Andrés se encontraba en su pensión preparando la mochila de campaña para su próxima partida, lo hacía como le orientó Marlon, ya había comprado todo lo necesario, al menos todo lo que estaba en la lista imprimida en un papel que le había entregado a todos sus hombres y que ahora descansaba sobre la mesita de noche, provisiones, un botiquín de primeros auxilios con medicamentos e instrumentos básicos para atenderse a sí mismo (equipado con agua oxigenada, alcohol, lociones antisépticas, algodón estéril, gasas y vendas de diferentes tamaños, cuitas, cinta adhesiva, jabón neutro, inyectadoras, antibiótico, antipirético, antialérgico, anti diarreicos, crema cicatrizante, termómetros, tijeras, pinzas cortas y hasta un tensiómetro digital) Andres sonrió al recordar cuando le dijo a Marlon
—No padesco de nada...
Marlon lo miró con semblante ceñudo y serio al mismo tiempo y le reprochó molesto e importante.
—Se muy bien lo que hago, limítate a obedecer.
El señor Valdez si que se lo estaba tomando muy en serio todo ese asunto de la cueva, el oro y los lobos... él solo bromeaba, ignorante no era, ver a ese hombre tan cerio y enojado siempre le provocaba tomarle el pelo, en ocasiones creía que estaba un poco loco; continúo haciendo su mochila, metiendo en su interior herramientas, linternas, binoculares, navaja multiuso..., pensó en lo que aún le quedaba por guardar de lo último que había comprado esa mañana y que aún estaban dispersos sobre su cama, consistían en 2 mudas de ropas apropiadas para su incursión, y un par de botas de montañas, guardó sólo una muda y la otra la colocó en una percha en el pequeño closet y debajo las botas, esas irían en una bolsa aparte, llevaba un largo tiempo comprando todo lo necesario e indispensable, repasó la lista mentalmente, suspiró, ¡al fin todo listo!, tenía todo lo que necesitaría según ese hombre que era su Jefe y que sí tenía conocimientos, experiencia, destreza y práctica de como sobrevivir en una selva.
No sabía a ciencias ciertas que era lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía, pero de lo que sí estaba claro era de que al fin había encontrado un motivo para seguir adelante, para acallar esa voz interior que lo atormentaba, para soportar el dolor descomunal que sentía día tras día por la ausencia eterna de su pequeña Sofi y el alejamiento voluntario de su amada esposa Laura... Desde que había salido esa noche del club y se había embarcado en esta aventura, no había vuelto a beber y eso le agradaba, le había prometido a Damián, su antiguo jefe y amigo, que dejaría el alcohol, ¡él era un hombre de palabra! y se había trazado esa meta, después de todo su amigo tenía razón en todo lo que le había dicho, y aunque sabía que no amaría a nadie más, eso no justificaba que arruinara y tirara su vida a la basura como lo estaba haciendo, aunque tenía que admitir que estaba logrando cumplir con su objetivo al pie de la letra, gracias a que mantenía su mente ocupada con el viaje que haría a la Amazonía, a las reuniones con ese grupo particularmente inapropiado, a los preparativos, y sobretodo al arduo entrenamiento que llevaba a cabo todos los días. Las manzanas que tenía que correr diariamente, una distancia que había tenido que ir aumentando paulatinamente, se había vuelto su primera rutina de cada mañana. Sus clases de sobrevivencia, las de primeros auxilios, incluso había aprendido defensa personal, algo de artes marciales, de boxeo, de pelea callejera y de tiro al blanco... tenían sus horarios cubriéndole el día y la semana, cada una tenía su día y su espacio.
En el tiro al blanco era en lo que más se había empeñado Marlon que aprendieran y perfeccionaran todos los miembros de su banda. Estás sí eran todos los días y en donde más nos exigía, quería que todos fueran tan buenos como él, pero lo que le llamaba más la atención de todo eso eran las siluetas que solían ser los blancos de tiros que siempre colocaba, ¡ponía blancos con forma de lobos gigantes, de color marrón, negro y blanco e incluso había una silueta de un gigante lobo negro que era más grande que la de los demás blancos. Ese hombre tenía una fascinación y obsesión extraña por los lobos, incluso les daba más tamaño de lo que en realidad podrían tener esos animales.
En un principio los blancos de tiros eran fijos e inanimados, colocados relativamente cerca, a medida que mejoraban la puntería, que el punto de impacto cumplía con sus expectativas, los iba alejando; luego utilizó el método llamado blanco de eclipse de cortina, hasta llegar al nivel en el que estaban actualmente, los ponía a disparar corriendo y con un sistema denominado blancos móviles, que hacía que las siluetas se movieran en cualquier dirección, «era como si quisiera asegurarse que nuestra puntería fuera perfecta e infalible, a prueba de cualquier contratiempo.Los blancos de tiro suelen ser redondos y con colores rojos, negros y blancos que eran más apropiados para aprender, consideraba Andréspero él era el jefe y si ponía un lobo pues a un lobo le disparaban, y lo más extraño es que los únicos puntos a los que quería que le diéramos era en el medio de la cabeza y en el corazón, el señor Valdez siempre decía que únicamente estaba bien preparado el que nunca fallara en esas dos áreas, cráneo y corazón.
Nos preparaba como si perteneciéramos a las fuerzas especiales o a algo parecido, como si fuéramos a enfrentar a un enemigo muy poderoso e inteligente y no a una simple manada de lobos, que con la cantidad que eran, lo bien entrenado que estaban sumado todo el armamento y municiones que tenían, hasta sentía lástima por esos pobres animales.
También tenía que reconocer que Marlon había contratado un buen equipo profesional, muy experto ycalificado, en cada área en la que los estaban entrenando desde hacía un año, dos meses y tres días para ser exactos, Andrés llevaba la cuenta, no porque le interesara en sí su entrenamiento y aprendizaje, sino porque contaba los días sin haber ingerido bebidas alcohólicas.
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Editado: 18.05.2022