Capítulo 15 Una cueva de oro.
Mar de Luna llegó a su cueva, donde estaban todos esperándola con ansiedad y disgusto. No podían creer que su Reina los expusiera ante los ojos de un hombre y más inverosímil aún, que lo trajera a su hogar. Sin embargo a pesar de estar en desacuerdo, ninguno era capaz de recriminarle o reprocharle nada, porque ella era su Reina, la misma que los había mantenido a salvo durante tres siglos. No obstante siempre hay una excepción, entre ellos había un lobo llamado Marcus, un omega que siempre tuvo un carácter temperamental e impulsivo, que se negaba a acatar la decisión de su líder y no estaba dispuesto a aceptar a ningún humano en su presencia y mucho menos en su morada.
Marcus había sufrido en carne propia, como todos ellos, la crueldad de esa raza que los odiaba, la diferencia de este con el resto de su clan era que él no los podía perdonar y mucho menos olvidar como asesinaron en su presencia, contando con apenas 9 años de edad, a sus amados padres. Sus progenitores lo protegieron hasta su muerte, se quedaron luchando para darle tiempo a escapar; no obstante antes de huir de la escena despavorido, pudo ver como a su madre la traspasaban con innumerables ráfagas de flechas.
―Mi reina perdóname, yo se que le debo respeto y obediencia, no solo por ser la líder legítima por sangre, hija de la raza pura que siempre gobernó a los lobos; pero traer a un hombre a nuestra morada no lo considero una buena decisión —no podía desobedecer a su líder, sin embargo expresó su sentir.
―Lo sé, estoy consciente que les debo una explicación, sin embargo ahora no puedo, hay que atender a este hombre de inmediato porque está muy mal herido.
Dicha estas palabras firmes y decisivas de la reina, no había más que hablar y solo seguir sus órdenes. Mar de Luna podía ser muy generosa y dulce; no obstante cuando era necesario salía su carácter fuerte e imponente y nadie se atrevía a replicar incluído su esposo, que permaneció en silencio observando la escena sin tomar partido por nadie; además su esposa se sabía imponer ante todo y todos sola, no necesitaba apoyo, pensaba él.
―Gracias mi cielo por creer en mí, no obstante sí necesito tu apoyo, tu eres mi otra mitad, sin ti no estoy completa; necesito que al menos tú entiendas por qué tomé esta decisión. Tu comprensión y tu apoyo son primordial para mí —admitió solo para él.
―Y lo tienes amor, siempre me tendrás para ti, pero cuenta conmigo cuando vayas a tomar una decisión, como yo lo hago contigo ―hizo una pausa con un leve suspiro y continuó―, aún no entiendo como logras meterte en mis pensamientos cuando los tengo bloqueados, solo tú eres capaz de hacer eso, eres realmente la más especial de todos nosotros―, le decía Luxor a su esposa telepáticamente.
Realmente ellos se comunicaban así, por medio de sus mentes sin importar la distancia, no obstante esto funcionaba con quien ellos quisieran comunicarse solamente, o de forma grupal si habrían sus pensamientos; aunque también utilizaban una especie de barrera que le impedía a todos entrar en sus pensamientos que querían guardar si así lo deseaban; claro que esta especia de barrera no evitaba que se comunicara otro con ellos si querían hablarle telepáticamente. En resumen, la comunicación fluía tan espontáneamente como hablar y la privacidad de los pensamientos individual y personal también; quedaban seguros sus secretos, bien guardados en lo más profundo de sus mentes donde nadie podía entrar a menos que ellos lo permitieran.
Curaron y cuidaron del humano hasta que este se recuperó. Marcus siempre estaba cazando o recorriendo el bosque para evitar la presencia molesta del extraño. Al fin este abrió los ojos y vio ante si a un grupo de personas que lo miraban atentamente, se asombró un poco al ver que todos aparentaban la misma edad y tanto los hombres como las mujeres poseían una hermosura extraordinaria. Cada uno podría ganar un concurso de belleza, tanto las mujeres como los hombres; no obstante sobre todos resaltaba la joven que lo salvó en el bosque, la que creyó que era un ángel que venía a buscarlo después de muerto y se rió por dentro por tal pensamiento tan estúpido, ya que él no era una persona buena para que su alma fuera al cielo, en todo caso lo buscaría un demonio para arrastrarlo al mismísimo infierno.
El hombre que estaba al lado de su salvadora y que supuso que era su pareja, parecía un lobo marcando su territorio, prohibiendo el paso a cualquier invasor. Volvió a sonreír por dentro al comparar al sujeto con un lobo, aunque la verdad era que este lo miraba con cara de pocos amigos y parecía que en cualquier momento le iba a saltar encima y se lo iba a comer de un solo bocado. No podía negar que en verdad era un hombre imponente, aun mucho más atractivo y varonil que los demás hombres presentes. Y no es que el fuera el tipo de hombre que reparara en belleza ni nada parecido, mucho menos masculina, pero es que resultaba muy curioso y extraño encontrarse en la selva, en el medio de la nada, con semejantes ejemplares de lo que el creía de su misma especie.
―¿Como te sientes? ―le preguntó Mar de Luna.
―Bien gracias ―le respondió el aludido.
―Me alegra mucho que esté mejorando, ellos son parte de mi equipo de espeleología, nos falta uno que no debe de andar muy lejos ―Mar de Luna los presentó a todos uno por uno y terminó presentando a su esposo y a ella de último, no estaba segura si la recordaba, ya que estaba en muy mal estado cuándo lo encontró y perdió enseguida el conocimiento.
Claro que para todos utilizó nombres falsos, no quería que ninguna persona pronunciara sus verdaderos nombres. Desde el momento en que los humanos comenzaron a casarlos como animales no los consideraba dignos de pronunciar algo tan sagrado como es el nombre propio.
―El es Eduardo, mi esposo y yo soy Elena, como ya le dije antes. No sé si lo recuerdas.
―Es un placer conocerlos y gracias por salvarme la vida ―le dedicó una mirada de agradecimiento a Mar de Luna―. En especial a usted Elena, por supuesto que la recuerdo.
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Editado: 18.05.2022