Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#6 Trabajo de parto.

Capítulo 6 Trabajo de parto.

La líder del clan de lobos, Mar de Luna; estaba próxima a dar a luz y a Luxor lo torturaba la impaciencia de esperar sin poder hacer nada por ella, en este momento tan difícil para su amada. A él sólo le tocaba cuidarla y lo que más lo atormentaba era verla sufrir. Su salud se había deteriorando poco a poco, estaba realmente muy delicada y por más que ellos tenían la capacidad de regenerarse más rápido que cualquier ser orgánico, con ella no estaba funcionado. Ellos tenían vida inmortal siempre y cuando se pudieran curar de la herida recibida y en dependencia de la gravedad de la misma. Cabe destacar que sólo podían matarlos con plata, ya fueran balas o cualquier objeto filoso hecho con este material o que su punta fuera de plata (como flechas, lanzas, espadas, etc); aunque en un combate cuerpo a cuerpo las posibilidades de matar a un lobo eran casi nulas, ya que estos eran muy grandes y muy fuertes. Un lobo promedio tenía la fuerza de 20 hombres aproximadamente y un macho alfa casi el doble de uno lobo promedio. Ningún otro material les hacía daño alguno ya que su piel era increíblemente dura y nada lograba penetrarla, a excepción de la plata como se explicó antes, y aún así solo podían matarlos por una herida en el cráneo, cortándole la cabeza, penetrándole o arrancándole el corazón o por múltiples heridas simultáneas que les fuera imposible regenerarse antes de fallecer. Cuando los humanos descubrieron qué eran vulnerables a la plata, no los quedó más alternativa que esconderse en lo más profundo de la selva amazónica.

En el caso del embarazo de las lobas, el cuerpo quedaba desprovisto de la habilidad de regenerarse, debido a que el organismo dedica todas esas funciones regenerativas al feto, por lo que muchas lobas, la mayoría en realidad, no sobrevivían al doloroso proceso y morían junto con su feto si no lograban llevar a término su gestación, o lo hacían durante el trabajoso parto, dejando huérfano de madre a su cría recién nacida. Por fin llegó el día tan esperado, Mar de Luna estaba por dar a luz, Luxor sentía una mezcla de felicidad, tristeza, ansiedad y desesperación. Su amada estaba en trabajo de parto (es el proceso mediante el cual el feto y la placenta abandonan el útero) y para hacerlo más fácil estaban en su forma humana, él y todas las lobas de la manada, incluyendo a su esposa, para poder ayudarla mejor en sus labores de parto. Ella tenía una dilatación vaginal casi completa del cuello uterino, pero aún le faltaba y eso preocupaba a todos los que la asistían, porque si se prolongaba demasiado el alumbramiento ella fallecería, era imposible soportar tanto dolor por tanto tiempo. Luxor tenía tanto deseo de que naciera su bebé, pero a su vez lo asustaba que su amada Reina perdiera la vida trayendo al mundo al legitimo heredero del Clan. Su esposa gritaba y se retorcía de intenso dolor, le colocaron un palo en su boca para que no se mordiera la lengua, ya que no se estaba regenerando, y le resultara más fácil pujar mientras mordía fuertemente la madera. El parto de las lobas era extremadamente doloroso, insoportable, las lobas siempre quedaban al borde de la vida y de la muerte, a un paso de perecer, tenían que tener demasiadas ganas de tener a la criatura para poder lograrlo, ser extremadamente fuertes de espíritu y de voluntad.

Luxor decidió calmarse para ir al lado de Mar de Luna con el objetivo de darle ánimos, se acercó despacio y la miró con inmensa ternura, aunque sin poder ocultar del todo su angustia y desesperación. Nadie está preparado mentalmente para una situación tan difícil, para ver a su ser más querido muriendo poco a poco mientas intenta dar vida. Se aclaró la garganta y con un timbre muy varonil que acomodó a sus emociones, saliéndole como realmente quería: una voz suave, tierna y llena de confianza, expresó:
 

―Lo estás haciendo muy bien amor, yo se que puedes, a ti nunca te a quedado grande ningún reto... ―Mar de Luna lo miró con lágrimas en sus verdes ojos, empañados y opacos, con un gesto de insoportable dolor, él se aterrorizó porque pensó que la perdería para siempre. De pronto ella hizo un fuerte gruñido en su garganta, mientras los músculos de su cuello se tensaban y pujó muy fuerte, su hermosa cara se contrajo y su rostro se desencajó por completo a consecuencia del dolor insoportable. Gruesas gotas de sudor se confundían con sus lágrimas. La gran mujer temió que todo su esfuerzo fuera en vano y que al final su amado esposo se quedara sin esposa y sin hijo. No podía permitirlo, al menos su criatura debía sobrevivir, pensó con determinación. Pujó con todo su ser, poniendo todo de sí en ello y un segundo después se escuchó el llanto poderoso de un bebé.

― ¡Ya nació la futura líder del Clan! Gritó Estrella, la encargada del parto, una joven con muchas pecas pero muy hermosa, de cabello largo y rojizo. Claro que lo de joven es por su apariencia, todos en la manada tenían apariencia joven, pero el integrante con menos años de la manada no tenía menos de 300 y era precisamente Mar de Luna, la Reina de los Lobos, la misma que acababa de dar a luz.

―¡Nuestra pequeña princesa Alfa! —aseveró otra de las lobas presentes. Le entregaron su hija a Luxor, la tomó en sus fuertes manos con amor y dolor, si el nacimiento de esa pequeña bebé significaba la muerte de su amada... no lo iba a soportar, no se imaginaba un día sin su esposa, menos aún toda una eternidad. No sabía como reaccionar, quería a su hija no obstante si tuviera que elegir, entre la niña y Mar de Luna, prefería a su esposa. En ese momento se arrepentía de haber escuchado a su amada cuando le propuso que tuvieran un hijo, lo convenció de que ella sería lo suficientemente fuerte como para sobrevivir, le dijo que tener descendencia era lo que más deseaba en el mundo y él, después de mucho tiempo resistiéndose a procrear, terminó por aceptar... Se maldijo ante tales pensamiento, si su buena Mar de Luna escuchara esos pensamientos estúpidos sobre la niña que acababa de nacer: su hija, la hija de ambos, el fruto del inmenso amor que ambos se profesaban, lo recriminaría duramente y con razón; pensó con aflicción, ningún padre debe hacer tal comparación, pero él no quería perder a su hija..., a su mujer. Luxor tenía un corazón de oro, era bueno, pero el amor que lo unía a su Alfa era único, especial, distinto a cualquier otro, sin igual. No existía ni existió un amor similar al de ellos, los unían lazos inquebrantables, más allá de lo normal..., fue un amor que superó barreras infranqueables...




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