Tu inocencia

Capítulo 21

Ginny miraba a Fede sin terminar de entender por qué él le había preguntado eso, ¿a caso importaba la prisión en la que estaba?, ¿es que no la había escuchado? ¡Habían apuñalado a alguien que ella quería!, ¡eso era lo importante!  

—La de aquí—respondió sin excesivas ganas y después dio un largo trago a su vaso de agua.

Fede fue a responder algo, pero enseguida se mordió la lengua. Él sabía que no debía decirle eso, pero a la vez la chica se veía tan vulnerable, parecía desesperada y él podía ayudarla...

Ginny enseguida se percató de que algo estaba ocurriendo. Fede no paraba de abrir la boca para decir algo, pero sus palabras nunca salían. ¿Qué le estaría ocultando?

—¿Ocurre algo?—preguntó la pelirroja de forma tímida. 

Federico desvió la mirada. Sabía que no debía inmiscuirse, debía dejarlo pasar, pero ¿cómo iba a hacer eso?

—Habla con mi hermano—respondió en un susurro mientras se aseguraba de que nadie más los escuchase.

Ginny entrecerró lo ojos pensativa. Fede sabía más de lo que contaba, pero parecía que ambos se encontraban en una situación en la que no tenían claro qué podían decir y qué no. Si quería que él confiase en ella, había llegado la hora de que ella también lo hiciese en él.

  —¿Qué sabes?

La pregunta le pilló desprevenido y no tenía muy claro si ambos estaban pensando en lo mismo.

—¿A qué te refieres?—respondió él cauteloso.

—Mi padre y tu hermano.

Ginny no podía mirarlo a los ojos. Se lo estaba jugando todo, le estaba enseñando sus cartas y si salía mal perdería su única baza, pero debía arriesgarse.

Fede se atragantó con el agua y dejó el vaso en la mesa. Estiró el cuello para verificar que nadie más los estaba escuchando y se acercó hacia Ginny. Si Damián o Nicholas se enteraban de que  estaba manteniendo esta conversación lo matarían, pero era agradable saber que ella confiaba en él y mantenían un secreto.

—¿Lo sabes?—preguntó una vez dejó de toser.

Ella asintió con la cabeza.

—Desde los siete años o así, pero nadie debe saberlo  —Hizo una pausa—. Prométemelo —le pidió.

Este sonrió a modo de respuesta. No podía creerse que esa chica lo hubiese sabido todo el tiempo y hubiese estado jugando con todos.

—Ahora explícame todo bien—pidió él.

Ginny dudó unos instantes. Le costaba abrirse en ese tema, y ese día ya se había sincerado con Barbie, pero era agradable hablar con alguien que entendía tan bien ese tema.

Una vez todo fue expuesto la pelirroja esperó atenta el consejo de su nuevo confidente.

—Lo dicho, habla con mi hermano—sentenció.

Ginny se mordió el labio inferior, eso no era posible. No podía quedar al descubierto con Nick, sabía que él era leal a su padre, además acababa de ser realmente cruel con él para mantenerlo alejado de todo esto.

—No, necesito otra manera—respondió y Fede negó con la cabeza.

—Mi hermano controla esa cárcel, si quieres protección él se la puede dar. 

Ginny comenzó a crujirse los dedos, eso era algo que hacía desde pequeñita cuando estaba nerviosa. La oferta era tentadora, pero no creía que Nick aceptase, además ¿qué iba a decirle?

—No puedo contárselo, y aunque lo hiciese no creo que quisiese ayudar—se sinceró.

Fede esbozó una divertida y malévola sonrisa.

—Uno, no le cuentes nada, tú solo pídele que te ayude—respondió sin perder la sonrisa—. Y dos, mi hermano es incapaz de negarte nada—añadió soltando una carcajada.

La pelirroja desvió la mirada al escuchar lo último para que Fede no notase que le había hecho ilusión oír esas palabras. Así que era cierto que a Nick le importaba.

—No puedo—insistió.

—Tú sabrás, pero si es urgente te recomiendo que no pierdas el tiempo. Esa prisión es peligrosa y si hay alguien capaz de conseguir algo allí es mi hermano, así que tú veras... 

Ginny comenzó a morderse de forma suave los nudillos. En ese instante ya sí que no controlaba sus nervios.

—¿Cómo lo hago?—preguntó como un niño que no entiende sus deberes.

—¿De verdad quieres que te lo explique?—respondió Fede arqueando una ceja.

Federico repasó a la chica de arriba abajo,  sin duda era guapa e inteligente, pero parecía que ligar no era lo suyo. Quizá nunca había necesitado coquetear con nadie para conseguir lo que necesitaba, sería divertido aceptarla como su pupila.

—En realidad es muy sencillo—dijo acercándose a ella más y más.

Sus labios casi se rozaban y notaba como la respiración de la chica se aceleraba poco a poco. 



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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