Capítulo 29
Alice.
Después de todo lo que pasó, el día de ayer fue totalmente hermoso, Antón me mostro un lado que no espere que tenía, la verdad no quería que el día terminara, quería estar más cerca de él, en la noche también se quedó a dormir en mi habitación y no pasó nada más que unos cuantos besos.
Al día siguiente Antón recibió una llamada muy pronto, aun estábamos dormidos cuando su llamada nos despertó y por lo que puede escuchar hubo una emergencia con un cargamento de armas, pero no entendí bien y también no quise preguntar, pero se tuvo que ir rápidamente. Pero antes de irse me dijo que hoy tampoco me preocupara por ir a la universidad que él ya se había encargado de eso, así que hoy también me la voy a pasar aquí y ya mañana voy.
Yo me quede un rato más acostada y después de un rato baje para desayunar, en todo el día no hice nada, realmente necesitaba descansar.
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Ya entrada la tarde estaba ayudando a Magi con la cena, después de despedir a Antón, me sentí más tranquila, pero había algo en su comportamiento después de recibir esa llamada que no me dejaba de dar vueltas.
—Me pasas los guantes de la encimera. — me dice Magi.
—Claro, ¿quieres que te ayude a sacar la charola del horno? —
—No, yo puedo, no te vayas a quemar. — Me dice con una sonrisa, le estaba por decir que no pasaría, pero escuche unos fuertes estruendos que provenían del jardín, y no solo yo también Magi.
—Alice por ningún motivo te vayas a separar de mí. — me dice muy seria dejando lo que estaba haciendo.
De repente se pone de rodillas en el suelo y no sé como pero abre un compartimiento en el piso que antes no era visible, y saca una caja y cuando la abre me sorprendo ya que son armas y municiones.
— ¿Sabes usar eso? — le pregunto sorprendida.
—Claro, si trabajas a en esta familia tienes que saber usar una de estas. — me dijo al momento en que recargaba la arma. —Tú ponte de rodillas atrás de la barra. — me dice con un tono calmado pero puedo notar un leve tono de preocupación.
—Esos son disparos ¿verdad?. — le digo mientras le hago caso y me escondo detrás de la barra.
—Sí, no salgas de aquí. — me dice al momento en que se escuchan los disparos más cerca, como si ya hubieran entrado a la casa. Y Magi sin temor alguno sale de la cocina.
Después un largo tipo o corto, la verdad no sé cuánto tiempo paso, solo que cuando todo quedo en silencio Magi entro y dejo las pistolas encima de la barra.
—¿Qué fue lo que paso? — le digo poniéndome de pie.
—Unos tipos lograron entrar a la mansión, pero ya estas neutralizados. —
—Con neutralizados ¿Te refieres a que están muertos? —
—Unos, y otros pocos quedaron medio heridos, que son los que van a dar las respuestas de porque vinieron aquí directamente aquí. —
—¿Eso pasa aquí muy seguido? —
—No, eso es el problema, nunca había pasado eso. —
De repente se escucharon ruidos de autos derrapando, volteo a ver a Magi, pero esta vez ella esta calmada.
—No te preocupes es el señor Antón. —
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Antón
No sabía cómo demonios pero atacaron la mansión, me molesta que no me respeten en mi territorio pero lo que más me molesta es que en ese momento estuviera Alice.
Cuando me bajo de la camioneta voy directo a la casa.
—¡Alice! — grito nada más entrar, la veo salir de la cocina y corro hacia donde ella esta. —¿Estas bien? —
—Si, solo que estoy un poco sorprendida pero estoy bien— me dice mientras su mirada va a un cadáver que está cerca de las escaleras.
—No mires. — le digo mientras volteo su cara hacia mi pecho.
—Magi ¿puedes llevarla a su habitación? — le digo y ella me asiente con la cabeza. —Ahorita voy, mientras voy a arreglar esto. —
—Este bien. — me dice y sube junto con Magi las escaleras rápidamente.
—Señor, hay un tipo en condiciones de hablar pero no nos ha dicho nada. — se acerca uno de mis hombres.
—¿Dónde esta? —
—En el patio trasero, señor. —
—Vamos. —
Cuando llegamos había varios cadáveres pero ninguno era de mis hombres.
Veo al hombre arrodillado en el pasto, con las manos atadas a la espalda.
—Más vale que me digas ¿Quién los envió? y ¿Por qué?. — le digo al hombre al estar cerca de él.
—Miren a quien tenemos aquí, al mismísimo Antón Mikhailov, quieres saber quién nos envió, fue el señor Berlusconi, ¿Pero quieres saber porque nos envió? — me dice con una sonrisa arrogante, como si el no fuera el que está a punto de morir.