Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#40 Amor de hombre lobo.

 

Esa tarde andaban la pareja alfa con su hija por la selva, la niña se divertía con sus padres, se colocaba completamente de pie sobre su padre y caminaba por su largo tronco cubierto de pelambre negra y espesa, la loba blanca los miraba con sus ojos verdes centellantes, alegres y divertidos, era todo un curioso panorama observarlos, después de todo, aun con la excesiva inteligencia de su hija, no era más que una cría, traviesa y divertida como cualquier niño. En ocasiones se le olvidaba que solo tenía 3 años y medio, amaba a esas dos criaturas con las fuerzas de todo su ser.    

―¿Mamá cuéntame la historia del hombre que salvaste?―Mar de Luna asintió con un movimiento de su gran cabeza blanca como copos de nieve y le contó mentalmente la historia de Marlon Valdez, que ya conocemos, a su pequeña hija, siempre tan ávida de información, mientras con las ramas de los árboles jugaba al mismo tiempo con la niña, sosteniéndola firmemente y haciéndola volar por encima de ellos, Mariluna se colocaba como si fuera un ave moviendo sus brazos como alas y reía con felices y estridentes carcajadas melodiosas y contagiosas, se podía apreciar como la silueta de una risa en los hocicos de los lobos, eran una curiosa y hermosa familia, muy feliz y armoniosa.  

A la mañana siguiente se encontraba Mariluna sentada en su ″salón de clases‶, con Marcus y Estrella como profesores, después de recibir, durante varias horas, clases de Ciencia, Biología e historia, le pidió a Marcus que le contera su historia de amor, Marcus miró a Estrella con una mirada repleta de ternura y amor, ella le correspondió con los mismos sentimientos, con una expresión muy dulce y tierna. Mentalmente le dijo que sí se la contara, sus miradas y sus gestos de amor verdadero emocionó en gran medida a la niña, que esperaba ansiosa que Marcus se decidiera, entonces comenzó con su historia, un poco divertido por la ansiedad de la pequeña que adoraba como si fuera su sobrina e incluso más.

―Ya te he contado la mayor parte de mi vida Lunita, tu mamá ¡mi Reina!, seguro te contó la última batalla que sostuvimos con la pareja de vampiros en esas regiones lejanas que un día fueron mi hogar―miró a la niña esperando una respuesta y ella solo se limitó a asentir con un movimiento de cabeza, sus enormes y preciosos ojos de color azul turquí, lo miraban intensamente esperando a que prosiguiera con su narración, impaciente y entonces continuó―Yo era el Líder de aquel clan que se había quedado del otro lado del mar, pero tu padre Luxor era el Líder de nuestra raza, siempre seguíamos sus órdenes, hasta que tu madre pudiera asumir el lugar que le correspondía por naturaleza y una vez que lo hizo, mi respeto y obediencia fueron para ella.

Cada cierto tiempo nos rotábamos por los diferentes continentes, para mantener a salvo nuestro secreto y para proteger a los humanos. Un día estando en el continente Asiático nos llegaron los rumores de los casos que estaban ocurriendo en la Aldea Medveja en Europa occidental y le informé a tu madre, ya conoces el resto de la historia, mi esposa falleció en el combate protegiéndome, el monstruo la mató cortando su cabeza con su filosa espada de plata...yo la amaba, creí que moriría por el dolor de la pérdida, pero nosotros no morimos tan fácilmente―sonrió con melancolía, en un intento de disimular el dolor que aún sentía por la perdida de su anterior pareja.

—Lo siento mucho—murmuró la niña, pensando en que no hay palabras que puedan consolar el dolor de una pérdida.

―No te preocupes pequeña, pasó hace mucho tiempo—expresó y siguió contando:

A Estrella la conocí allá, en Asia, peleé a su lado y la admiré por su valentía y coraje. Tu madre me propuso unirnos y vivir aquí en el corazón de la Amazona y yo acepté, era un alivio alejarme de la tierra donde murieron primero mis padres y luego mi mujer. Estrella era la única que conocía mi dolor, parecía que leía mi tristeza, lo que le ocultaba a todos, para ella era como un libro abierto, aunque aparentemente estaba normal en el exterior, por dentro estaba hecho pedazos y la única que era capaz de verlo era ella.

Durante la larga travesía que hicimos por mar y tierra para llegar, que duró varios meses, mi dulce y amorosa Estrella estuvo a mi lado, animándome, acompañándome, dándome su apoyo incondicional, es increíble como una persona que antes no conocías, ni pensabas conocer, se vuelve indispensable, entra en tu vida y entonces descubres que ya no puedes vivir sin ella.

Cuando llegamos a la cueva ella me mostró cada rincón, las estalactitas y estalagmitas, hasta una cortina brillante, blanca que formaban las piedras, que está en el cuarto de la pareja alfa, tus padres, parece una habitación de reyes, aunque ellos en teoría lo son, pero ese aposento lo creó la misma naturaleza, sin que interviniera la mano humana ni la nuestra. Me encantó cada rincón, sus salones con sus formaciones curiosas que hacen las mismas rocas, como la cabeza de un elefante en el primer salón, con sus orejas gandes y su larga trompa, es increíble como las piedras son esculpidas por la misma naturaleza y toman forman increíbles, o la vista nos engaña y nos hace ver lo que queremos ver en ellas, al ir descendiendo a su interior se tornamás asombroso, es tan grande que nos da privacidad a todos, y en lo más profundo está un salón con un manantial, de ocho metros de largo y 6 de ancho, aunque a simple vista solo se ven 4 pero al sumergirse por debajo de la pared de fondo, te das cuenta que en realidad es un final engañoso, porque no lo es, del otro lado está la otra parte del manantial, con muritos de piedras que sirven como asientos, se que para ti y para todos nosotros es lo cotidiano, sabes perfectamente de lo que hablo, pero para mí era mi primera vez, recuerdo ese día Lunita porque mi sueño se materializó en esa cueva, me asombraba y maravillaba tanta belleza natural, para mi era todo un hermoso sueño estar lejos de los humanos, en un lugar que sabía que no iban a llegar, que no tenía que verlos más, ni compartir con ellos...ya habíamos cumplido con eliminar a la raza de los vampiros, ¡al fin podíamos vivir libremente!




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