Tu inocencia

Capítulo 22

—¡Lárgate! 

La voz de Nicholas sonaba aburrida y molesta al mismo tiempo. Ginny se atragantó con su propia saliva mientras miraba al chico que estaba sentado en su silla, de espaldas a ella, concentrado en su ordenador.

La pelirroja dio un par de pasitos hacia atrás, parecía que no era el mejor momento para pedirle un favor al joven, y menos un señor favor como el que ella necesitaba.

—Perdón, no quería molestar —se disculpó ella con apenas un hilo de voz.

Se sentía tan avergonzada por lo que casi acababa de hacer que solo quería ir a su cuarto y ahogar su cabeza en la almohada. 

Nada más escuchar su voz, Nicholas giró rápido su silla y la miró contrariado. Había pensado que era Federico quien había entrado a molestarlo.

—No, no te preocupes —respondió mientras se levantaba de la silla y avanzaba hacia ella—. ¿Ocurre algo? —preguntó preocupado.

Desde que había visto a la joven pelirroja entrando en la casa hecha un mar de lágrimas, no había podido dejar de pensar en eso. Necesitaba saber qué le ocurría, y que acudiese a él le generaba una gran satisfacción, aún con lo que había ocurrido entre ellos hacía unas horas.

Ginny respiró hondo. Ahora que lo tendía frente a ella todo se complicaba más. Fijó su mirada en esos ojos azules cristalino que provocaban que se le olvidase todo y que sonriese de una manera bastante estúpida y después bajo hasta los carnosos y rosados labios del chico. Una necesidad sobrehumana la incitó a besarlo. Se acercó un poco más.

  —¿Guinevere? —preguntó Nicholas sacándola por completo de sus pensamientos y de su mundo imaginario.

Ella sacudió la cabeza, debía serenarse.

—Emmm —dijó tratando de ganar tiempo para recordar a qué había venido.

—¿Puedo ayudarte en algo? —insistió él sin perder su serio semblante.

Ginny se mordió el labio inferior, ¿que si podía ayudarla en algo? Podía ayudarla en tantas cosas que no sabía ni por donde empezar...

  —No, tranquilo —mintió.

La pelirroja había decidido que no podía hacer lo que Fede le había enseñado. Nick comenzaba a significar demasiado para ella como para utilizarlo de esa manera y, por eso, debía alejarlo de su vida.

Nicholas la miró preocupado. Sabía que la chica le estaba mintiendo. Si había ido hasta su despacho después de lo que había ocurrido en el hospital era porque en verdad necesitaba su ayuda, pero parecía ser que a la hora de la verdad no se atrevía a pedírsela.

La agarró del brazo con sutiliza y la acercó con mucha delicadeza hacia él.

—Guinevere.

No hizo falta más para que la joven se desmoronase. Las lágrimas comenzaron a brotar de nuevo y Ginny se resguardó en el pecho de Nick, quien la abrazó con fuerza.

Esa situación era nueva para él, y, a la vez, demasiado frustrante. Quería que la chica dejase de llorar. Lograr que sonriese de nuevo y solucionar sus problemas a como diese lugar. Nunca había tenido paciencia para los sentimentalismos. Si había un problema se solucionaba sin montar barullo y listo, pero en ese instante ahí estaba, estrechando entre sus brazos a esa chica que no dejaba de temblar y deseando poder reconfortarla y hacerle sentir que él la protegería siempre.

Ambos permanecieron abrazados durante varios minutos hasta que Ginny dejó de sollozar y tomó algo de distancia. Por raro que sonase, después de dejar salir todo mientras él estaba allí con ella, se sentía mejor.

Nicholas la miró preocupado en silencio. El no saber qué le estaba ocurriendo, y por ende no hacer nada, lo devastaba. Volvió a atraerla hacia él y ella no lo pensó dos veces y lo besó de forma apasionada. Estaba cansada de meditar todas sus acciones, necesitaba hacer lo que sentía.

El besó pilló desprevenido a Nicholas después de que ella le hubiese dicho que no sentía nada por él, pero lo correspondió con furia. Era algo que llevaba deseando desde la primera vez que habló con ella en el jardín de la casa.

Ambos se miraron, a escasos centímetros el uno del otro, con esa estúpida sonrisita que se asoma en el rostro y que, por mucho que lo intentes, no logras que se vaya.

Ginny se mordió el labio inferior sin saber muy bien qué decir. ¡Acababa de besar a Nicholas Varela y él la había correspondido! Sabía que quizá había sido uno de los mayores errores de su vida, pero se sentía tan feliz que ya lo pensaría en otro momento.

Nicholas soltó una pequeña risita nervioso, no sabía cómo actuar en ese momento. Deseaba volver a besarla, pero seguía preocupado por lo que le ocurría a la chica. Entrelazó de forma tierna sus dedos con los de ella.

—¿Estás bien?

—Sí —respondió ella con una voz algo alelada, aún seguía pensando en el beso.

—¿Segura? —insistió él y en ese momento ella recordó todo.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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