A la mañana siguiente me desperté temprano, a la misma hora que siempre lo hacía para ir a trabajar; pero con la desgarradora realidad de estar solo en mi cuarto y que ya no aparecería por la puerta la criatura angelical que siempre lo hacía... Todo se me vino de golpe a la cabeza, mis ojos quemaban y me estrujé la nariz, mientras sentía mis mejillas húmedas. Un ligero sollozo se me escapó, envolví mi cara entre mis manos y ya no hice nada por contener el llanto desgarrador.
Cuando al fin pude calmarme un poco me alisté y decidí que lo primero que haría era ir a darle la dolorosa noticia a mis padres, no sabía cómo hacer tal cosa, no obstante era algo que tenía que hacer y cuanto antes mejor. Antes de salir marqué al trabajo y le informé a mi secretaria Martha, la razón por la cual no iría a trabajar hoy:
―Buenos días, señorita Martha ―mi voz salió muy ronca, ella me saludó del otro lado de la línea con cortesía.
―Hoy no iré a trabajar, ayer mi esposa e hija tuvieron un accidente donde mi niña perdió la vida y mi esposa está en el hospital ya fuera de peligro ―le conté de golpe, manteniendo mi voz audible y firme, no estaba para rodeos ni para perder el tiempo hablando con nadie, lo hice lo más calmado que pude, no quería causar lástima, pero aún así estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no rajarme en llanto.
Me dieron el pésame del otro lado de la línea, con voz temblorosa y afligida.
―Gracias ―le dije y continué sin darle tiempo a seguir hablándome del tema y lo cambié radicalmente al asunto por el cual la llamé―. Infórmale a la gerencia que hagan una reunión extraordinaria para que le hagan entrega oficial al Arquitecto Mario (El administrativo de obra, su subordinado) de la obra que estoy a cargo, que se encargue él de terminarla, yo en estos momentos no puedo seguir asumiendo esa responsabilidad―. Asintieron del otro lado de la linea―. Por favor explicarles a los ejecutivos en la reunión, el motivo por el cual no puedo continuar con la construcción del edificio. Infórmale a Mario que las fases estructural, de desarrollo de las instalaciones...— le continuó explicado a mi secretaria, hizo una pausa esperando que Martha tomara nota de lo dicho y aprovechó para analizar lo que le faltaba por informar. Siempre fue muy responsable con su trabajo y no iba a cambiar ahora, continuó―. Bueno ya ellos saben que las diversas disciplinas comprendidas y las gestiones de los procesos ejecutivos ya fueron efectuados, al igual que las consultas pertinentes de proyección y también el análisis y costo de presupuestos; pero mencionarlo de todos modos por si surge alguna duda―. Andrés siempre tenía en cuenta la seguridad y salud laboral de los empleados y el control de calidad. Suspiró, aún no sabía como era capaz de recordar tantos asuntos técnicos, la verdad es que era un hombre responsable, íntegro, inteligente y cabal. Iba finalizar pero recordó un detalle más:
—En mi despacho está todo lo que necesitan por clasificación, usted siempre se encarga de organizarlos, así que puedes facilitarle el trabajo a Mario (El Arquitecto). Desde hoy le cedo el mando provisionalmente—, ya toda mi parte como Ingeniero Civil está lista, me sentía un poco más tranquilo al relegar mi responsabilidad; por último le informé que no sabía cuando me volvería a incorporar, mi esposa me necesitaba.
Lo que en ese momento no sabía y ni siquiera me imaginaba, era que ya no seguiría trabajando en esa empresa por decisión propia. Esa era mi última obra, la que otro iba a terminar de construir. Tal vez porque fue mi último mandato como Jefe de Obra; quizás por ese motivo recordaba cada palabra, cada orden e indicación dada. En el fondo, aunque yo no sea para nada una persona de esas que se le sube el cargo a la cabeza, como dicen por ahí (y miran a los demás como hormigas que pueden pisotear cuando quieran, o se hinchan y se pavonean sintiéndose superior a todos); si se siente como un agradable confort que tantas personas dependan de uno, agrada la sensación de sentirse importante y necesario. Es ahí donde no podemos confundirnos, porque nadie es imprescindible y la prueba de ello es que la compañía siguió funcionando sin mí.
Luego me dirigí avenida abajo en mi coche, en dirección a la casa de mis padres. Fue muy duro darles la noticia, se los dije con toda la delicadeza que me fue posible dada las circunstancias, poco a poco, midiendo y reflexionando cada palabra que salía de mis labios. Ellos lloraron mucho pero no les sucedió nada malo. Mis padres estaban un poco mayores, casi parecían mis abuelos y a mi me preocupaba que la impresión les pudiera afectar la salud. Regresé a mi casa junto con ellos, no quisieron dejarme solo en este difícil momento. Durante ese día y toda la noche estuvieron a mi lado y aunque no puede existir mejor consuelo que tener cerca a los padre en esta situación, extrañaba y necesitaba a mi mujer como un demente.
***
Mi personal hizo muy bien su trabajo y todo estaba listo y preparado para recibir a las personas. A las 10 de la mañana trajeron el cuerpo de Sofía en una ataúd pequeño, como hecho a su medida, herméticamente cerrado. La colocaron sobre una mesa pegada a la pared, al fondo del gran salón, junto a la enorme escalera en forma de caracol que llegaban al segundo piso, donde estaban ubicadas las habitaciones; era un bonito y complejo diseño que le hice a mi esposa porque ella así me lo pidió, la gran altura del techo hizo posible ese trabajo, recordé con nostalgia. Los trabajadores pusieron una corona bien elaborada encima de la caja, tenía una cinta color rosa, en la cual se podían apreciar sus dos nombres y sus apellidos escritos con letras grandes y gruesas: «Sofía Elena Rodríguez De León», y luego de concluir con su labor se retiraron. Simultáneamente llegaron los de la floristería con un diseñador de arreglos florales incluido, que se dedicó a adornar el lugar y el ataúd de mi hija con distinción, después de culminada su tarea se fueron sin importar.
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Editado: 18.05.2022