Tú Loba y yo Vampiro

Capítulo#44 La difícil travesía por la Amazona

 

Luego de salvar a los hombres y curarlos, sólo tenían heridas superficiales, nada grabe; comenzamos a internarnos nuevamente en la fría y oscura selva. Ya me sentía paranoico después de tantas experiencias desagradables. Estábamos agotados de intentar adentrarnos en algo que parecía imposible, agradecía el arduo entrenamiento físico y mental, estaba seguro que sin el no habría aguantado, la selva es cosa seria y para hombres rudos y resistentes. Marlon intentaba darnos ánimos diciéndonos que estábamos cada vez más cerca de cumplir con nuestra meta, eso les servía a los demás, la ambición los motivaba pero por mi parte hacía mucho tiempo que había perdido el deseo de estar en esa maldita selva. No veía la hora de regresar y al imaginar que ni siquiera habíamos llegado al objetivo me desesperaba más. Inhalaba y exhalaba lo más lentamente que me era posible bajo la presión emocional y física que me encontraba, tratando de relajarme para no comportarme como un completo desquiciado, si quería salir de ese sitio algún día tenía que hacer acopio de toda mi entereza. 

El tal Oscar en ocasiones quería imponer su mando pero Marlon lo ponía en su lugar, después de todo el único que sabía donde estaba la dichosa cueva de oro era él y también el único que podía sacarnos de esta odiosa selva. Probablemente Marlon era el único que sabía exactamente en que punto estábamos ubicados, quizás era la única esperanza de salir con vida de esta odisea aunque a algunos ya los había dejado atrás y disparado en sus cabezas sin vacilar. Hacía mucho tiempo que no podía dar marcha atrás, de nada me servía arrepentirme o lamentarme. La única opción era seguir adelante, nos habíamos adentrado demaciado en la selva, estaba seguro que ningún humano había llegado hasta el punto donde actualmente nos encontrábamos. Cada vez nos resultaba más difícil encontar un lugar dónde acampar.

...

Llevábamos varios días avanzando, habíamos tenido encuentros con asentamientos indígenas, con animales feroces como jaguares, caimanes, jabalíes, osos*, ... estos últimos no eran tan majestuosos, ni tan grande como un oso polar, incluso yo no los hubiese llamado por ese nombre, pero eso dijo Marlon que eran y yo no tengo por qué dudar de su palabra. De todos los presentes el que menos sabía de la selva era yo, de ingenieo civil a explorador había mucha diferencia, y poco más de un año de clases en ese tema no era la gran cosa, ni me iba a convertir en un experto, lo teórico no se compara con lo practico, del dicho al hecho trecho.

Nos topamos con monos de diversos tipos y tamaños, la mayoría eran demasiado territoriales, a esos tuvimos que rodearlos recibiendo impactos de todo tipo, frutos, ramas, palos, excrementos y hasta piedras... si en algo eran buenos era en lanzamientos, diría que más que su agilidad de desplazamiento por las ramas, que más que desplazarse volaban de árbol en árbol, literal. Nos encontramos con aves hermosas de plumajes con colores exóticos, hormigas guerreras o soldados, muy bravas por cierto, si te dejas atrapar por una legión te comen vivo; perezosos y que bien les quedaba ese nombre, hasta musgos tenían incrustados en el cuerpo por no moverse de la rama de su árbol. Arañas, escorpiones, víboras, de todo un poco y de las formas y tamaños que no creerías que existieran...

...

Hubo un día en que escuchamos que alguien hablaba, eran palabras de un dialecto completamente desconocido para nosotros, nos dirigimos en esa dirección siguiendo las instrucciones de Marlon y con las armas apuntado, caminando siguilosamente,  extrañados de que hubieran personas internadas tan profundamente, si eran de una tribu no sabíamos cómo iban a reaccionar ante nuestra invasión a su territorio y teníamos que estar preparados, pero al llegar al lugar de dónde procedía la voz, para nuestra sorpresa el que parloteaba era un perico, involuntariamente muchos soltamos una risa entre aliviados y divertidos, dejando ir un poco la gran tensión acumulada, pero el ave voló agresiva hacia uno de los hombres que estaban cerca, este por instinto colocó sus manos para protegerse el rostro y el perico cerró su pico sobre uno de sus dedos trozándolo, el hombre soltó un alarido doloroso, se oyó un disparo y el ave asustada alzó su vuelo y se perdió entre los árboles, llebandose en su pico el dedo del infortunado compañero, el cual fue socorrido al momento por el que habíamos apodo  “el médico”. Me quedaba claro que hasta las aves en este lugar son de temer.

...

Caminábamos entre los árboles apartando o esquivando las ramas cuando divisamos a una pareja de osos que se dirigían peligrosamente hacia nosotros. En un abrir y cerrar de ojos uno de ellos ya estaba bastante cerca de mí, apunté y disparé, le di en la frente, no justo en el centro como un perfecto tirador pero le di y eso era lo que importaba, pero una de sus impresionantes, largas y aterradoras garras se acercó a mi cuerpo, rasgando mi camisa gruesa y dura tan fácil como si fuera tela podrida, todos dispararon al animal que ya tenía encima y me derribo con su peso muerto al caer, quedando aplastado bajo su pesado cuerpo, por suerte no era tan grande como los osos de la películas, pero sus garras sí lo eran, me sacaron el animal de encima, por suerte sólo rasgó mi ropa, nada más.

―Tuviste suerte que no te paso nada amigo, estos osos de la Amazona son más pequeños que los que normalmente conocemos o imaginamos pero son igual de peligrosos y hasta más diría yo, son muy territoriales.—atestiguó uno de los hombres.

―Gracias a todos.—expresé sinceramente agradecido, me acababan de salvar el pellejo.

Sentí una detonación a mi espalda que me sobresaltó, se escuchaban gritos y carreras... Cuando miré a mi izquierda el otro oso estaba en el suelo, al igual que otro compañero que no corrió con la misma suerte que yo, estaba agonizando, ahogándose con su propia sangre. Con las garras el oso lo degolló, al parecer su vena aorta fue perforada, no había nada que hacer por él. Ninguno de los allí presentes se movió de su lugar hasta que el cuerpo dejó de contraerse y dar espasmos quedando inerte, completamente ensangrentado. Hice con mis manos la señal de la santa cruz, besé mi mano y le pedí al señor que nos librara de un final así.




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