Tu inocencia

Capítulo 25

Ginny entreabrió los ojos con una sonrisa iluminando su rostro. Había dormido profundamente, como un bebé. Se medio estiró tumbada en la cama. No tenía ninguna gana de levantarse, pero ya era hora.

Anoche había estado un rato tumbada en el sofá tratando de ver la televisión hasta que fue notando como sus ojos se iban cerrando agotada. Sabía que estaba agotada, había sido un día demasiado intenso lleno de diferentes emociones y necesitaba descansar. 

Había subido las escaleras hacia su habitación, pero desde el pasillo al ver como la luz del despacho de Nicholas se colaba por la puerta, había decidido pasarse a darle las buenas noches. Sin embargo, al estar a un par de metros de la puerta había escuchado varios gritos del joven. Parecía enfadado con quien se encontrase al otro lado del teléfono. Por ese motivo había decidido darse mediavuelta para no interrumpirlo e irse a dormir.

Ahora seguía tirada en la cama convenciéndose de levantarse de una vez. Se llevó las manos a la cara y notó como un hilillo de baba manchaba su barbilla. Se limpió. Sin duda, había dormido como hacía mucho que no lo hacía.

Se puso la bata de estar por casa y las zapatillas, se lavó la cara, se recogió el pelo en un moño y se dirigió a la cocina para desayunar algo.

—¡Espera!  

La voz de Damián la sobresaltó. ¿Por qué no podían ser más delicados? Acababa de despertarse.

La pelirroja bostezó lentamente y le dedicó una sonrisa medio dormida todavía.

—Voy a desayunar, ¿quieres algo? —preguntó ella como si en vez de la casa del chico fuese la suya.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó él algo nervioso mientras la joven se preparaba un café con leche de avellanas. 

—¿Qué? —preguntó ella entre bostezos.

Damián la miró serio. Necesitaba saber cómo lo había sabido.

—Ah, ¿lo de Jorge?  —preguntó mientras removía con su cucharilla el café mezclado con el edulcorante.

—No, bueno sí, bueno, que soy gay en general —respondió él algo confuso.

Nadie de su entorno lo sabía y era algo incómodo para él tener que hablarlo.

La pregunta pilló desprevenida a la pelirroja, quien dejó el café en la mesa, se sentó frente a Damián y lo miró encogiéndose de hombros.

—No lo sé, ¿cómo supiste tú que yo era hetero? —preguntó ella de manera natural.

Esa era la respuesta que el mediano de los Varela menos hubiese imaginado. Damián se quedó meditando unos segundo, en verdad lo que había dicho Ginny tenía todo el sentido del mundo, y, aún así, le sonaba raro. ¿Por qué era eso?

—Mis hermanos no pueden saberlo.

 Ginny tomó un sorbo de su café. No entendía por qué Damián se escondía de esas maneras. No creía que a Nick o Fede les importase en absoluto, además Jorge parecía un verdadero encanto, pero también sabía que no era a ella a quien le correspondía la decisión de contarlo, así que asintió con la cabeza.

—¿Cómo fue? —preguntó Ginny con una sonrisita.

Damián comenzó a enrojecerse. Era la primera vez que Ginny lo veía así ¡y estaba tan tierno! 

—Bien —respondió este seco tratando de dejar la conversación.

—Oh, venga, ¿eso es todo? —insistió ella.

—Tengo algo para ti —dijo él tratando de desviar la atención.

—¿Para mí? —preguntó ella arqueando una ceja.

Damián se levantó, abrió uno de los cajones y le entregó una caja de macarons. Los ojos de Ginny se iluminaron, eran sus dulces preferidos, sobre todo, los de frutos rojos.

—Oh, no tenías por qué, ¡qué amable! —exclamó ella abriendo la caja.

—No he sido yo —respondió él encogiéndose de hombros —. Jorge insistió, me tuvo toda la noche buscando una pastelería que estuviese abierta y que tuviese maracons recién hechos.

Mientras lo iba recordando Damián iba negando con la cabeza. Jorge se había emocionado tanto pensando que él se lo había confesado todo a Ginny que había estado toda la noche preguntando sobre ella.

 —¡Dale mil gracias e invítalo un día a comer!

Damián la miró serio, ¿qué acababa de decir?

 —Un día que Nick y Fede no estén —rectificó. 

—Está bien —aceptó Damián, quien sabía que entre los dos le iban a dar el día.

Ginny prosiguió en su atracón de macarons mientras Damián abandonaba la cocina y Nicholas entraba por ella.

 —Buenos días —dijo él besando tiernamente los labios de ella—. Siento lo de ayer.

Ginny dio otro sorbo a su café y devoró otro dulce. Estaba emocionada con su desayuno. De niña su madre siempre se los compraba, pero después de lo ocurrido en su casa dejaron de haber.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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