Tu inocencia

Capítulo 27

Ginny se colocó unos vaqueros desgastados, un jersey blanco de cuello en pico que le quedaba bastante amplio, se colocó unas zapatillas deportivas y una coleta y bajó las escaleras donde Fede le esperaba con unos ajustados pantalones negros a juego con su chupa de cuero y una camiseta básica blanca.

—¿De qué vas?, ¿de Danny Zuko?

Fede se miró muy orgulloso de lo que había escogido.

—¿De quién?

—¡Grease! —explicó ella para que entendiese a quién se refería.

—Oh, gracias —respondió él ampliando su sonrisa.

La pelirroja negó con la cabeza, no había sido un cumplido. Quería que entendiese que estaba ridículo, que solo le faltaba el peine en la mano para hacerse un tupe...

—Y bien, ¿a dónde vamos? —insistió él mientras Ginny caminaba hacia la parada del bus.

—A la cárcel.

—¿En bus? —preguntó este haciendo excesivos aspavientos.

—Que yo sepa ni tú ni yo tenemos coche —dijo ella resaltando lo evidente de la situación.

—Coge uno de mi hermano —respondió él con total naturalidad.

—No tengo carnet.

—Pues lo cojo yo.

Ginny le miró algo desconfiada. No estaba segura si quería subirse a un coche en el que ese chico fuese al volante.

—Venga, que no tenemos todo el día —insistió.

—Pero ¿tú tienes las llaves del coche?, y ¿a Nick le parecerá bien que lo cojamos sin decirle nada? —preguntó no del todo segura.

—Bah, tiene muchos, no se va a dar cuenta. Además, si se da cuenta ya le convencerás tú de que ha sido por algo muy urgente —respondió retándole importancia al hurto del coche.

Ginny suspiró. Sin duda eso era más rápido que ir en taxi o en autobús.

—Está bien —aceptó ella mientras Fede decidía qué coche manejaría.

Finalmente detuvo su mirada en un Lamborghini Aventador de color rojo. Se trataba de un superdeportivo biplaza de 4,78 metros de largo, 1,14 metros de alto y unos llamativos 2,26 metros de ancho conseguidos gracias a un generoso ancho de vías trasero.

Ginny lo miró de forma desaprovadora, ¿cómo no? Fede tenía que escoger el más llamativo. Sin duda iban a pasar muy desapercibidos...

El pequeño de los Varela sacó un mando con el que había hackeado las llaves de todos los coches de su hermano. Le dio para abrir el vehículo y las puertas se abrieron en forma de tijera.  

Ambos de introdujeron y Ginny comprobó lo confortable que era el interior. 

—No está mal —confesó.

Fede sonrió. ¿Que no estaba mal? ¡Ese coche era una auténtica pasada!

Encendió emocionado el motor; piso el freno y el embrague; puso primera y salió del garaje disparado.

—¡Fede! —chilló la chica colocándose el cinturón de seguridad.

El trayecto fue corto, pero tortuoso. El joven conducía de forma violenta y bastante brusca, nada que ver con la manera elegante y delicada de conducir de Nick.  Ginny se había pegado el viaje agarrada a su cinturón con los ojos cerrados rezando por llegar cuanto antes sana y salva.

—¡Ya estamos! —exclamó él orgulloso.

La pelirroja salió a toda prisa del coche e hizo ademán de vomitar, pero finalmente, poco a poco, su cuerpo se fue recomponiendo.

—vale, espérame aquí, volveré en media hora —dijo aún algo mareada.

—¿Qué? ¡No! Yo voy contigo —insistió él.

—No puedes venir conmigo.

—Sí que puedo porque soy un gran amigo que te guarda los secretos —recordó con una pícara sonrisa.

—¿En serio?, ¿qué más vas a pedirme con ese chantaje?

—No me tientes —respondió él guiñándole un ojo y ella lo golpeó en el hombro.

Fede era molesto sin duda, pero había algo en él que hacía que te cayese bien, que resultase divertido y adorable al mismo tiempo.

—Está bien, ven —dijo ella resignada—. Pero, ¿y el coche?, ¿lo vamos a dejar aquí sin vigilancia?

—Bah, estará bien.

En verdad a Fede no le importaba demasiado el coche, ya lo había conducido. En ese momento lo que le llamaba la atención era entrar a la cárcel con la pelirroja y ver qué quería hacer ella en ese lugar.

Ambos caminaron hasta el interior de la cárcel, donde una chica joven, de aspecto cuidado los esperaba. Tenía el pelo castaño y liso que le llegaba hasta los hombros. Su piel era morena y sus ojos verdes. Sus labios eran pequeños, pero los agrandaba con un marcado pintalabios rojos.

Fede repasó con su mirada varias veces el cuerpo de la chica, hasta que notó como el codo de Ginny se clavaba en sus costillas.

—¿Megara?, ¿qué haces tú aquí?

—No tenemos mucho tiempo, ven —indicó, pero al ver que el chico las seguía frenó en seco—. ¿Quién es él y qué hace aquí?



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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