Capítulo 36
Mina
Dos semanas después, mis heridas casi habían desaparecido por completo y había vuelto al trabajo. Aunque hoy tenía otro tipo de misión. Alice nos trajo a mi y a Anna a las pruebas de vestidos de novia. Quería que fuera una sorpresa para todos los demás.
—¡Ya estoy lista! —la voz de Alice sonó desde el probador—¡Quiero saber qué opinan!
Sonreí mientras me acomodaba en el sillón de la boutique junto a Anna, quien hojeaba una revista de bodas.
—¡Alice, sal ya! Me muero de emoción. —dijo Anna dejando la revista a un lado y aplaudiendo con las palmas de mano.
Finalmente, la cortina se corrió y Alice salió vestida de blanco. Mi aliento se atascó en mi garganta.
—Wow… —susurré, definitivamente el blanco le quedaba, se veía hermosa de novia.
Alice giró sobre sí misma y se miró en el espejo.
—Es bonito… pero no me convence. — dijo mientras hacia una mueca al verse al espejo.
El vestido tenía un escote cuadrado, encaje en el corsé. La falda era de tela ligera, que caía con gracia hasta el suelo, y la espalda tenía un diseño en transparencia con pequeños botones de perlas.
—Te ves hermosa. —dijo Anna. —Pero sí, creo que podríamos probar otro, apenas es el primero.
Alice desapareció de nuevo en el probador y después de unos minutos, salió con un segundo vestido.
Este tenía un corsé bordado con perlas de corte corazón y una falda en capas de organza que le daba un aire de princesa.
—¿Me veo demasiado pomposa? —preguntó levantando las manos.
—Un poco. —Admití —Parece un poco pesado e incómodo.
—Lo es, las varillas y me están matando y eso que solo llevo unos minutos con el. — Alice resopló y se metió de nuevo al probador.
Probó otros dos vestidos más, pero ninguno la convencía del todo.
Hasta que… Salió con el vestido perfecto.
Este era un vestido en corte V, era de encaje finamente bordado, que formaban pequeñas rosas, era de un hilo brillante, que estaba bordado junto a piedras brillantes incrustadas en toda la parte superior y las mangas eran totalmente encaje que se extendían hasta sus muñecas, con una falda de tul que caía en suaves ondas, que también tenían pequeñas piedrecitas que brillaban con cada movimiento
Pero lo más hermoso era cómo brillaban sus ojos al verse en el espejo.
—Este es —susurró Alice, con una sonrisa radiante.
Anna y yo nos pusimos de pie de inmediato.
—Alice… —dije, con un nudo en la garganta —Es perfecto, te ves radiante.
—Es completamente tú —añadió Anna.
Alice sonrió y giró sobre sí misma.
—Sí. Este es el indicado.
……………….
Después de que le tomaron medidas a Alice, para los ajustes finales, salimos de la boutique de buen humor y listas para celebrar. Alice no dejaba de hablar sobre los detalles de la boda, se veía feliz.
—Ahora solo queda definir el color de los vestidos de dama de honor y los arreglos florales —dijo mientras caminábamos hacia una cafetería cercana.
—Rosas no —dijo Anna de inmediato.
—¿Por qué no?
—Porque no es mi color más favorecedor, puede ser cualquier otro menos rosa. —respondió Anna con una expresión de súplica, que me hizo soltar una risita.
Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, pedimos dos cafés normales y Alice pidió uno descafeinado, que acompañamos con unas rebanadas de pastel de chocolate.
—Y tu Mina ¿Qué color propones? — me dijo Alice.
—mmm… ¿Un tono verde oliva o un azul polvoriento? — dije mientras cortaba un poco de mi pastel y me lo llevaba a la boca.
—El azul polvoriento es hermoso… ese me gusta y va súper bien con las bodas en jardín. — dijo Anna efusivamente.
—Bueno ustedes escogen, ya que son mis únicas damas de honor. —
—Amiga mia, no es la cantidad, es la calidad… y con nosotras dos no te vas tener que preocupar por nada el gran día… ¿verdad Mina?. — Anna voltea a verme.
—Exacto.
Todo era perfecto… hasta que nos interrumpieron. Tres tipos se acercaron a nuestra mesa con sonrisas confiadas.
—Hola, hermosas. —dijo el que parecía el líder, un tipo rubio con una chaqueta de cuero café.
—¿Nos permiten sentarnos? —preguntó otro, de cabello largo y negro, pero sin esperar respuesta los tres arrastran las sillas libres y se sentaron.
Alice cruzó los brazos y Anna puso los ojos en blanco yo sentí una punzada de incomodidad.
—Lo siento, pero estamos ocupadas, ¿Pueden irse? —dije con cortesía, esperando que entendieran y se fueran.
Pero no lo hicieron.
—Vamos, no sean así. —insistió el tercero, con una sonrisa torcida —Íbamos pasando cuando las vimos y parecían ángeles solitarias, y pensamos que sería buena idea acercarnos a ustedes, porque también queremos invitarlas a una fiesta esta noche, ya saben para conocernos y eso.