisó sus mensajes, tenía varios de su editora insistiendo en que recordara los tiempos de entrega del manuscrito, y uno de Blake preguntando si todo iba bien y si necesitaba algo. Solo le respondió a Blake. Luego llamó a Nicolás para contarle lo sucedido y pedirle que fuera a ver a Margarita,recibiría ayuda psicológica, pero no estaba demás que el joven cura hablara con ella, sobre todo porque era muy comprensivo, de mente abierta y capaz de dar consuelo a los que estaban heridos.
Nic quedó en visitarla esa misma tarde, se lo agradeció y luego de cambiarse se fue al hospital a visitar a su amiga.
El pronóstico físico era bueno, en cuanto a lo otro llevaría mucho tiempo sobre todo porque era el segundo intento, y en un par de meses. Todos los que rodeaban a Margarita habían creído que era algo superado, no le habían prestado la suficiente atención, no volvería a cometer aquel error.
-Debí sospecharlo cuando le pusiste Belladona a la perra.- dijo apenas la vio. En realidad no sabía que decirle, así que iba a ser ella misma. La mujer sonrió débilmente.
-¿Cómo está?
-Bien, pero deberías pensar en ella también. No estoy lista para adoptarla.Ni siquiera puedo cuidar un cactus, lo sabes.
- Estaba muy cansada, Kit. Pero voy a intentarlo, lo siento. Esta vez lo intentaré.
-Le avisé a tu hermana, llegará mañana.
-¡Katherine!
-La otra vez no dejaste que se enterara, creo que merece saberlo y tú necesitas que esté a tu lado. Así que puedes enojarte o no hablarme, no importa. Y también te traje esto – dijo dejándole un cuaderno en la mesita junto a la cama- ya sabes mejor que nuestros demonios estén afuera, en el papel.
- Eres una buena amiga.
-Soy fantabulosa, así que no me dejes.
-Cuéntame sobre tus citas, ¿alguna novedad? – preguntó suavemente. Se la veía débil, cansada, pero aún estaba allí, así que Katherine puso todo su entusiasmo en contarle sobre su último encuentro. Mencionó a Blake al pasar, para decirle que la había acompañado.
-Sabes, es una pena que él no busque novia, porque me cae muy bien – comentó su amiga convaleciente.
- Es un buen hombre – asintió Katherine y pensó que jamás le había preguntado a él sobre su vida amorosa, quizás sí tenía a alguien.