Tu inocencia

Capítulo 2

Ginny miraba atenta a su novio, o bueno, ya exnovio, esperando a que este le explicase qué acababa de suceder. La pelirroja no entendía cómo el chico podía terminar su relación así sin más, y, sobre todo, no llegaba a asimilar cómo se le había ocurrido utilizar ese momento para hacerlo. Una especie de vacío se apoderaba de su estómago, ¿por qué había escogido el día de su cumpleaños para dejarla frente a todos?

El joven de cabellos dorados tan solo comenzó a reírse como si con él no fuese la historia.

—¿De verdad creías que no me iba a enterar? —preguntó burlón.

—¿De qué hablas? —respondió ella confusa tratando de agarrarlo del brazo, pero él no se lo permitió.

—¡Eres una zorra, y yo no estoy con zorras! —explotó el chico.

Sus palabras crearon un silencio absoluto en la sala hasta que la chica levantó la mano y le cruzó la cara con todas sus fuerzas. El sonido del golpe retumbó en toda la sala y dejó de nuevo un completo silencio.

Ginny no sabía qué narices le estaba pasando a Bastian, pero no iba a permitir que le hablase así, y menos frente a todos sus amigos el día de su cumpleaños.

—¡Fuera! —ordenó y el chico se dio media vuelta para irse, pero Bárbara lo sujetó del brazo.

—Sebastian, ¿qué bicho te ha picado?, ¿a qué coño ha venido eso? —preguntó con un enfado más que visible.

Barbie había sido quien le había dado paso pensando que tenía algo bonito que decirle a su mejor amiga, y en vez de eso la había humillado frente a todos.

—¡Déjame! —ordenó el chico mientras se soltaba y empujaba a la chica para salir de la sala mientras todos los presentes los miraban a él y a Ginny  como si de un partido de tenis se tratase.

Bárbara corrió hacia su mejor amiga y la abrazó con fuerza.

—Lo siento muchísimo, no tenía ni idea... Lo siento —se disculpó una y otra vez.

—Tranquila —respondió Ginny sin mover casi ni un músculo de su cuerpo.

La pelirroja no creía aún lo que acababa de pasar. No entendía a qué venía esa reacción, ella jamás le había faltado el respeto a él. Ni siquiera se lo había planteado...

—No me apetece mucho quedarme, me voy a casa —dijo Ginny despidiéndose se su amiga.

—Te acompaño.

—No —Se apresuró a responder—. Quiero estar sola —añadió para no sonar demasiado seca.

—Está bien, pero llámame cuando llegues, por favor.

Ginny se esforzó por forzar una sonrisa amable y después comenzó a caminar hacia la salida tratando de esquivar a todos los presentes, quienes buscaban ver cómo estaba, ya fuese porque en verdad estaban preocupados, o por el morbo de lo que acababa de pasar.

—¡Guinevere! 

Ese nombre hizo que se girase hacia la profunda voz de la que provenía el sonido.  Guinevere, nadie a excepción de su padre la llamaba así. Era un nombre que odiaba, sonaba demasiado esquisto, a niña de porcelana que no estaba preparada para la vida, ¡lo odiaba!

Alzó la mirada y contempló al joven de aspecto serio que la llamaba. Tenía los ojos azules, la piel clara y el mentón perfectamente marcado.

  —Mira, no sé quién eres, y lo siento, pero ahora no tengo tiempo.

—Guinevere, me manda tu padre —insistió Nicholas, y Ginny frenó en seco.

—Oh, vale, ya sé quién eres. No te preocupes, no necesito niñero, me voy a quedar en la residencia de la universidad, pero tranquilo, le diré a mi padre que he estado en tu casa y que me has cuidado muy bien —dijo parpadeando varias veces para contener las lágrimas.

La chica estaba apunto de derrumbarse, lo que menos necesitaba era discutir con uno de los hombres de su padre. Quería tumbarse en su cama tranquila y llorar en la soledad de su cuarto.

—Guinevere, no voy a discutir contigo, tengo instrucciones de llevarte a mi casa y eso es lo que voy a hacer —respondió exasperado.

Nicholas nunca había tenido demasiada paciencia, no sabía como dialogar con una chica de dieciocho años, y tampoco es que quisiese aprender a hacerlo.

—¿Es qué no me has oído? No voy a ir contigo —Hizo una pausa—. Y no es Guinevere, todos me llaman Ginny. Guinevere es un nombre horrible —estalló.

—Es el nombre de una reina —interrumpió Damián tratando de mediar entre esos dos.

Sabía que su hermano carecía de delicadeza, y si las cosas no se solucionaban pronto iba a perder los papeles.

—Es cierto, podía haber sido peor. Podían habértelo puesto en español y te llamarías como un alcohol —añadió Fede con una gran sonrisa burlona.

Damián y  Nicholas lo miraron incrédulos. No podían creerse que eso hubiese sido lo mejor que se le hubiese ocurrido para conectar con la chica. Sin embargo, para su sorpresa, funcionó. Ginny mediosonrió.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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