Capítulo 13 Cumpleaños.
Mariluna iba creciendo poco a poco, atravesando las mismas etapas y logrando los mismos logros que cualquier niño humano. Todo el proceso desde el embarazo, el parto y el crecimiento del bebé hasta que estos lograban realizar su primera transformación a su forma de lobo, transcurría igual al de cualquier infante común. El tiempo de gestación de la Loba duraba 9 meses, el feto se formaba y se desarrollaba en el embrión de la misma forma que sucedía con las mujeres de la raza humana, sin importar que estuvieran o no transformadas en cualquiera de sus dos formas posibles. Pasaban por un parto trabajoso y doloroso, incluso muchísimo más difícil que para las mujeres humanas, como ya se explicó anteriormente, sin embargo la criatura llegaba al mundo de la misma manera que cualquier bebé. Los niños de esa especie, mitad lobo y mitad humano (más conocidos por la humanidad como Hombres Lobos o licántropos, seres considerados mitológicos) nacían, gateaban, caminaban, hablaban y se desarrollaban de la misma forma.
Todos los integrantes del Clan hablaban diferentes idiomas, porque habían convivido con personas de diferentes regiones del planeta, al menos los más antiguos, y se conservaba la costumbre de mantener vigentes esas costumbres, tradiciones y lenguas; además de transmitírselo a las nuevas generaciones. Como hacen en las escuelas, se les enseñaba a los descendientes del Clan las culturas e idioma nativo de cada raza de los humanos, así podían comportarse adecuadamente ante ellos y pasar desapercibidos frente a sus ojos sin que estos notaran nada raro y en la actualidad les serviría si por casualidad se encontraban en el bosque con una persona o si necesitaban algo de esa especie. Normalmente se comunicaban entre ellos en español y/o telepáticamente en su forma de lobo; aunque realmente no importaba la forma en que estuvieran sus cuerpos para que existiera ese vínculo tan especial de sus mentes.
Una mañana se encontraba la pareja Alfa en las afueras de la cueva, enseñando a su pequeña Mariluna las características muy peculiares de su raza. Precisamente era el día de su cumpleaños número tres, estaban muy contento por los sorprendentes logros de su querida hija. Mariluna poseía una inteligencia extraordinaria, nada común en esa especie. En su corta edad ya hablaba perfectamente tres idiomas, Español, Ingles y Francés. Mostraba curiosidad por todo lo que la rodeaba y su sed de aprender nunca estaba satisfecha. Le gustaba que le contaran historias y leyendas sobre sus antepasados, absorbía todo como una esponja. Su padre Luxor se transformó en lobo para que su hija viera el proceso de transformación y se fuera familiarizando con su identidad. A ella le encantaba ver a su padre adoptar esta forma, admiraba su pelaje tan negro y lo grande, fuerte e imponente que era.
―Yo quiero ser como tú, papá; tan majestuosa, imponente y fenomenal ―le decía a su padre con orgullo, con sus ojitos eléctricos azul turquí―.¡Algún día seré tu versión femenina!
―¡Ah, sí! con eso me sales pequeñuela traidora ―le reprochó su madre con cariño, mientras fingía estar enojada―. No quieres parecerte a mí sino a tu padre, yo que te tuve por nueve meses dentro de mí, que sufrí los dolores del parto y que casi pierdo la vida por darte la tuya; y tú lo prefieres a él.
―Creo que mamá está celosa ―le habló a su hija Mariluna con el pensamiento, con un tono burlón, pero de broma. A lo que la niña respondió en voz alta.
―¡Yo quiero ser como ambos!, tan inteligente y lista como tú, mamá; y tan valiente y fuerte como papá ―se acercó a su madre que estaba sentada en la hierva y le dio un beso y un abrazo, con mucho amor y respeto. La madre le correspondió con amor maternal y le dijo:
―Gracias, Lunita ―sobrenombre que le puso desde cuando aún era una bebé. Sabía que las palabras que le había dicho antes eran muy duras para una niña de tres años recién cumplidos, pero ella no era una niña común. Esa alusión, con respecto a lo duro que era traer un bebé al mundo para los de su raza, le serviría para recordar en el futuro todo lo que ponía en riesgo una hembra de su especie para traer a su descendencia.
En el fondo ella no quería que su hija pasara por lo mismo que pasó, aun cuando Mariluna era su mayor alegría y ella había corrido con la suerte de sobrevivir al duro parto. No quería que nada malo le pasara; además nada garantizaba que su hija tuviera su misma suerte y sobreviviera (el mayor temor de un padre siempre será que su descendencia muera antes que ellos)―. ¿Me llevas a dar un paseo por la selva?, di que sí, ¿por favor, papá?
La niña puso su mejor carita de ruego, como si él pudiera negarle algo aunque no se pusiera tan mimosa y no le rogara. La adoraba, le traía recuerdos de su adorada esposa en su infancia (los mismos que se esforzaba por ignorar), aún no apartaba ese sentimiento de culpa con el paso de los años... Ella y su madre eran su única debilidad y su adoración.
―¡Claro que sí, mi princesa bella ―le respondió apartando al rincón más profundo de su mente los recuerdos.
Se acercó el enorme lobo a su hija y se echó frente a ella, que aún estaba al lado de su madre y continuó diciéndole telepáticamente―. Súbete a mi espalda, ese era el regalo de cumpleaños que te iba a dar, sin embargo le quitaste la emoción a mi sorpresa. Te me adelantaste, Lunita―, antes de treparse sobre su padre la niña se volteó para ver a su madre.
―¿Puedo ir, mamá? ―le pidió en voz alta, suplicante.
―Sí, Lunita ―le respondió Mar de Luna. Y la niña soltó una risa feliz mientras se agarraba con fuerza al pelaje de su padre, tratando de escalarlo como si fuera una montaña. Su madre contuvo la risa que le provocó ver a su hija tratando de escalar esa montaña de lobo para, después de un gracioso esfuerzo, al fin lograrlo. Continuó hablando antes de que se fueran:
―De qué me sirve negarme si ambos están decididos a irse, tengan mucho cuidado y no se acerquen a los humanos. Recuerda Luxor que Lunita es muy pequeña y despertaría curiosidad —le advirtió a su esposo.
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Editado: 18.05.2022